Roberto Bergalli Russo. In memoriam (23 de enero de 1936–4 de mayo del 2020)
08 de Mayo de 2020
Farid Samir Benavides Vanegas, PhD
Profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Codirector Máster en Derecho Penal Internacional y Justicia Transicional
Universidad Católica de Colombia
El profesor Roberto Bergalli Russo fue durante mucho tiempo uno de los referentes de la criminología crítica en América Latina y en España. Bergalli formó parte de ese grupo de intelectuales críticos de la cuestión criminal que tuvieron su primer encuentro internacional en la Universidad de Medellín, y al cual asistieron personas de la talla de Emiro Sandoval Huertas, Alfonso Reyes Echandía, Massimo Pavarini, Dario Melossi, Louk Hulsman, Eugenio Raúl Zaffaroni, Alessandro Baratta, Rosa del Olmo, Lola Aniyar de Castro, entre otros. Este evento, organizado en 1984 por el amigo y colega Juan Guillermo Sepúlveda y con el apoyo de Juan Fernández Carrasquilla, significó un hito para la historia de la criminología en Colombia, no solo por la calidad y el número de los ponentes internacionales, algo inusitado en la academia colombiana de la época, sino porque introdujo una forma de pensamiento que iba más allá de la crítica marxista que encontrábamos en la obra de Eugeny Pashukanis o, para el caso colombiano, de Fernando Rojas Hurtado.
Bergalli estuvo siempre comprometido con la defensa de los derechos humanos y ello le llevo a engrosar la fila de exiliados latinoamericanos que huían de las dictaduras que marcaron al Cono Sur en la década del setenta. Como alumno de Luis Jiménez de Asúa era un estudiante crítico del derecho, pero fue su formación bajo la guía de Hilde Kaufmann la que le dio el olfato criminológico y la capacidad de análisis empírico y teórico de lo que luego denominaría la cuestión criminal. Hijo de un boxeador olímpico y él mismo deportista, jugador de Rugby, siempre estuvo comprometido con la defensa de los derechos de los más vulnerables, al punto de que durante la dictadura cívico-militar del 1976-1983 fue víctima de desaparición forzada y de torturas, estuvo privado de su libertad por un año, y fue solo el empeño decidido de personas como Kaufmann y del gobierno alemán lo que le permitió salvar su vida.
Con título doctoral en Argentina, Bergalli obtuvo un nuevo doctorado en España, para poder trabajar en ese país. La Universidad de Salamanca le otorgó el grado de Doctor en Derecho con el texto ¿Readaptación Social por medio de la ejecución penal?, dirigida por Enrique Gimbernat Ordeig y defendida en 1978 ante un tribunal presidido por Marino Barbero Santos. En 1980 se vincula al Instituto de Criminología de la Universidad de Barcelona, y formó parte de esa universidad hasta su jubilación.
Barcelona se convirtió en el foco europeo de muchos exiliados del Cono Sur, entre ellos Juan Bustos Ramírez, con quien creó la revista Poder y Control, revista hispano-latinoamericana de disciplinas sobre el control social, de corta duración, y en la que se publicaban estudios críticos sobre el sistema penal. En 1983 escribió, con Bustos Ramírez y con Teresa Miralles, el libro, en dos volúmenes, sobre el pensamiento criminológico, el cual fue originalmente publicado en Barcelona, y en Colombia por la editorial Temis, en aquella época en la que esta editorial era referente en las publicaciones jurídicas en el mundo de habla hispana de América Latina. Este libro hace un estudio de todas las teorías criminológicas, a las que se somete a crítica hasta llegar a la presentación de lo que debería ser una criminología crítica. El libro se ubica en la línea de libros como el de Young, Walton y Mathews La nueva criminología y el posterior Criminología crítica, o el de Pavarini Control y dominación, que en italiano se titulaba ¿Qué es la criminología?, y el de Baratta de Criminología crítica y Crítica del Derecho Penal.
Los textos de Bergalli, y de muchos de los autores del grupo que asistió al evento de Medellín, sirvieron en la formación de una generación que tenía una mirada crítica sobre el Derecho y la Criminología. La relación pensamiento crítico y defensa de los derechos humanos se hizo normal y muchos abogados formados en esta corriente de pensamiento terminaron dando el salto hacia la defensa de los derechos de los presos políticos, de las personas privadas de la libertad o de las víctimas del terrorismo de Estado. Tal vez, uno de los análisis más lúcidos sobre la función de jueces y abogados en la perpetuación de un régimen de represión se halla en el estudio preliminar que Bergalli hizo a la obra en español de Rusche y Kirchheimer, Pena y estructura social, también publicada por Temis y traducida por otro criminólogo exiliado Enrique García Méndez.
