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Inteligencia artificial: ¿peligro o beneficio para la democracia?

En la actualidad ya existe exclusión de 3.000 millones de personas del mundo digital.
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18 de Marzo de 2025

Iván Darío Gómez Lee
Socio de Gómez Lee y director del Centro Internacional de Mediación y Acuerdos (CIMA), abogado y profesor

En la nueva era digital, debemos tener algo muy claro: los algoritmos que usa la inteligencia artificial (IA) no tienen ética ni creencias sociales, y pueden promover antivalores en una democracia, incentivar la violencia, atacar la convivencia y menoscabar la tolerancia.

Sobre los riesgos que implica la IA, en primer lugar, se encuentra la preservación del Estado constitucional y social de derecho, en un mundo que se ha visto afectado por totalitarismos. Para los autócratas, su carta de poder para perpetuarse es la manipulación emocional de los ciudadanos (Applebaum). Con el abuso de la IA, estos gobiernos pueden conectar con las personas a partir de fuertes ideas que exacerban sentimientos de resentimiento, odio y desigualdad.

En el presente texto, se expondrán algunos de los riesgos que resultan de menoscabar derechos y amenazar la democracia si la IA se sale de control. En la academia, con un enfoque de seguridad jurídica, estamos ponderando estos peligros y potenciando los beneficios, analizando decisiones regulatorias, judiciales y empresariales que ya se están tomando en Colombia y aquellas que todavía faltan.

Los enemigos de la democracia, en su obsesión por debilitarla, pueden verse atraídos por usos impropios de la IA. Hay que recordar que la IA funciona aprendiendo y analizando grandes volúmenes de información, así como las interacciones con los usuarios, en medio de análisis desde la intimidad digital (si es que ella existe). La IA puede entrar a la esfera de la privacidad de las personas para manipular contenidos. Teras y teras de información, nunca organizadas en forma tan exacta, podrán ser utilizadas para auscultar los cimientos de cada ser humano. Invadir las esferas de los derechos a la intimidad, suplantar pensamientos e imágenes colectivos que desnaturalizan los atributos de la persona y, en masa, alterar los activos ciudadanos. Es importante tener presente los riesgos de una explotación colonial basada en la información (Harari).

Qué paradoja que la IA, que tiene tanto potencial para racionalizar procesos y recursos, llegare a ser un instrumento de abuso del poder para aumentar las desigualdades y ampliar las brechas económicas existentes, e incluso ser usada como herramienta que potencie la corrupción y los conflictos.

Los derechos del individuo como trabajador o como empresario pueden vulnerarse con herramientas monopolizadas por los dueños de las grandes compañías tecnológicas del mundo. Lo anterior rezagará aún más el desarrollo en naciones con economías emergentes (conlleva desocupación laboral y crea dependencias concentradas en unas pocas megacorporaciones). Como plantean autores como Olivé, es necesario abogar por una ética de medios y no solo de fines, que reconozca que las nuevas tecnologías no son éticamente neutrales. Al contrario, son creadas con intenciones e intereses que favorecen a grupos particulares de personas.

En la actualidad ya existe exclusión de 3.000 millones de personas del mundo digital. Dentro de esa realidad que ya es crítica de por sí, con la IA sin control, puede haber una sociedad menos inclusiva.

Sería inaceptable que nuevas tecnologías incrementen la violación de nuevas especies de derechos fundamentales, de ahí que sea imperativo derribar las barreras de acceso en condiciones de igualdad al mundo digital y que la IA tenga marcos de garantías. Además, otro riesgo inherente a la falta de control es la violación de otros derechos fundamentales protegidos desde el constitucionalismo (Ferrajoli).

Será indispensable educar y concientizar desde la política pública sobre la IA. El uso de esta herramienta es irreversible y representa una expresión misma de la interconectividad global, que también es esencial para la humanidad. Estos asuntos deben abordarse cada vez más en forma conjunta por las autoridades de cada Estado y por las organizaciones internacionales en acuerdos generales y consensos de innovación. La ponderación de la autonomía de la voluntad y las transformaciones que son necesarias con referentes de seguridad jurídica (Gómez Lee, en su tesis).

Los esfuerzos de algunos “líderes internacionales” por acabar el multilateralismo deben contrarrestarse mediante esfuerzos conjuntos, que lideren ONG y agencias de cooperación, en pro del consenso internacional en las problemáticas comunes de la humanidad.

En la coyuntura mundial, pretender logros globales puede ser demasiado optimista. Entonces, cada Estado debe poner lo mejor de sí mismo para que este nuevo huésped, la IA, todavía un extraño que debemos conducir y conocer mejor, sea un aliado y no un enemigo. Ponderar lo esbozado en esta columna y desarrollarlo con rigor es un deber que tenemos los actores sociales con alguna incidencia o liderazgo. Como lo indican la Unesco y la Ocde, es urgente una IA con marcos regulatorios adecuados, tanto en el Legislativo y el Ejecutivo y, a la vez, bien ponderada desde la justicia para frenar o evitar abusos, e incentivar el debido uso, como destaca Fernando Carrillo “los jueces son los únicos capaces de detener los excesos del mundo digital”.

Ojalá en unos cinco años podamos decir que hicimos una implementación correcta de la IA, y sostener esta tesis: La IA es un derecho esencial de los ciudadanos, que nos conduce al goce de más y mejores derechos, de tal forma que ella es relevante socialmente porque fortalece la democracia, Todavía nos falta mucho para sostener esa tesis, debemos intentarlo, usemos todas nuestras inteligencias académicas y sociales para lograrlo. Finalmente, en estos importantes temas muy recomendado el libro Derecho, poder y datos de Natalia Ángel y otros autores, así como el curso de derecho e IA de la Universidad Externado de Colombia.

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