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Actualizado hace 36 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector


La elegancia de comunicar: un verdadero esfuerzo intelectual

19 de Julio de 2022

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Nota:
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Ledy Armirola Garcés
Doctora en Comunicación Audiovisual, Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Complutense de Madrid (España)

Isué Vargas Brand
Doctora en Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid (España)

 

Con el auge de las redes sociales y los servicios de mensajería, hemos cambiado nuestra percepción sobre la comunicación, pasamos de discutir sobre la importancia de comprendernos a través del mensaje, a darle importancia a la interacción por medio de él. De esta forma, la inmediatez, la brevedad y la espontaneidad han comenzado a ser el centro de la discusión.

 

Mientras que, para muchos, comunicar se ha convertido en un ejercicio permanente de concisión (tratar de decir mucho en pocas palabras), otro grupo insiste en continuar en el extremo y traer a escenarios personales y profesionales vocabularios pretensiosos, cargados de rimbombancias y suntuosidad como una forma de mostrar poder, intelecto o conocimiento. 

 

En Colombia, muchos documentos públicos están lejos de ser una herramienta de información y comunicación para los ciudadanos. Y eso es una muestra de la importancia de formarse para aprender a usar un lenguaje sencillo y claro.

 

Si la finalidad de la comunicación es llegar al entendimiento y la comprensión por medio del mensaje, probablemente estamos frente a una dicotomía que dista de llevarnos a un verdadero ejercicio de comunicación asertiva. Hay que salirse de los extremos.

Las trivialidades y los modismos no facilitan el entendimiento del mensaje, la brevedad debe ser ante todo sinónimo de coherencia y claridad; en el mismo sentido, los eufemismos, los extranjerismos y los polisilabismos (usar palabras innecesariamente largas) también entorpecen la comunicación y, para quienes están convencidos de que les da estatus, lamentamos informarles que se pierde la elegancia propia de la buena comunicación.

 

En escenarios académicos y profesionales, como en el Derecho, donde son ampliamente aceptados los tecnicismos por ser una forma propia y natural de compartir conocimientos sobre la disciplina, también es necesario revisar cuándo la comprensión del mensaje se entorpece por el uso desmesurado de palabras, términos, frases y extensiones que solo distancian al interlocutor. El Derecho, ante todo, debe ser una vía de comunicación técnica y práctica, que debe evitar perderse en figuras literarias que no aportan a la solución jurídica.

 

En la escritura jurídica, la complejidad obtusa y sobrante solo habla del ego del autor(a) y, quizás, podría significar un vacío frente al verdadero propósito, que es comunicar algo a un público concreto.

 

No es fácil escribir sencillo y breve; comunicar de forma simple (siendo técnico). Lo complejo es quizás uno de los retos más difíciles que tiene la ciencia jurídica colombiana. Llegar a complejidades técnico-científicas requiere de muchos años de investigación; comunicar los resultados de forma comprensible es otro proceso y ¡gran reto!, del que nunca se debe parar de reflexionar.

 

En todo ejercicio de comunicación, hay que recordar quién es nuestro público y tener claro cuál es el objetivo del mensaje, revisar si utilizamos adecuadamente los canales y usar solo las palabras necesarias para expresar con claridad lo que se quiere decir. Recordemos la frase del gran Leonardo da Vinci: “La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable”.

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