Anecdotario político

Benjamín Ardila Duarte

Los “grandes cacaos” norteamericanos se especializan en áreas de la economía: Rockefeller, en el petróleo; Carnegie, en el acero; Vanderbilt, en los ferrocarriles, y Ford, más tarde, en la industria automotriz, pero todos querían dominar otros subsectores. Por ello, en 1903, salieron los libros de Tarbell y otros con los escándalos. Entonces, para delimitarlos y vigilarlos enérgicamente, vinieron la ley antimonopólica y el Departamento de Comercio y Trabajo.

Buenaventura y Málaga son bahías del Pacífico que, desde 1921 y en pluma de Marco Fidel Suárez presentaban su problema y abandono así: “Cuatro siglos van, pues, corridos desde la fundación de Buenaventura, puerto principal de nuestra costa en el mar del sur, y esos mismos años hace que nuestra nación aspira a mejorar esa grande entrada de Colombia”. Los justos clamores de su gran pueblo no se oyen, a pesar de ser base del comercio exterior de la República y su mayor ingreso aduanero.

Clasificar a los políticos ha sido tarea usual: el francés Le Pen, con frase tomada de China, llamó “la banda de los cuatro” a los grandes caciques de su país. En Colombia, también cuatro –César Gaviria, Vargas Lleras, Gustavo Petro y Álvaro Uribe– tienen partido propio, patrimonio de familia inembargable, diría Alzate Avendaño. Pero el resto de colombianos electores, sumada la abstención, deben tener rumbo, hacer camino al andar, como dijo el poeta, y ser alternativa en esta visible encrucijada histórica.

Ahora han propuesto referendo el uribismo, la oposición y el senador Rodrigo Lara sobre pandemia y otras reformas. Cuando en 1957, por igual procedimiento se reformó la Constitución para el Frente Nacional, los constitucionalistas recordaron a Carl Schmitt, quien dijo que en ese sistema el pueblo asiente o refrenda, pero no manifiesta su voluntad propia. Y Carré de Malberg lo considera una abdicación de la soberanía y una confiscación de la voluntad nacional. Finamente, Ortega y Gasset dijo que ese sistema lleva a la dictadura y que ya se oyen en el suelo las sandalias del César que llega.