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Opinión / Análisis


‘Hard brexit’, la siguiente recesión y la operación Yellowhammer

28 de Agosto de 2019

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Julio César Quintero 

Managing Director Guggenheim Investment Advisers (Europe) Limited

 

La posibilidad de un Hard brexit se incrementó desde el momento mismo de la posesión de Boris Johnson como Primer Ministro del Reino Unido. Hard brexit, recordemos, es la salida de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte de la Unión Europea (UE), el Mercado Único Europeo y la Unión Aduanera, sin haber entrado a la fecha de salida, en los acuerdos necesarios (dentro y fuera de Europa) que permitan la continuidad de la provisión de bienes y servicios de manera eficiente y sin mayor interrupción entre las partes. 

Aquellos que apoyan el Hard brexit están dispuestos a detener el comercio internacional británico en el corto plazo, y a enfrentar los altísimos costos económicos y sociales causados por la interrupción de programas y servicios europeos. Algunos de ellos tan críticos, como los servicios de provisión de medicamentos, coordinación de inteligencia y de seguridad aérea. Ellos consideran que los beneficios al largo plazo (entre ellos, regulación más favorable, tratados de libre comercio (TLC) en términos más beneficiosos al lado británico, etc.) compensan y justifican los problemas iniciales. Recordemos que la capacidad de negociar acuerdos independientes de la UE fue una de las propuestas fundamentales de la campaña del brexit

 

Desde el punto de vista del comercio internacional, la principal consecuencia del Hard brexit sería que, ante la ausencia de TLC, las transacciones deberán conducirse bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El Reino Unido sería tratado como un “tercer país” frente a Europa, de la misma manera que EE UU o China. 

 

Dentro de las reglas de la OMC, los británicos tendrían que aplicar las de la nación más favorecida (Most Favored Nation), que impone la obligación de respetar términos comerciales tan favorables como aquellos que se brindan a otros países en la misma posición. Al tiempo, Europa solo podría brindar a la Gran Bretaña e Irlanda del Norte las mismas tarifas aduaneras que ofrece a otros miembros de la OMC con los que no tenga acuerdos de libre comercio. 

 

Esas condiciones obviamente complican el futuro del comercio británico. Y es por eso que la viabilidad de su intercambio comercial depende del establecimiento de acuerdos de libre comercio con otros países y con el bloque europeo tan rápido como sea posible. 

Si uno revisa la lista de los principales socios comerciales, la negociación de nuevos acuerdos debería enfocarse en la relación con EE UU (112,2 billones de libras esterlinas en exportaciones, y 70,4 billones de libras esterlinas en importaciones -ONS. Balanza de Pagos. The Pink Book. 2007). Pero ese dato puede ser un poco engañoso, la verdad es que la suma de las cuentas europeas revela que ellas representan más del 46 % de todo el comercio internacional británico. 

 

Lamentablemente, la inestabilidad política del último tiempo en el Westminster, y el continuo rechazo del Borrador del Acuerdo de Salida del Reino Unido en sus varias versiones por parte del Parlamento, hicieron imposible resolver no solo el futuro de los nuevos términos de la relación con Europa desde el 2016, sino la búsqueda misma de acuerdos alternativos con otros países fuera de la UE. Para completar el escenario, el tiempo remanente es insuficiente para la negociación de cualquier otro tratado: el Peterson Institute for International Economics calcula el tiempo promedio de negociación de acuerdos de libre comercio en cerca de 24 meses. En realidad, el proceso completo se puede extender por muchos años. 

 

Estrategias

 

En vista de lo anterior, la estrategia británica se ha centrado no en la negociación de nuevos acuerdos (culminar tal negociación antes del Exit Day -31 de octubre- sería de nuevo imposible), sino en la replicación de los acuerdos existentes de libre comercio entre Europa y terceros países.

 

En la actualidad, la UE tiene 40 acuerdos (representando más de 70 países), y los británicos se han enfocado, literalmente, en replicar con algunos de esos países los acuerdos existentes como base para un acuerdo directo entre ellos y el Reino Unido post-brexit

 

Hoy, la estrategia ha logrado la firma de 12 acuerdos con países y bloques económicos, incluyendo el acuerdo muy importante firmado el 15 de mayo del 2019 con Colombia, Ecuador y Perú. Una vez entre en vigencia el nuevo acuerdo, este protegerá un comercio internacional de 2,1 billones de libras esterlinas anuales entre el bloque andino y la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. 

Al año 2017, 1.500 negocios británicos exportaron bienes a Colombia (600 a Ecuador y 1.300 a Perú). Entre el 2008 y el 2018, las exportaciones británicas a la región crecieron en un 58 % y las importaciones desde el área andina se incrementaron en el 24 %.

