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Actualizado hace 12 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector


William Fadul y su vocación literaria

15 de Mayo de 2023

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Nota:
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Jaime Viana S.

 

Tuve la suerte, en mi calidad de reportero económico, de disfrutar de la confianza y amistad de William Fadul Vergara, un ingeniero químico, costeño y sabanero, calificado por uno de sus más cercanos amigos, Miguel Gómez Martínez, como “el último de los grandes líderes de la edad de oro del gremialismo colombiano”.

Excelente y locuaz conversador, hombre culto, dueño de unos apuntes y una sonrisa inigualables, sumó a sus dotes de dirigente gremial, desde la presidencia de Fasecolda por cerca de 30 años, su vocación por la narración de historias con énfasis macondiano con una pulcra escritura y un lenguaje impecable.

Nacido en Sahagún, Córdoba, Fadul recurrió frecuentemente para su producción literaria a los recuerdos del terruño, pero en una de sus más recordadas producciones “Colombia Lúdica… ¡Ay, Colombia!” invoca desesperadamente su angustia por la patria.

Llegó al gremio de los aseguradores en 1976, “sin haber leído nunca una póliza”, como alguna vez me lo confesó, pero antes se había destacado como columnista de prensa, colaborador de revistas y activo conferencista y describía la tarea de escribir como una actividad colateral, que alimentaba sus inquietudes culturales.

Siempre demostró que la política y la literatura eran su gran pasión. En época prelectoral acostumbraba a convocar en su sede de trabajo a periodistas de diversos medios y a dirigentes políticos cercanos para incurrir en lo que él llamaba una “orgía de chismes”.

Decidió estudiar y hacerse ingeniero, pero nunca se alejó del mundo de las letras que le inculcó su padre desde cuando compraba libros para su pequeño negocio familiar y en los cuales William Fadul se refugiaba ávido, entonces, por conocer lo que pasaba en el mundo.

Como lo recuerda el colega Jorge Emilio Sierra Montoya en su libro Líderes empresariales, Fadul perteneció a un grupo de jóvenes intelectuales y algunos de sus versos eran publicados en El Colombiano, al tiempo que dirigía la revista de su facultad de la que igualmente era editor, redactor, vendedor y hasta mensajero.

Juan Lozano, prologuista de una de sus innumerables obras literarias dijo que “su sensibilidad estética y su compromiso de patria se entrelazan, página tras página, siguiendo el itinerario emocionante a partir de los recuerdos, con escalas hondas en el rubor, la fuga, la congoja y el temor hasta llevarnos a un puerto de esperanza en el que aguardamos su próximo libro…”.

En el mundo de la narrativa recurría con frecuencia a los recuerdos de su juventud andariega, el macondismo y a la picaresca de su tierra natal, todos recogidos en una variada producción.

‘Colombia desde mi atalaya’

Sobresale entre sus publicaciones Colombia desde mi atalaya, una recopilación de las columnas de opinión y ensayos publicados en El Tiempo entre 1969 y 1973, atendiendo una invitación que le hizo el entonces director del diario, don Roberto García Peña.

En su nota de presentación del libro, en pasta dura, que data de noviembre de 1976, Fadul argumenta que “estos escritos son solo para quienes quieran saber cómo pensábamos y opinábamos entonces sobre un país muy diferente al actual y se lamentaba de cosas esenciales que seguían vigentes: la problemática del desarrollo y del desequilibrio social y regional; y la corrupción, la violencia y la inseguridad”.

Distribuidos a lo largo de cinco capítulos se leen ensayos sobre la futurología y las predicciones y agudos planteamientos sobre la empresa, la administración y los ejecutivos, la productividad y el desarrollo, el trabajo, los salarios y el empleo y reflexiones personales sobre asuntos varios y la “era del macondismo”.   

‘Navegador de recuerdos’

El pequeño mundo que llevamos por dentro ha sido injusto con la memoria, uno de los haberes fundamentales para la creatividad humana, porque los recuerdos en ella guardados se vuelven dóciles y fieles cuando se los estimula con la promesa insulsa de darles vida eterna en la letra perdurable de los libros.

En estos términos nos introduce Fadul en su libro Navegador de recuerdos, un recuento de anécdotas de su periplo como viajero empedernido con una sola pretensión, modesta en su expectativa, pero ambiciosa en su sentimiento, “darles permanencia a rememoraciones del autor y a momentos vitales de tantos más que actuaron entre la imaginería y la realidad de los hechos que aquí se narran”.

Al referirse en un acápite especial a Cartagena de Indias la describe así: “Aprisionadas dentro de sus murallas de piedra, las gentes de Cartagena han vivido del encanto de su arquitectura centenaria, de los aromas del Mar Caribe, de la ondeante relación entre blancos y negros y de los recuerdos de un pasado heroico que alimenta el alma y empobrece el cuerpo”.

‘Colombia lúdica… ¡Ay, Colombia!

Obra literaria compuesta por quejidos cotidianos, sinceros, doloridos y hasta profanos… siempre con delirios de paz. En el exordio queda claro que recoge la pesadumbre de un colombiano entristecido que, aun cuando siente que la patria se nos está colando entre los dedos, sueña con la paz perdida. “Ni poesía ni cantos inspirados, como los que pergeñan vates iluminados. No, nada de eso. Son sentimientos primarios, auténticos, surgidos desde muy adentro y expresados en prosa simple con arquitectura de verso libre”.

 

Me abruma Colombia,

madre de fugitivos y de ausentes,

nación esquiva que arrincona la desgracia

de sus turbas miserables, desarraigadas.

 

Me abruma el esplendor que iluminaba

su cándida pureza cuando volaron hacia Él,

entonando un lamento de su raza:

Señor, ¡te buscamos y no te hallamos!

‘Cuentos Lúdicos… para los desvelos’

Se trata de diez cuentos cortos, escritos en el 2004 y concebidos con mucha imaginación. Las narraciones, con las cuales el autor pretende aportar un poco de felicidad al lector, van desde almuerzos eróticos y recuerdos azucarados hasta los amores de dos adolescentes en un platanar.

Al mismo tiempo, sus historias se mueven en mundos tan distintos como las fantasías de los gatos, los sueños parisienses de jovencitas bohemias, los besos ardientes y la fuga de la poesía que produce catalepsia. La obra nace de manera espontánea cuando el escritor observa a personas que lo rodean, sueña con ellas, las describe y las lleva a navegar por un mundo de fantasías.

Pero importa una aclaración no pedida, del autor:

“Hay dos maneras de escribir cuentos:

una para producir literatura;

otra para entretener al lector.

Yo utilizo la segunda”. 

¿Cómodo yo?

Una narración hecha con humor y picardía sobre la pereza gerencial. 

¿Cómodo yo? trae consigo un análisis de la condición humana y de las singularidades propias de las personas tanto en su desempeño individual y familiar como en las actividades que ejercen, día a día, en las empresas y organizaciones a las cuales les entregan la mayor parte de su vida útil.

El autor, con base en su larga experiencia corporativa, examinó algunas de esas características y las vinculó a conductas de las que, según él muy pocos nos escapamos, características que llevan a la figura de la comodidad gerencial, que bien puede acabar con muchas empresas.

Con su Picaresca y cantares de la costa Atlántica, una de sus primeras obras, William Fadul, quien se autodefinía como un “cómodo de nacimiento”, emprendió viaje hacia una nueva dimensión cuando apenas despuntaba el diciembre del año que dejamos atrás.

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