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Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector

Opinión / Ámbito del Lector


Breve crónica de una pasantía en la cárcel

30 de Abril de 2015

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Nota:
18192

Natalie Jiménez

Estudiante de Derecho Universidad Libre

 

Desde el día en que comencé mi pasantía en la cárcel de Fusagasugá hasta hoy, tengo una imagen completamente diferente de lo que es una cárcel y de lo que viven día a día los reclusos. La realidad no es como la pintan en las películas, ni en las novelas colombianas, se trata de un mundo desconocido para quienes nunca han pisado un establecimiento carcelario.

 

Adentro hay que cumplir reglas, así se haga parte del área administrativa, esto, con el fin de evitar que nuestros actos generen algún problema de seguridad. El primer día recibí la inducción correspondiente y lo más importante, instrucciones precisas sobre qué se debe y no se debe hacer dentro del establecimiento, cómo debe ser el comportamiento o la manera en que debe uno dirigirse a los internos, y qué debe hacerse en caso de emergencia.

 

Por mi parte, tuve que meterme de lleno en el área penal, que nunca fue mi favorita en la universidad, ya que antes había trabajado en un juzgado civil, pero poco a poco he ido aprendiendo del tema a través de las sentencias más relevantes, la asesoría de la coordinadora jurídica y, por supuesto, de la nueva norma que cambió los beneficios para los internos. La primera brigada jurídica no fue fácil, ya que no se realizaba desde hacía varios meses y tampoco había judicante, así que al pasar la lista se inscribieron 65 internos de los 267 que hay en el establecimiento. El número de internos sube todos los días y por suerte el defensor público asignado a esta cárcel me acompañó en las primeras asesorías en la Reja 3, que es donde los internos pasan a recibir a sus abogados. Conforme iban pasando los días, sentí más confianza en el trato con los internos, y podía responder con mayor seguridad a sus preguntas.

 

También dejé de mirarlos con miedo y desconfianza. Luego ocupé mis días en resolver las solicitudes de todos los que habían pasado por la brigada, aprendiendo por el camino qué es una redención, cuáles son los requisitos para solicitar una libertad condicional o una domiciliaria, un permiso de 72 horas e, igualmente, que los internos están clasificados en diferentes fases dentro de los establecimientos: alta, mediana y mínima seguridad y confianza, de manera que, dependiendo de esa clasificación, pueden o no obtener los beneficios de ley.

 

Son muchos los aspectos jurídicos que se deben tener claros, pues en ocasiones los internos saben más que uno. Lo importante es ganar confianza en lo que se ha estudiado y hablar con seguridad al momento de dar cualquier información jurídica, ya que muchos no solo tienen inquietudes en el área penal, sino también en temas como la insolvencia, especialmente aquellos que no pueden pagar las multas interpuestas al momento de la pena. Otros temas de su interés son el Derecho de Familia y los derechos de petición. En medio de la asistencia jurídica, también hago un poco de sicóloga y escucho los problemas que tienen. Valoran mucho el ser oídos y lo agradecen.

 

A la fecha, he realizado más de cinco brigadas jurídicas. Se llevan a cabo cada 15 días, para tener tiempo suficiente y solicitar cómputos, desglosar conductas, enviar las solicitudes a los internos para que las firmen y las devuelvan, elaborar el oficio que va dirigido al juzgado de ejecución, pasarlo para la firma del director del establecimiento, esperar a que llegue al juzgado, entregar allí entre 10 y 15 solicitudes de internos, e iniciar nuevamente en la siguiente semana. No es sencillo elaborar todos los documentos, pero intento estar bien organizada para clasificar las solicitudes de los internos con el fin de darles una pronta respuesta del juzgado. Trabajo con rapidez, pero con mucho cuidado de lo que hago, porque una solicitud que vaya incompleta será una petición negada para los internos, y algún error que se cometa en el envío de las solicitudes puede significar días o meses de más en la cárcel.

 

He escuchado de muchos internos que esta es la experiencia más difícil de sus vidas. Los que llegan de La Picota o La Modelo ven lo bueno y lo malo de estar en un establecimiento más pequeño, y la mayoría salen con la idea en la cabeza de no querer regresar nunca más a la cárcel. Otros, por desgracia, salen pensando en qué delitos pueden cometer antes de que vuelvan a ingresar al establecimiento, pues su vida gira en torno a las entradas y salidas de la cárcel. He podido ver en varias hojas de vida de internos que no superan los 25 años que han entrado más de cuatro veces a la cárcel por corto tiempo. Luego salen y vuelven a ingresar. Por fortuna, están los que trabajaron en la cárcel, demostraron buen comportamiento, aceptaron que cometieron un error y juran que jamás piensan volver, pues estando allí, valoran más que nunca la libertad, el tesoro más grande de todo ser humano.

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