La estrategia británica también incluye la firma de acuerdos de reconocimiento mutuo sobre estándares de productos con EE UU, Australia y Nueva Zelanda.  

 

Efectos locales y globales 

 

Según Goldman Sachs, el brexit le ha costado a la economía británica 2,4 % de su PIB anual, número basado en el crecimiento proyectado antes del referendo del 2016. Un nuevo análisis realizado en abril de este año calcula pérdidas de 600 millones de libras esterlinas por semana desde el referendo (contra 450 millones de libras esterlinas por semana calculado por el Financial Times en el 2016), y estima que el escenario de Hard brexit tendría un impacto de 5,5 % sobre el PIB (con un efecto de 2.500 libras esterlinas de pérdida por hogar versus 870 libras esterlinas proyectado en el 2016). 

 

A finales del 2018, UBS sostuvo que, gracias al brexit, “la inversión es 4 % más débil, la inflación 1,5 % más alta, el consumo 1,7 % más bajo, y la REER (tasa efectiva de cambio) se ha depreciado más de 12 %”. Así mismo, el think tank Resolution Foundation, en su análisis macroeconómico de julio de este año, afirmó que el Reino Unido enfrenta el riesgo más alto de recesión desde el 2007.

 

Pero los efectos no son solo locales. Una gran preocupación entre los analistas de mercados es el brexit como fenómeno económico. Pareciera que un Hard brexit podría generar tal nivel de disrupción, que serviría como catalizador del fin del ciclo económico y como uno de los causantes de la siguiente gran recesión mundial. Una recesión que, de ocurrir, podría ser menor que la del 2008, pero con efectos más duraderos: “Quantitative easing, inyectar dinero en la economía, es, probablemente, inefectiva esta segunda vez. De manera similar la baja de tasas de interés para estimular la economía fue una opción hace 10 años, pero hoy las tasas están cerca a cero”. (ICAEW. July 15, 2019).

 

La operación Yellowhammer 

 

Hace un par de días, se filtró al público un reporte del gobierno británico que revela las consecuencias más probables del Hard brexit al 31 de octubre. Ese reporte es conocido como la operación Yellowhammer. El panorama no puede ser menos alentador: el Reino Unido enfrentará un colapso en sus puertos de, por lo menos, tres meses, escasez de medicinas y de alimentos que elevarán los precios de los mismos en directa afectación a las personas de más bajos recursos. 

 

El dossier, compilado durante el último mes, establece que hasta el 85 % de los camiones que usan el canal principal “podrían no estar listos” en las aduanas francesas, y podrían enfrentar retrasos de hasta dos días y medio, reportó el Sunday Times. El peor caso sería la provisión de medicinas, donde tres de cada cuatro medicinas usadas por el Reino Unido son abastecidas desde Europa Continental. Ellas enfrentan retrasos significativos, en los peores casos de hasta tres meses.  

 

El reporte también habla de muchos temas, entre otros: (i) como consecuencia de los cambios inmigratorios, se esperan grandes demoras en los puestos de inmigración en St Pancras, Cheriton (Canal del Túnel) y en Dover; (ii) las exportaciones de petróleo desde el Reino Unido se hacen a márgenes tan bajos que cualquier tarifa impuesta por Europa podría provocar el fin de las refinerías, con la pérdida de empleo de miles de personas, y (iii) en el Norte de Irlanda no habrían revisiones migratorias ni aduaneras por ahora, pero el modelo no sería sostenible por los obvios riesgos económicos, legales y de bioseguridad que existen al no tener una frontera definida entre esos dos territorios. 

 

Finalmente, se esperan grandes protestas y contraprotestas a lo largo del Reino Unido, que aumentan el riesgo de desorden público y tensiones en las comunidades locales. 

 

En los siguientes días 

 

El primer ministro Boris Johnson pareciera haber definido su identidad alrededor del brexit, lo que podría explicar su insistencia en renegociar el borrador del Acuerdo de Salida, y en excluir el famoso Irish Backstop (es decir, la idea de mantener al Reino Unido en la Unión Aduanera Europea hasta que una solución final al problema de la frontera de Irlanda con Irlanda del Norte sea encontrada). Pero su entendimiento sobre los incentivos europeos frente a la amenaza del Hard brexit podría estar equivocada.

Para Europa, las potenciales pérdidas ocasionadas por el Hard brexit en el continente, a pesar de ser considerables, podrían ser preferibles si la otra opción es aceptar un acuerdo con el Reino Unido tan favorable, que termine incitando a otros miembros de la UE a buscar una salida de la misma. 

 

El Hard brexit no es el peor escenario para Europa, pero sí lo es un acuerdo que tenga la capacidad de minar su integridad estructural, o que pueda afectar su viabilidad futura. Los días y semanas siguientes serán determinantes en el futuro de la UE, y los gobiernos locales están observando.

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