25 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 2 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

La universidad como espacio de comunicación

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John Zuluaga

Doctor en Derecho y LL. M. de la Georg-August-Universität Göttingen (Alemania)

Profesor asociado de la Universidad Sergio Arboleda

 

En medio de los imaginarios pedagógicos paternalistas con los que algunos aún orientan la formación universitaria –especialmente en muchas facultades de Derecho– o debido al asedio al que se encuentra sometido una gran parte del personal universitario en razón de las lógicas gerenciales neoliberales o ya por las deficiencias democráticas en las estructuras de gestión universitaria, entre otras razones, la concepción y realización de la universidad como campo comunicativo ha sido altamente obstruida por muchos de los partícipes en los distintos procesos universitarios.

 

Por un lado, por lo menos en Colombia, para muchos parecen irremplazables aquellas formas de orientación pedagógica verticales y mono discursivas, en las que solo el profesor dispone de la razón. Por otro lado, es cada vez más común aquella línea de conducta administrativa y académica, en la que lo importante es el cumplimiento de metas administrativas, la actualización de formatos de control al desempeño laboral y la adaptación acrítica a los estándares de medición de calidad. La tramitación reflexiva y racional de las conflictividades que le corresponden a los miembros universitarios y la posibilidad de fungir como una conciencia crítica de aquellas queda desplazada ante los embates conductistas y burocráticos que afectan los procesos de fundamentación y discusión de los entornos político y social de los centros educativos.

 

Esto, a su vez, tiene otras implicaciones muy delicadas no solo para las universidades, sino también para las sociedades en las que se inserta, pues se desdibuja la igualdad de todos en la práctica comunicativa. Al contrario, lo que se espera de una universidad es una amplia pedagogía a favor de los derechos y las libertades y en contra de las opresiones al librepensamiento. No se puede desconocer que la democratización de una sociedad se refleja también en el nivel de diálogo ciudadano y que detrás de la falta de participación social y la carencia de estos diálogos se esconden represiones expresas o tácitas, autoritarismos, exclusiones, miedos, desidias, etc.

 

La cuestión es mucho más sensible si se tiene en cuenta que la dimensión y la calidad comunicativa y reflexiva en una universidad se hace efectiva en las formas organizativas del poder. En otras palabras, en los déficits de acción comunicativa a nivel universitario puede encontrarse una de las razones para entender cómo esta termina cooptada por la violencia, el clientelismo, intereses económicos, confesionales y hasta históricos (la lista es larga). La conciencia acrítica y aletargada que se fomenta con campos comunicativos deficitarios a nivel universitario es una patente de corso ya no para la coacción del mejor argumento, sino para la instauración de verdaderos poderes de facto que imponen sus propios intereses.

 

Cuando estos intereses se despliegan sin ningún filtro o discusión, se determina no solo una forma de gestión universitaria, sino, además, de formación de competencias, es decir, de facultades y capacidades de acción. Estas líneas de formación tienen un efecto dramático en los procesos de definición profesional, pues terminan confundiendo el sistema de reglas del ámbito disciplinar con la estructura de reglas que rigen una institución concreta.

 

Las instituciones de formación universitaria cumplen una muy importante función social y no son un fin en sí mismo. Estas no deben concebirse como la continuidad de un determinado mito fundacional o el reflejo de una cierta estructura ideológica o de una manera de comprender el mundo de la vida. Entre sus funciones no puede eludirse la de formar ciudadanos activos y críticos frente a sus contextos. Esto supone, entre otras cosas, fomentar las competencias reflexivas y deliberativas de todos sus miembros y frente a todos sus procesos.

 

El sistema universitario colombiano está en mora de incentivar de forma decidida y amplia la participación de sus integrantes en cada uno de los procesos en los que se respalda el cumplimiento de su misión, ya desde los mecanismos de gobierno universitario, pasando por el empoderamiento de los estudiantes en el diálogo sobre sus desarrollos académicos y profesionales hasta la consolidación de una plena libertad de pensamiento e investigativa de su personal científico.

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