“Dadme una ‘blockchain’ y moveré el mundo”
Cristian David Salazar Chavarro
Miembro de Alt+co y del Colegio Colombiano de Abogados Disciplinaristas
Instagram: @bit_lawyers
En el siglo III a. C., el físico griego Arquímedes de Siracusa pronunció una de las frases más célebres en la historia de la humanidad: “Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo”; con esta máxima anunciaba la creación de la palanca, que, más allá de una invención puntual, es considerada como la piedra angular de una serie de desarrollos que cambiaron para siempre la forma de entender el campo de la arquitectura y la ingeniería.
Más de dos milenios después, la humanidad ha presenciado cuatro revoluciones industriales que se destacaron por diferentes temas: la primera, la producción en masa, gracias a la máquina de vapor (siglo XVIII); la segunda, la aplicación de la electricidad en la industria, el transporte y las actividades domésticas (siglo XIX); la tercera, la invención de la informática, que dio paso a la globalización (siglo XX), y la cuarta –y actual–, el intercambio de datos a gran escala, la computación en la nube, el internet de las cosas, como también la invención de la tecnología blockchain.
Este último descubrimiento tecnológico tuvo como propósito inicial darle respaldo al bitcóin –la primera criptomoneda–. Sin embargo, los desarrollos que se han implementado, gracias a sus fundamentos técnicos, han cimentado un mundo de posibilidades en diversas áreas, como las finanzas (DeFi), la propiedad intelectual (NFT), el sector inmobiliario (tokenización), el organizacional (DAOs) y hasta ser la base tecnológica de un mundo digital paralelo llamado “metaverso”, entre otros.
Para ser concretos, una blockchain no es otra cosa que una base de datos que se halla distribuida entre diferentes participantes, protegida criptográficamente y organizada en bloques de transacciones relacionados entre sí matemáticamente (Preukschat 2020)[1].
Ahora bien, la pregunta que nos haríamos en este punto sería: ¿qué tiene entonces de especial esta tecnología?
De la misma manera como ocurrió con la invención de la palanca, en la que, por su simplicidad, pudo llegar a subestimarse su potencial, la tecnología blockchain se fundamenta en unos principios básicos muy poderosos, con los que se rompe el paradigma de la centralización y se pasa a un sistema cuya propuesta de valor posibilita la integridad, la confianza y el flujo de los datos de forma descentralizada (documentos, certificados, tokens, dinero digital, etc.).
Estemos o no de acuerdo con este nuevo modelo de interacción digital, según cifras de Bloomberg, se prevé que la industria que emerge alrededor de la blockchain crecerá a una tasa anual compuesta del 32,4 %. Y, entre las vertientes que subyacen de esta tecnología, podemos destacar las siguientes cifras: (i) las criptomonedas contaron con un crecimiento del 178 % en número de usuarios (de 106 millones, en enero del 2021, a 295 millones, a diciembre del 2021); (ii) los NFT (tokens no fungibles) tuvieron un crecimiento en ventas de más del 200 % en el último año y (iii) el metaverso creció el 39,4 % (54.000 millones de dólares, en el 2022, frente a los 38.000 millones de dólares, en el 2021).
Aunque podríamos pensar que estos números son exorbitantes para una propuesta que nació apenas en el año 2009, si hacemos una comparación entre el número de sus usuarios actuales con respecto a los de internet, tendríamos que devolvernos 22 años en el tiempo. En el año 2000, la red contaba con 360 millones de usuarios y, hoy, cuenta con 5.251 millones, según cifras del portal internetworldstats.com.
El potencial que hay detrás de esta tecnología es inimaginable, pues, además de los proyectos mencionados –que, de por sí, son bastante revolucionarios–, existe otro sobre el cual se podría escribir una columna, y es el conocido como Proof of Humanity (prueba de humanidad), con el cual se busca la demostración de la existencia real de personas, e identificarlas digitalmente. ¿Qué beneficio tendría la validación digital de la identidad?
Podemos verlo desde diversos frentes, de los cuales destacamos dos: (i) la aplicación del concepto de “renta básica universal”, que implica que quienes cumplan con este proceso de identificación se les entregará de forma constante y permanente una cantidad de tokens suministrados por la misma plataforma, conocidos como UBI (Universal Basic Income), que serán totalmente intercambiables como cualquier bitcóin o ether, y (ii) la certificación de la identidad para fines electorales. Actualmente, existen 16.256 perfiles creados, solo un año después de su fundación (https://www.proofofhumanity.id/).
Ante este panorama, y con la misma convicción con la que Arquímedes describía su invención, puedo decir “Dadme una blockchain y moveré al mundo”.
[1] Alex Preuskchat, Blockchain: la revolución industrial del internet. Ed: Paidós, pág. 30.
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