26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 12 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Doxa y Logos

El paradigma del liberalismo

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Nicolás Parra Herrera

@nicolasparrah

 

¿Qué significa que haya libros que transforman ideas, originan debates silenciados y cambian paradigmas en algunas disciplinas? Y ¿qué nos pueden decir esos libros –llamémoslos “paradigmáticos”– sobre cómo las ideas se producen, diseminan y reciben? Algunos académicos han sugerido que estos libros paradigmáticos conforman un canon, el conjunto de obras clasificadas como la “regla” –de ahí su etimología– en un campo específico del conocimiento. Qué entra en el canon y qué queda por fuera es una pregunta que ha adquirido relevancia en las diferentes disciplinas no solo por la exclusión de la contribución de grupos marginados, sino también porque las obras que conforman el canon iluminan unos problemas e invisibilizan otros.

 

Hace tres años, Katrina Forrester, historiadora de las ideas políticas británica, publicó su libro En la sombra de la justicia: el liberalismo de la posguerra y la reconstrucción de la filosofía política (In the Shadow of Justice: Postwar Liberalism and the Remaking of Political Philosophy), que es el resultado de casi una década de inmersión en el estudio del origen y los efectos de una de las obras más discutidas de la filosofía política y para muchos el libro que reconfiguró el alcance del liberalismo en la segunda mitad del siglo XX: Teoría de la justicia, del filósofo estadounidense John Rawls.

 

Para Forrester, la Teoría de la justicia fue el último aliento de un tipo de liberalismo que cojeaba en la convulsionada década de los sesenta, luego de que el movimiento de los derechos civiles en EE UU levantara (o intentara levantar) el “velo racial” del que hablaba W. E. B. Du Bois a principios de siglo, y que sesenta años después seguía siendo una barrera infranqueable, exponiendo así la “bancarrota moral” en la que se encontraba el país en materia de igualdad racial. Rawls escribió su obra mientras Lyndon Johnson intensificaba la participación norteamericana en la guerra de Vietnam, luego de estrechar la mano de Martin Luther King Jr. durante la firma de las medidas antidiscriminación consagradas en el Civil Rights Act, y la publicó en 1971, dos años después de que Richard Nixon asumiera la presidencia con la bandera de reducir la intervención del Estado en la economía y comenzara a pavimentar el auge del neoliberalismo.

 

Siempre pensé que un libro como el de Rawls era una respuesta a la década de los sesenta y un intento, a lo mejor desesperado, por diseñar una arquitectura que salvara a un Estado y a unas instituciones democráticas concebidas no solo para proteger el marco más amplio de libertades y derechos, sino para otorgar igualdad de oportunidades y favorecer a los más desventajados. Sin embargo, el libro de Forrester me hizo caer en la cuenta de lo mucho que asumía y lo poco que sabía: un libro canónico o una idea “paradigmática” no siempre es la respuesta a un contexto que necesita una nueva arquitectura para que podamos volver a creer en un mundo específico. A veces un libro canónico o una idea lleva cocinándose por varios años, como el libro de Rawls, y solo aparece en el ocaso de aquello que se quiere preservar. El liberalismo social se apagaba en EE UU y el libro de Rawls generaba la sombra de lo que fue y lo que pudo ser.

 

Katrina Forrester escribe entonces una historia intelectual del liberalismo de la posguerra según este fue rearticulado por Rawls como un liberalismo igualitario que incluía principios de justicia para que las reformas sociales favorecieran incrementalmente a quienes más las necesitaban, sin limitar las libertades ni rechazar el mercado. Hoy, hay varias vertientes sobre el significado del liberalismo y sus encarnaciones contemporáneas. El libro de Forrester es un gran referente para pensar por qué en cierto sentido seguimos a la sombra de la Teoría de la justicia y por qué su sombra, como dice Forrester, igual que la de todo libro paradigmático, dejó por fuera preguntas que quizás requieren de otros marcos conceptuales y de otro canon para repensar las ideas políticas que respondan al cambio climático, la desigualdad económica sistémica, la alta conflictividad y la expansión del poder de plataformas tecnológicas. Forrester nos muestra que, a veces, hay que historiar y contextualizar un paradigma para darnos cuenta de que ya no explica ni representa el mundo que habitamos; que el paradigma es apenas una sombra de la luz que fue.

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