Juicio a la posverdad
José Patiño
Seamos claros, al neologismo posverdad se le debe quitar la máscara que lo hace pretendidamente contemporáneo y usar una definición más directa para la distorsión de los hechos, se trata de mentiras.
El 14 de diciembre del 2012, un joven de 20 años entró a la escuela Sandy Hook, en Newtown (Connecticut), y disparó contra quienes se interponían en su camino. Adam Lanza perpetró una de las masacres más graves en la historia de EE UU, usó su rifle para asesinar a seis adultos y 20 niños entre los 6 y 7 años.
Los tiroteos Norteamérica se han convertido en un triste paisaje de las noticias internacionales, pero este caso tuvo elementos más dramáticos, obviamente por las víctimas, pero especialmente porque una parte de ese país no creyó que el tiroteo hubiera ocurrido.
En una realidad alternativa en la que las teorías de la conspiración son verdades absolutas existe Alex Jones, un locutor vociferante dispuesto a negar los hechos para obtener audiencia y vender productos dudosos a través de su plataforma Infowars.
Este personaje negó desde el primer momento lo que ocurrió y a la tragedia de los familiares se sumó el odio de una audiencia engañada pero crédula.
El asunto escaló a situaciones tan fuera de la realidad que Jones afirmaba que los padres eran actores de una trama oculta contra las libertades americanas, para restringir el derecho a acceder a armas.
HBO acaba de subir a su catálogo el documental The Truth vs. Alex Jones, en el que se muestra cómo los padres de algunas víctimas y un agente del FBI demandan al locutor por sugerir que la masacre no era verdadera y generar una cascada de amenazas y hostigamiento a sus familias.
El audiovisual, dirigido por Dan Reed, es una inmersión en luto por la pérdida hasta la determinación de acudir a la justicia para detener a una persona que utiliza la libertad de expresión para difamar.
También es una lección de cómo teorías que pueden parecer exageradas se instalan en el debate público, son capaces de desafiar la realidad y validan discursos de odio.
Durante los dos juicios contra Jones, en Texas y Connecticut, se puede ver cómo actúa una persona que vive de mentir, el rostro y la voz del engaño; pero también las reflexiones de las víctimas sobre el acoso y las estrategias de los abogados para derrotar al absurdo de negar la evidencia.
Jones termina aceptando que el tiroteo ocurrió y ofreció excusas a las familias, pero esto no lo exoneró de las condenas por difamación y la orden de pagar más de mil millones de dólares a los afectados.
Produce vértigo acercarse a personajes tan abstraídos de la realidad, convencidos de sus propias fantasías, pero tal vez lo más inquietante es comprobar Jones no ha pagado porque afirma estar en bancarrota, que le han devuelto sus cuentas en redes sociales y que tiene millones de seguidores.
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