Anecdotario Político

Benjamín Ardila Duarte

Después de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra y Francia derrotaron, electoralmente, a sus jefes vencedores. Pero después de la Primera Guerra Mundial fue peor, porque en Francia, triunfante y con el Tratado de Versalles, prefirieron elegir a Paul Deschanel, quien literalmente barrió a Clemenceau, el padre de la victoria. Lo malo de la ingratitud con el tigre fue que el elegido enloqueció, se lanzó de un tren en lento movimiento y tuvo que ser destituido a causa de su enajenación mental.

Dicen los franceses que la penúltima historia es la más olvidada. Por ello, Rafael Pardo la recuerda en su libro La guerra sin fin contra las drogas, y Enrique Santos Calderón, en las obras, Así empezó todo, Alternativa, Contraescape y La Habana, descorre el velo de su testimonio sobre los episodios nacionales de El país que me tocó. Además, León Valencia registró su ensayo de investigación sobre los Clanes políticos que mandan en Colombia. Ya leído esto, la historia no se olvida.

El expresidente Indalecio Liévano, al escribir sobre Rafael Núñez en la edad primera, alude a la aplicación del Concordato con el Vaticano, así: “La Hegemonía Conservadora, 1880 a 1930, se olvidó maliciosamente de la labor activa que el Concordato le señala de manera precisa al Estado, y en cambio de ser el Presidente de la República el que recomendaba a los arzobispos y obispos, fueron los arzobispos los que recomendaron a los presidentes de la República”.

Los presidentes de Colombia, en su discurso de posesión, proponen muchas cosas, pero su realización solo se cumple muy tarde y no siempre es así. Olaya, en 1930, propuso enviar estudiantes al exterior e Icetex nació para ello en 1950; sugirió crear la carrera de Administración Pública y la Esap surgió en 1958; pidió facultades de Economía y se inauguraron en 1945; también alfabetizar al país y falta mucho, y habló de derechos políticos de la mujer, y estos solo se conquistaron en el Plebiscito de 1957, con el voto de ellas mismas.