27 de Julio de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Efecto Bukele: seguridad vs. libertad

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Joaquín Leonardo Casas Ortiz
Doctorando en Estudios Políticos
Universidad Externado de Colombia

Se tiene dicho que la idea de que no hay poder legítimo sin consentimiento del pueblo es bastante anterior al surgimiento del ideal democrático de un orden instituido y regulado por la colectividad (Rosanvallon). Partiendo de esa premisa: ¿Desde el punto de vista “democrático” qué objeciones hay sobre lo sucedido en El Salvador? ¿Qué podemos aprehender o desaprender de ello en Colombia ahora que se habla de “ruptura institucional”, de que estamos “cerca de un Bukele” y otros “demonios”? La reelección del presidente Nayib Bukele en El Salvador no es, prima facie, ninguna sorpresa, el ambiente social y político así lo indicaban, a lo cual hay que sumar la promesa del reelecto presidente de que ese país será el “más seguro del hemisferio occidental”.

Sin entrar en el debate sobre la constitucionalidad o no de esa reelección presidencial, lo sucedido vuelve a poner sobre la mesa el binomio seguridad vs. libertad, una tensión siempre presente en la agenda de los Estados occidentales y, claro, América Latina, siempre proclive a vivir a la sombra de las dictaduras, no es la excepción y documentado se encuentra que, por ejemplo, para 1978, solamente tres países escapaban al autoritarismo y El Salvador, claramente, no estaba en esa lista.

En todo caso, el propósito aquí no es el análisis político, social y jurídico de lo que viene sucediendo en El Salvador, más bien se trata de aproximarse a los amenazantes “efectos colaterales” que ese fenómeno Bukele puede tener para Colombia y otros países de la región en los que la continuación de la dictadura por otros medios siempre es una irresistible tentación y, con ello, la sombra de una democracia sin controles ni límites y que potencia cada vez más el ascenso de un príncipe democrático.   

La tensión entre seguridad vs. libertad generalmente surge a partir de la coyuntura imperante (económica, social, política o de cualquier otra naturaleza) y en un momento histórico determinado sale de su madriguera y, entonces, aprovechando los réditos que da una democracia sentimental y sistemática polarización ideológica, vuelve y deja en manos del “pueblo” una decisión que comporta implicaciones mayúsculas para el funcionamiento y mantenimiento de las modernas democracias:  ¿Qué escoger: seguridad o libertad?, ¿cuál es el precio de una opción o de otra? Todo parece indicar que el pueblo salvadoreño está dispuesto a pagar –otra vez– el costo, cualquiera que sea, incluso si ello comporta la anulación de sus garantías individuales. En Colombia, la historia nos ha enseñado que ese costo es muy alto en términos de vidas humanas y restricción de garantías individuales.

Así, dejar en manos del “pueblo soberano” o del gobernante de turno esa decisión pone en riesgo la vigencia irrestricta de garantías y derechos de naturaleza constitucional, legal y convencional de los ciudadanos. En efecto, dadas las condiciones –fácticas o jurídicas–, de tanto en tanto, los gobiernos de turno se ven abocados a abordar disímiles tensiones o dilemas, las cuales van resolviendo en el día a día según el marco jurídico vigente y, en ocasiones, también según el capricho o los cálculos políticos del momento. No obstante, cuando esas cotidianas tensiones escalan a niveles que sobrepasan la cotidianidad, entonces los desafíos que impone tomar decisiones y decidir hacia donde inclinar la balanza comporta, en no pocas ocasiones, poner en jaque valores muy preciados en occidente, conquistados y configurados, para no ir más lejos, desde la Ilustración.

¿Cuáles son esos valores? como ya lo anuncia el título, se trata de la recurrente tensión entre seguridad vs. libertad. Desde la perspectiva jurídica y política, la manera como esa tensión se resuelve amenaza el núcleo esencial de la democracia constitucional y da paso a la denominada democracia iliberal. En otros contextos geopolíticos, la forma como esa tensión se ha resuelto ha dejado en evidencia un “ganador” indiscutible, la seguridad y claro, un maltrecho y cada vez más agonizante “perdedor”, la libertad. Lo sucedido en El Salvador debe llamar la atención sobre los riesgos y consecuencias que un efecto Bukele comporta en contextos como el colombiano, muy propenso a las salidas jurídicas excepcionales.

Se tiene dicho que las “nuevas democracias” siempre son herederas de los regímenes anteriores, a veces sus prisioneras y que el sueño de toda dictadura es institucionalizarse para asegurar su supervivencia y la de sus responsables –Alaín Rouquié– y, precisamente, dentro del abanico de riesgos y consecuencias que para la democracia constitucional y los derechos fundamentales tiene el fenómeno Bukele, está tolerar pasivamente la idea de Carl Schmitt de que en “cualquier momento cualquiera puede ser tildado de enemigo, si así le parece conveniente a los gobernantes y contar con que será eliminado”. 

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