En el año 1996 invitamos a Bergalli a una conferencia en el Ministerio de Justicia y del Derecho, en esa época bajo el mando de Carlos Medellín. Bergalli aceptó inmediatamente, dada su amistad con las víctimas del Palacio de Justicia Emiro Sandoval y Alfonso Reyes. En esa ocasión pude conocerlo por primera vez y hablar con él. Le pasé un trabajo que había hecho sobre crítica al derecho desde una perspectiva Habermasiana, como la defendida por Baratta en el epilogo al texto sobre criminología crítica. Al poco tiempo me llegó una carta aceptándome al Máster en Sistema Penal y Problemas Sociales que él dirigía en la Universidad de Barcelona. Ese año pude adentrarme a fondo en la lectura de los textos clásicos de la criminología crítica y conocer de cerca a muchos de sus exponentes, todos ellos muy amigos de Bergalli. Durante esta estancia, recibimos la trágica noticia de la muerte de Eduardo Umaña, un hecho que le afectó mucho, no solo por la amistad que los unía, sino por el compromiso que siempre tuvo de denunciar los crímenes cometidos en el Palacio de Justicia. Como consecuencia de mi estancia en el máster logré, luego de muchos esfuerzos, que me permitiera hacer mi tesina en Inglaterra y mandarles los trabajos desde Londres. Como profesor, era una persona muy exigente, pero que escuchaba con atención las opiniones de sus estudiantes. Pero como director de la tesina pude conocer una faceta más humana, pues los correos que me enviaba ya no solo hablaban de mis avances en el desarrollo del trabajo, sino del Mundial de Fútbol y del papel que jugó Argentina en el mismo. Disfrutó mucho, como lo hice yo, la victoria de Argentina contra Inglaterra en ese mundial. Esa misma faceta la pude comprobar en otras ocasiones en las que quedábamos para comer. Él cocinaba la pasta, como italiano que era, y luego era muy común terminar la conversación viendo un partido de Rugby junto con su esposa Serena.
Bergalli tenía no solo una capacidad de escritura muy amplia. También tenía esa habilidad para combinar diferentes pensamientos. Su mirada no era simplemente la del penalista ni la del criminólogo. Estaba al tanto de la literatura sobre los nuevos cambios sociales y eso le permitió introducir, en el ámbito latinoamericano, la cuestión de la globalización en el derecho penal. Producto de ello fue el evento que organizamos con su ayuda en la Fiscalía General de la Nación en el año 2000 y que se tituló Sentido y contenidos del Sistema Penal en la globalización, al cual asistieron profesores de varios países. Debo decir que los conferenciantes que él recomendó fueron los que tuvieron un mejor recibimiento, como Giuseppe Mosconi y Sergio Moccia. El segundo día del evento, los tres profesores aceptaron una invitación a conversar con los y las estudiantes en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Este encuentro fue todo un éxito y mostró la capacidad formativa de un profesor como Bergalli.
Es curioso que se le haya presentado como criminólogo, cuando en sus estudios siempre rechazó este tipo de calificaciones. Si acaso podríamos decir que era un crítico de la cuestión criminal y del poder del Estado. Fue muy crítico del derecho penal y de la judicatura de la dictadura argentina. En los últimos años se dedicó a publicar sobre la memoria y sobre temas que podríamos calificar de justicia transicional. Él cuestionaba estos conceptos, en especial el de memoria histórica, con el cual no estaba de acuerdo porque le parecía que era un pleonasmo y que no recogía de manera adecuada el pensamiento de esa víctima del universo concentracionario que fue Maurice Halbwachs. En momentos en los que el pensamiento crítico se hace cada vez más necesario, debemos volver a esa corriente de pensamiento latinoamericano que se apropio de las tradiciones europeas para crear un nuevo paradigma, el de la criminología de la liberación latinoamericana.
Estamos en una época en la cual las desigualdades sociales se hacen más evidentes y en medio de una crisis que producirá una transformación de las relaciones de poder en el mundo y, en particular, en América Latina. El uso de los aparatos represivos del Estado y la necesidad de enfrentarlos críticamente hace más actual que nunca esta visión de la cuestión criminal. Pensadores como Bergalli nos pueden servir de guía para encontrar por fin esa utopía a la que caminamos paso a paso, una sociedad igualitaria en la que todas las personas puedan vivir en condiciones de dignidad.
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