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Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


La revolución fundamental

02 de Agosto de 2023

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La revolución fundamental (Shutterstock)

Iván Camilo Jiménez 

Profesor Departamento de Derecho Laboral y Seguridad Social  

Facultad de Ciencias Jurídicas Universidad Javeriana

Dos frases vienen retumbando en mi cabeza con el advenimiento de los vientos de cambio y las discusiones sobre una eventual reforma laboral. Ambas, en mi opinión, recogen de alguna manera reflexiones de lo que podría ocurrir. La primera de Carlos Fuentes (q. e. p. d.), que versa “las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada”. La segunda, en voz del fallecido Facundo Cabral, pero recogiendo las reflexiones de Jiddu Krishnamurti: “la revolución fundamental, es revolucionarse”.

Surgen los cuestionamientos desde Carlos Fuentes sobre las finalidades y efectos de una eventual reforma: ¿Debemos pensar la reforma laboral con el objetivo de crear una nueva casta privilegiada? ¿Podríamos estar creando una nueva casta privilegiada con una reforma? ¿Debemos pensar con el objetivo de no crear una nueva casta privilegiada? ¿Podríamos mantener una casta privilegiada ya existente con esa idea? La cuestión, desde Cabral y Krishnamurti, es mucho más punzante: ¿Debemos empezar a repensar el derecho del trabajo en una reforma? ¿Debemos revolucionarnos todos los actores para generar un cambio verdadero que se visualice en esa reforma? ¿Podríamos partir de la introspección y el autoconocimiento para lograr una reforma laboral? Cada actor con opinión en este debate tendrá sus conclusiones y sus respuestas.

Me inclino en lo personal por la que canta Cabral, esa que parte de entender y reflexionar sobre nuestras realidades, nuestras dinámicas y nuestras necesidades como país, para dinamizar una reforma laboral que incida de manera positiva en el mundo del trabajo.  Esto significa entender, por ejemplo, que las reformas enfocadas en el trabajo dependiente de los años 1990 y 2002, en parte, no generaron el efecto esperado en formalidad y empleo, porque hay dinámicas laborales que tienden a no hacer uso del trabajo dependiente. Así, una reforma pensada de la misma manera, como se pensó el proyecto de ley del Gobierno Nacional a inicios del 2023, tendría posiblemente el mismo resultado: un impacto casi nulo en materia de desempleo e informalidad.

Informalidad

La informalidad y la falta de acceso a protección social son la regla general en el sector rural (85 %), en las zonas urbanas pequeñas (65 %), en las ciudades medianas (55 %) y solo en las cinco grandes ciudades del país son un foco minoritario (42 %). Las cifras muestran que la mayoría de empleos en el país los generan las micro, pequeñas y medianas empresas, que son, además, más del 99 % del tejido empresarial colombiano. Estas reflexiones estadísticas pueden verse con más profundidad y con matices desde lo filosófico, jurídico y social en el documento publicado por los observatorios laboral y fiscal de la Universidad Javeriana: Reforma Laboral desde la Academia 2.0.

La informalidad, entonces, no es una enfermedad, es un síntoma que se refleja producto de un tejido empresarial débil y de una aproximación estática y anacrónica a la protección del trabajo basada en el modelo de trabajo dependiente. Es producto de la ausencia de un verdadero diálogo social abierto, dinámico y multilateral en el mundo del trabajo, porque el diálogo se ha limitado a una concepción normativa de espacios de negociación colectiva con trabajadores sindicalizados y no sindicalizados que se limita en el tiempo, en el espacio y en los direccionamientos de las comunicaciones a lo que definan las normas.

La falta de introspección por parte de los diferentes actores del trabajo con incidencia en una eventual reforma laboral es evidente y es también una causa de la informalidad. Al negar nuestra propia realidad y desconocer los desafíos que representa la protección social del trabajo en Colombia, con las dinámicas de trabajo que tenemos, con los trabajadores que tenemos y con las empresas que tenemos, abandonamos de plano a los más débiles. 

Trabajo decente y reforma laboral

El trabajo decente es un compromiso con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y está en agenda 2030 de la ONU, que invita a repensar la reforma laboral con cuatro pilares fundamentales. El primero, el fortalecimiento del empleo y el tejido empresarial, porque todo lo grande alguna vez fue pequeño y lo cierto es que las grandes empresas generan individualmente más y mejores empleos que las pequeñas. Hay que buscar que las Mipymes de hoy logren ser las grandes del mañana. El segundo, la protección social para todas las personas en el trabajo, pues la protección de la vejez, la salud o la maternidad no puede limitarse al trabajo dependiente.

El tercero, los derechos fundamentales en el trabajo, toda vez que todo trabajo merece garantías con independencia de si se está o no al servicio y bajo la subordinación de un empleador. El cuarto, la gobernanza y el diálogo social, que pasa por el entendimiento de un capitalismo más consciente que piensa en los derechos humanos y la protección de todas las partes de interés en una cadena de valor, y pasar también por la transformación de un diálogo confrontacional y estático hacia uno más constructivo, dinámico y abierto entre todos los actores del trabajo.

Trabajo decente es evolucionar la concepción del trabajo para dejar de entenderlo como una actividad subordinada, y pensarlo como una actividad humana que realiza no solo quien está en una oficina ocho horas al día, sino también quién vende cocadas en una playa o quien cuida a una persona con discapacidad en su propio hogar; es reivindicar el trabajo en sí mismo, por lo que es, como actividad humana, merecedora de protección, derechos y garantías.

Nuestra realidad

Los trabajos en emprendimientos, economías populares, familiares, colaborativas, el autoempleo, el rebusque y el trabajo de cuidado merecen estar en el centro de discusión de una reforma laboral. Incluso, deberíamos reevaluar nuestra concepción negativa del cooperativismo, pues en las sombras y en medio de la satanización (por cuenta de los abusos que se han dado, claro está), el cooperativismo ha permitido el desarrollo en grupos de trabajadores del sector agricultor, pesquero o reciclador.

Repensar el trabajo desde nuestra realidad económica, social, cultural y política es quizá el punto más trascendental de cara a una reforma laboral que nos permita innovar el derecho del trabajo, como lo señala un estudio publicado por la OIT en este 2023: “No dejar a nadie atrás: construir una protección de los trabajadores inclusive en un mundo del trabajo en evolución”.

La reflexión que invito a realizar a quienes tengan la osadía de leerme es a que repensemos a fondo el mundo del trabajo y, sobre todo, nuestro papel en este (como emprendedores, como trabajadores, como empresas, como organizaciones de trabajadores, como sindicatos, como academia, como gobierno), para así lograr, al estilo de Krishnamurti y Cabral, una revolución fundamental.

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