Mujeres en las vías: el reto de moverse sin miedo
En nuestro país, como en muchas otras partes del mundo, la movilidad ha sido históricamente vinculada a la masculinidad y al destino.
29 de Abril de 2025
Paula Angarita Tovar
Abogada de la Universidad Externado de Colombia y (LLM) máster en Public Interest Law and Policy de la Universidad de California (UCLA)
Consultora de Dejusticia en seguridad vial
Moverse por la ciudad no es lo mismo para todos(as). Como mujer que usa el transporte público y camina por las calles de Bogotá, he notado que, muchas veces, los sistemas de transporte no consideran a las mujeres ni sus necesidades ni sus realidades. Además, la seguridad vial, un tema clave, rara vez se aborda desde un enfoque de género. ¿Por qué sigue siendo así? No fue sino hasta 2021 que la Agencia Nacional de Seguridad Vial publicó estudios sobre las diferencias de género en la siniestralidad vial. Estos estudios revelaron que las mujeres usuarias del transporte público y las peatonas enfrentan riesgos particulares siendo principalmente víctimas pasivas, lo que se ha reflejado en tasas de mortalidad distintas a las de los hombres. De hecho, en los últimos años, los siniestros viales se han convertido en la principal causa de muerte violenta en mujeres, representando el 38,1 % de los casos.
La falta de un enfoque de género no solo ha creado un vacío en los datos, sino que también ha afectado la planificación del transporte. Los sistemas de transporte han sido diseñados bajo un enfoque ‘neutral’ que, en la práctica, invisibiliza las necesidades específicas de las mujeres. Sus patrones de movilidad, influenciados por roles de cuidado y responsabilidades socioeconómicas, no han sido considerados en el diseño del transporte. Además, la falta de perspectiva de género en la recolección y análisis de datos ha generado vacíos en la información, ya que las estadísticas tradicionales han priorizado a los hombres conductores, dejando de lado los riesgos y necesidades particulares de las mujeres.
La invisibilización de las mujeres en los datos no es algo nuevo. La falta de desagregación de estos datos ha relegado las necesidades de las mujeres durante años en diversas áreas, limitando su inclusión en las políticas públicas. En el ámbito de la salud, por ejemplo, Carmen Valls Llobet, en su libro Mujeres invisibles para la Medicina, señala cómo la ausencia de una “ciencia de la diferencia” ha contribuido a esta invisibilidad impactando su salud. Un fenómeno similar ocurre en la seguridad vial, las mujeres han sido ignoradas tanto en las estadísticas como en las políticas públicas y el diseño de los sistemas de transporte.
La realidad es que las mujeres dependen más del transporte público, caminan más y utilizan menos el carro, lo que se traduce en mayores tiempos de viaje, menos oportunidades de acceso a empleos a distancia y un mayor gasto. Un ejemplo claro de esto es Bogotá, donde el 72 % de las mujeres se trasladan a pie o en transporte público. Además, el 70 % de los viajes relacionados con el cuidado de adultos mayores o niños, niñas y adolescentes son realizados por mujeres.
Este panorama se ve aún más complicado por un cambio significativo en la forma en que nos transportamos: el creciente uso de la motocicleta como alternativa de movilidad. Ante la falta de un sistema de transporte público eficiente, seguro y libre de acoso, además de una infraestructura vial adecuada, cada vez más mujeres optan por la motocicleta, ya sea como pasajeras o conductoras. Muchas de ellas recurren a este medio para cumplir con sus labores de cuidado, como llevar a sus hijos al colegio. El porcentaje de mujeres que conducen motocicletas ha aumentado del 16 % en 2011 al 38 % en 2023.
El uso de la motocicleta como un medio de transporte ha traído consigo un aumento en las cifras de fallecidos y lesionados, y aunque las estadísticas siguen señalando a los hombres motociclistas como los más expuestos en las vías, los datos nos muestran que las tendencias están cambiando. Al comparar los fallecimientos de 2023 con el promedio de 2018 a 2022, el aumento de las mujeres que fallecen en motocicleta fue mayor que los hombres. Hay otras cifras más alarmantes: entre 2015 y 2022, el 42,8 % de las mujeres que murieron en siniestros viales eran usuarias de motocicletas, y el 64,3 % viajaban como pasajeras. Además, en 2024, cada 12 horas falleció una mujer motociclista en un siniestro.
En nuestro país, como en muchas otras partes del mundo, la movilidad ha sido históricamente vinculada a la masculinidad y al destino. Esta perspectiva ha llevado a abordar la seguridad vial como un problema técnico, centrado únicamente en la infraestructura y la normativa. A pesar de ello, las mujeres siguen enfrentándose a sistemas de transporte que no responden a sus necesidades, y que, a diario, las ponen en situaciones de riesgo. Este panorama plantea varias preguntas: ¿cómo garantizamos que las mujeres se movilicen de manera segura, sin acoso, sin gastar más tiempo y dinero que los demás, y sin poner en peligro su vida o la de las personas a su cuidado?
Los desafíos son muchos, pero uno crucial es mejorar la recolección de datos diferenciados sobre siniestralidad vial y desarrollar políticas y sistemas de transporte con un enfoque de género. Es urgente dejar de ignorar esta problemática y tomar medidas concretas. Cada día que pasa sin acción, más mujeres pierden la vida en las vías.
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