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Actualizado hace 35 minutos | ISSN: 2805-6396

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Especiales / Reforma Tributaria


Retos y expectativas

19 de Julio de 2022

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Juan Camilo Serrano Valenzuela
Abogado y asesor tributario

jcserranov@jcsvabogados.com

 

Grandes son los desafíos que tendrá que asumir el designado ministro de Hacienda del nuevo gobierno, en distintas materias económicas, con expectativa de recesión en muchos países, guerras que impactan directamente un gran porcentaje de los insumos y materias primas de la producción básica del agro, volatilidad cambiaria y, sobre todo, por las esperanzas generadas en buena parte de la población de planes sociales y auxilios del Estado que, claramente, deberán ser financiados con recursos provenientes de una reforma tributaria que parece inminente y muy exigente para muchos contribuyentes.

 

La reforma tributaria que se avecina implica grandes retos, pues deberá garantizar estabilidad, confianza, justicia, progresividad del sistema y, naturalmente, el recaudo necesario para que las condiciones de tributación que se impongan no nos condenen a la sentencia de Napoleón: “Imponer condiciones excesivamente duras es dispensar su cumplimiento”.

 

Genera incertidumbre y preocupación, por un lado, la gran cantidad de informaciones sobre el impacto en la clase media de los cambios tributarios, pero tranquilidad por el otro, frente a la morigeración de los anuncios, el equilibrio y responsabilidad de las afirmaciones poselectivas del presidente electo, sus asesores económicos y el mismo ministro, frente al alcance de la llamada reforma estructural que se avecina. Me permito hacer algunas observaciones, mostrar mis preocupaciones y destacar posibles aciertos.

 

Es tranquilizador observar cómo se corrigen imprecisiones preocupantes del programa inicial, como el desestímulo a la producción empresarial, forzando distribución de dividendos, o el cálculo de solo 4.000 contribuyentes que aportarían los recursos requeridos de 50 billones de pesos en impuestos.

 

Acertada es la propuesta de gravar dividendos a tarifas razonables, como lo hemos sostenido desde hace años, pues no podrá predicarse la progresividad del sistema de renta si los tributos recaen en las compañías y no en sus socios, que son, en últimas, quienes efectivamente cuentan con mayor capacidad de pago y podrían calificarse, en los términos de moda, como los verdaderos ricos, cuya contribución debería aumentar en términos efectivos.

 

Sin embargo, es indudable que si se trata de incrementar la tributación de personas naturales, como desde hace muchos años se ha venido planteando, es indispensable ajustar algunos aspectos que, con el actual sistema tributario, reducen la tributación de este grupo de contribuyentes a los empleados, y se deja por fuera a quienes tienen la calidad de independientes que, en la mayoría de los casos, prestan sus servicios mediante formas jurídicas, por ser inviable su tributación con tarifas y limitaciones diseñadas para empleados.

 

El impuesto al patrimonio, por su parte, que en situaciones de grandes necesidades se justifica, ha mostrado que, con las actuales tarifas, es insuficiente, si no se ajustan aspectos estructurales del sistema, como la valoración de los activos.

 

El último año de vigencia de este impuesto, aplicable exclusivamente a personas naturales con patrimonio superior a 5.000 millones, logró recaudo de cerca de un billón de pesos, incluso pagando el tributo sobre las acciones, cuyo valor fiscal no muestra ni de cerca la verdadera riqueza del contribuyente.

 

Es necesario recordar que, incluso con tributación de las sociedades, en el 2015, año en el que se gravaron patrimonios de 1.000 millones de presos en adelante, con tarifas de hasta el 1,5 %, a personas naturales y jurídicas, la recaudación no llegó a los seis billones de pesos, suma que en poco contribuiría a los ambiciosos objetivos recaudatorios del nuevo gobierno.

 

Es indispensable, entonces, una reestructuración profunda del sistema, al menos en renta, para que se pueda hablar de verdadera progresividad en la tributación, de manera responsable, en la que los ingresos y el patrimonio de las personas naturales reflejen la realidad económica y bases de tributación justas y reales, para lograr el sistema progresivo que exige la Constitución y que esperan los colombianos.

 

Decía Jean Paul Sartre que “como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad”, y las actuales circunstancias pueden llevar a la gran frustración de amplios sectores que soñaron con cambios que, conservando un modelo de producción y crecimiento económico, generara nuevas y verdaderas oportunidades para todos.

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