23 de Enero de 2025 /
Actualizado hace 4 hours | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

El comercio exterior: el nuevo campo de batalla

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Juan Manuel Camargo G.

Abogado y escritor

En una columna anterior (Regreso al proteccionismo, 10 de octubre de 2024), comenté los planes del entonces candidato presidencial Donald Trump de imponer gravosos aranceles a las importaciones que ingresen a EE UU. El anuncio pasó inadvertido en la campaña y solo ahora analistas y mercados están preguntándose (con creciente temor) qué efectos tendrá en la economía de ese país y del mundo.

Puede demostrarse que el comercio internacional es bueno para las economías nacionales y que no destruye puestos de trabajo en su conjunto (algunos empleos desaparecen y otros se crean). Pero eso ya no importa. El viento sopla en otra dirección.

Poco antes de que Trump asumiera el mando, el gobierno Biden publicó un paper titulado Countering Non-Market Policies and Practices to Strengthen Supply Chain Resilience, en el que dio nuevas razones para el proteccionismo, enfocándose en una visión de dominación. La gran malvada, por supuesto, es China, a la que acusó de utilizar una amplia gama de prácticas que no son de mercado para dominar industrias clave a nivel mundial. Dentro de esas prácticas están las de mantener excesos de capacidad no comerciales y una producción altamente concentrada, en un entorno opaco que hace que no se la pueda medir y monitorear, mucho menos contrarrestar.

La administración Biden también cerró una investigación iniciada en abril de 2024, sobre los actos, política y prácticas de China en los sectores marítimos, de logística y de construcción de buques. La conclusión fue también que China busca dominar esos mercados para crear dependencia.

Este es un enfoque distinto a la simple crítica al libre comercio. En esencia, el gobierno de EE UU le dice al país de economía central planificada: “oye, a ti no te importan las ganancias sino el dominio, por eso mantienes empresas de plena producción que dan pérdida, y eso es una desventaja para mí”.

Los documentos afirman también que esas prácticas conducen a cuellos de botella en las cadenas logísticas, lo que también necesita un poco de traducción: la base del argumento es que las empresas capitalistas son codiciosas y preferirán al proveedor más barato, aunque ello implique crear una dependencia insana. En cambio, la acción sistemática de China lleva a crear empresas “campeonas” que distorsionan el mercado mundial, como sucede en el acero, los minerales raros y la industria solar, en los que la abrumadora preeminencia china supuestamente inhibe la inversión de empresas de otros países.

Los documentos plantean algunas medidas de defensa ortodoxas (incluyendo aranceles), pero llama la atención que son pronunciamientos elaborados y promulgados bajo el mando de Biden, lo que indica que la burocracia ya se estaba alineando con las políticas de Trump. No hay que menospreciar el poder de la burocracia. Los técnicos de Washington estaban preparando el terreno desde hacía meses.

El punto es que el comercio exterior se reconoce ahora como otro escenario de confrontación y dominación. Mientras que las empresas buscan reducir sus costos, los gobiernos se preparan para batallar en busca de espacios de control o preeminencia. 

¿Y qué debería hacer Colombia? El gobierno Petro ha anunciado desde hace años su interés en renegociar el tratado de libre comercio (TLC) con EE UU, pero ya se dio cuenta de que eso sería abrir una caja de Pandora, porque el gobierno Trump está ávido de renegociar o desconocer TLC en su propio beneficio. Por ahora, Colombia no está en la mira, porque el comercio bilateral arroja un déficit para nuestro país. El gobierno de Trump anuncia peleas con sus socios comerciales que obtienen superávits: Canadá, México, China, incluso la Unión Europea. Básicamente, lo que debe hacer Colombia es no sumarse a la lista de países que el nuevo gobierno de EE UU considera adversarios.

Como lo dije en mi columna anterior, una guerra comercial es una guerra. Y, en las guerras, uno siempre queda en alguno de los lados, ya sea por propia escogencia o porque los combatientes lo rotulan a uno

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