21 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 43 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Al Margen

Democracia por azar

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Juan Manuel Camargo G.

Hace un tiempo escribí una columna (Acabar los políticos) en la que hablaba de alternativas democráticas a los políticos y una de ellas era que la labor legislativa la desarrollaran legisladores ad hoc, designados al azar. Mencioné que incluso ha habido ensayos exitosos en algunos países, entre ellos, Corea del Sur e Irlanda.

En su obra Open Democracy, Hélène Landemore, profesora de Yale en Ciencias Políticas, se dedica a analizar a profundidad la posibilidad de que una lotería reemplace a las elecciones de los congresistas. Es un libro destacado, ya que, por primera vez, se intenta dar sustento filosófico a una propuesta que todavía no muchos toman en serio.

La democracia, nos dice, era bastante más abierta y accesible a los ciudadanos cuando fue inventada, en Grecia, en India o en la Islandia de los vikingos. Pero las democracias modernas representativas son muy distintas. En teoría, son universales, porque todos tenemos un voto, pero, en la práctica, delegan el poder en un grupo reducido de personas, que terminan manejando el Estado según sus creencias, limitaciones y propios intereses. El ejercicio de una facultad cada cuatro años (caso Colombia) no parece un ejemplo real de democracia, máxime cuando los candidatos elegibles saltan al tarjetón gracias a innumerables acuerdos sobre los que no tenemos mayor idea y absolutamente ningún control.

Landemore plantea tres alternativas a las elecciones. La primera, que llama “lotocracia”, consiste en elegir al azar los representantes del parlamento entre los ciudadanos adultos, para que sirvan tiempos limitados. Todos los ciudadanos tienen las mismas posibilidades de ser seleccionados, lo que garantiza el respeto a un estricto principio de igualdad e imparcialidad. La segunda alternativa es la de “selección propia”, que retoma las prácticas de la antigua Grecia y otros países que permitían a los ciudadanos intervenir libremente en los debates públicos. La tercera, a la que denomina “representación líquida”, prevé la votación directa de todos los ciudadanos sobre todos los temas, aprovechando el desarrollo tecnológico que haría esta opción factible.

En el 2004, otro eminente filósofo político, David Heyd, se ocupó en un artículo de la elección por azar y examinó su validez frente a la regla de la mayoría, que preside todos los sistemas democráticos representativos. El gran problema con la mayoría es que los nacionales hemos adoptado una mentalidad de partido de fútbol, y solo nos interesa que gane “nuestro” equipo, sin importar quiénes lo integran y si son competentes o no para manejar los asuntos de Estado. Estas victorias vacías son más un factor de división que de cohesión, y por eso las elecciones dejan siempre a los perdedores restañando sus heridas con amargura y a los ganadores celebrando la victoria, como si hubieran doblegado a los nacionales de otro país.

Un último comentario, que no hacen ni Landemore ni Heyd, es que el azar está lejos de ser arbitrario. Lo que llamamos suerte se rige por las leyes de la probabilidad y, por eso, una elección al azar tiene un alto grado de posibilidad de representar fielmente la composición de la sociedad. En todo caso, esa lotería sería más representativa que la de los políticos, que pueden provenir de todos los lugares y condiciones sociales, pero que (no nos digamos mentiras) tienen una personalidad muy definida, así que, hayan sido ricos o pobres, de cualquier género o de cualquier raza, siempre son muy distintos al ciudadano común.

Importa poco que estas ideas puedan parecer utópicas e irrealizables. También la democracia representativa fue al principio solo un sueño. Lo importante es que, ante las evidentes fallas de los sistemas democráticos actuales, los pensadores exploran nuevos caminos, que, como dije, algunos países ya ensayan. No necesito decir que todos criticamos a los políticos y todos pensamos que no hacen bien su trabajo. Si alguien propone ideas para corregir eso, ¿por qué no darles una oportunidad y pensar en la democracia abierta con una mente abierta?

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