Conflicto de visiones
Juan Manuel Camargo G.
Una vieja broma dice que hay dos clases de personas: las que dividen a las personas en dos clases y las que no.
Sí, las dicotomías son simplificaciones excesivas, no hay que tomarlas al pie de la letra y, en la mayoría de los casos, son cuando menos equívocas. Sin embargo, algunas son lúcidas y sirven para aclarar la mente. Es el caso de la dicotomía planteada en el libro Un conflicto de visiones, del pensador estadounidense Thomas Sowell, publicado en el 2002.
El libro empieza con una estupenda cita de Bertrand Russell: “Toda persona, donde quiera que vaya, está rodeada de una nube de convicciones reconfortantes, que se mueven con ella, como moscas en un día de verano”. Una visión es esa nube de moscas, un acto precognitivo que configura un mapa mental, el cual nos sirve de guía en una realidad que es demasiada compleja para que la entendamos racionalmente. Todo lo que pensemos y hagamos estará construido sobre esa visión fundamental. Como dice Sowell, las visiones son las “silenciosas moldeadoras de nuestros pensamientos”. Y añade: “haremos cualquier cosa por nuestras visiones, excepto pensar en ellas”.
Para Sowell, históricamente, dos grandes visiones se han disputado la supremacía en el campo de la filosofía política o social: la que llama la visión restringida (constrained) y la no restringida (unconstrained). Lo que las diferencia es su concepción básica de la naturaleza humana. Para la visión restringida, los seres humanos son irremediablemente mezquinos y la función de la sociedad es prevenir y mitigar las consecuencias de los defectos y limitaciones morales de los individuos. Para la visión no restringida, en cambio, los seres humanos tienen la capacidad de despojarse de sus vicios y limitaciones, y la sociedad debe organizarse de modo que permita vivir a plenitud el resultado de ese esfuerzo de superación.
Una y otra visión generan teorías y consciencias radicalmente distintas. La visión restringida solo aspira al mejoramiento continuo; la visión no restringida persigue nada menos que un estado de cosas ideal. La visión restringida se centra en diseñar procesos; la visión no restringida formula “soluciones”. La visión restringida confía en la evolución impersonal de instituciones y mercados; la visión no restringida confía en que una persona o un grupo de personas (los líderes) pueden diseñar e implementar la sociedad ideal. La visión restringida negocia y llega a compromisos para alcanzar sus fines; la visión no restringida no negocia, porque sus “soluciones” son perfectas y definitivas.
La visión constreñida, dice Sowell, guio la revolución americana y la formación de un Estado democrático de pesos y contrapesos. La visión no constreñida, en cambio, impulsó la Revolución Francesa, con sus elevados ideales y el baño de sangre en que se desarrolló.
Sowell reconoce que las dos visiones nunca aparecen puras y nítidas y que hay en la realidad infinitas mezclas, variantes y grados. Si se tiene aversión a las dicotomías, se puede pensar que encuadrar la historia en solo dos visiones es un pobre ejercicio intelectual. Nada más lejos de la verdad. “Un conflicto de visiones” es una obra iluminante, que permite entender la razón última de las grandes divisiones que caracterizan a la humanidad. Como avisa Sowell, no es que una visión pertenezca a la derecha y otra a la izquierda. Yo atribuyo la visión no restringida a los extremos, sean estos de derecha o izquierda, religiosos o laicos, mientras que la visión restringida es la que preferimos los de centro. A veces pensamos que respondemos a una visión, cuando en realidad respondemos a otra. Es un gran ejercicio intelectual leer el libro y tratar de aplicarlo a nuestra experiencia diaria.
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