Corte y Recorte
El Congreso virtual
OSCAR ALARCÓN NUÑEZ
La Corte Constitucional, en una sesión virtual, declaró que las sesiones del Congreso no pueden ser virtuales mientras ellas no se reglamenten modificando la Ley 5ª de 1992. Esa ley es de las llamadas orgánicas que regula el artículo 151 de la Carta: “El Congreso expedirá leyes orgánicas a las cuales estará sujeto el ejercicio de la actividad legislativa. Por medio de ellas se establecerán los reglamentos del Congreso y de cada una de las Cámaras (…). Las leyes orgánicas requerirán, para su aprobación, la mayoría absoluta de los votos de los miembros de una y otra cámaras”.
En su sentencia, que también se conoce virtualmente, por comunicado de prensa, el alto tribunal dice que el fallo rige para el futuro, lo cual significa que todo lo dicho y actuado a partir del 20 de julio de este año ni siquiera es nulo, sino inválido. Eso quiere decir que lo expresado por el presidente Duque (“la vieja esa”); como las tan controvertidas elecciones de Arturo Char, como presidente del Senado, o la de la vicepresidenta, Sandra Ramírez, viuda de Manuel Marulanda, no han nacido a la vida jurídica. Y de ahí lo demás y todo lo que viene. Es decir, son inválidas. Lo primero que tiene que hacer el Congreso es aprobar, con “la mayoría absoluta de los votos de los miembros de una y otra cámara”, las sesiones virtuales y decir cómo se desarrollarán.
¿Y cómo deben hacerlo? Tienen que estar de cuerpo presente, junticos, así sea en la plaza de Bolívar, con tapabocas, guardando el metro y medio de distancia. Ni juntos ni revueltos, para evitar el coronavirus. La votación debe ser de la mayoría absoluta. ¿Y quién cuenta? El secretario, pero a este funcionario tampoco lo han podido elegir, porque el que desempeñaba el cargo antes está en campaña para la Procuraduría y, de pronto, por votación virtual, no le han aceptado la renuncia.
¿Y cómo llegan los parlamentarios, si no hay vuelos? Es posible que en flota o en autos (que no sean de la Fiscalía). Antes, cuando a Bogotá se viajaba en chalupa por el río Magdalena, los parlamentarios se instalaban en la capital, duraban todo un semestre y esos problemas de vuelos no existían. Las sesiones eran presenciales y nadie hablaba de virtualidad. Pero llegaron los aviones y se tiraron la vaina. Y ahora peor, con el coronavirus y con la Corte Constitucional. Claro que aviones no faltan en el Congreso.
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