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Actualizado hace 3 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Ámbito del Lector


Marco Gerardo Monroy Cabra, a un año de su fallecimiento

14 de Enero de 2021

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Nota:
49860

Jorge Enrique Valencia

Miembro de número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia

 

La vida pasa rápido, muy rápido, tanto, que casi no la sentimos y únicamente advertimos sus crueles aletazos y agonías, cuando alguien muy cercano a nosotros se ausenta definitivamente, dejando profundos y hondos trazos de dolor y aflicción en nuestros corazones. Ante la muerte del ser querido no se encuentra la paz ni el sosiego, y apenas pálidos reflejos del misterio final. ¡Lo sabré yo! Pero bueno, las generaciones nos suceden, unas tras otras, y la que remplazamos con Marco Gerardo Monroy Cabra, y muchos más, está por terminar. Y como la otra vida nos espera, los que nos siguen ocuparán nuestro lugar, como sucede con todas las cosas.

 

Lo vine a tratar, y mejor a conocer, en la Academia Colombiana de Jurisprudencia, en donde prontamente observé su sencillez y bonhomía, la preparación y la riqueza de sus conocimientos, su destacada talla intelectual y moral, su conversación de igual a igual con los señores académicos, y con el vientecillo romántico de las olas encrespadas que llegan al puerto, cercano siempre a la pesquisa y a la investigación científica, a la manera de los viejos abates que no renuncian a su destino, ni a sus reglas, ni a sus principios tutelares.

 

Para destacar más sus ideales, percibí -y aquí otra de sus notabilidades-, que manejó con austeridad, celo y responsabilidad los recursos y dineros públicos y privados de la institución, como si fueran los suyos, que mucho lo honra. Nada de excesos o desabridos.

Y como los viejos maestros de feliz formación y los juristas de verdad -no los de ficción y mentira- jamás trató de sobresalir con excesos y destemplanzas, para hacer sombra a los demás, ni de montar shows -valga la voz inglesa-, o espectáculos forzados y fáciles en este mundo frívolo en donde todo sigue igual y nada cambia. ¡Pobres de nosotros que nos vemos obligados a poner tierra en medio! Nada de esto necesitaba el doctor Monroy Cabra y no los necesitaba, porque era dueño en un ritmo feliz y exigente, de un vigoroso suelo intelectual y de una amplia cultura universal, que lo hacían acreedor al respeto de todos.

 

A sus conocimientos sólidos y penetrantes, siguió la acción, como los días eternos y las noches fulgurantes, llenos de soles y estrellas que se entrecruzan y pierden en el infinito, no sin antes dejar su impronta -con vibrante luz y extensos horizontes-, en la apasionada defensa de la juridicidad y el Derecho.

 

En los días de sus años, sirvió a la administración de justicia, con honradez y disciplina, dignidad y señorío, sin opacas luces ni tolerancias indebidas. Juez Civil de Bogotá, magistrado de la Sala Civil y de la Sala de Familia del Tribunal Superior de Bogotá, magistrado y Presidente de la Corte Constitucional.

 

No podía faltar en la intelectualidad de tan dignísimo y estudioso abogado su ingreso como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, tomando posesión del cargo el 26 de mayo de 1975, con el trabajo intitulado Influencia de la Corte Internacional de la Haya en desarrollo del Derecho Internacional. A lo claro, y por sus méritos, miembro de número de la corporación, presentando el ensayo Los derechos humanos y la democracia representativa.

 

Escritor infatigable y lúcido, destinó sus mejores esfuerzos -con una prosa limpia, tersa y meditada- a producir textos y libros, más libros y textos, y un sinnúmero de ensayos y artículos fecundantes, como los grandes talentosos juristas, sin que faltara el desinteresado reconocimiento de sus contemporáneos y discípulos, acatando, eso sí, el orden y la tradición que siempre lo caracterizaron y que nunca abandonó.

 

Para no repetir lo que todos conocemos, en cuanto a su extensa producción bibliográfica, me remito a los opúsculos escritos por los distinguidos letrados e historiadores de nuestra Academia, como Fernando Mayorga García (Presidentes de la Academia Colombiana de Jurisprudencia) y Hernán Alejandro Olano García (Mil juristas), publicaciones que documentan con exquisita puntualidad y rigor el valor auténtico de su obra mayor, patrocinada en excelente momento y con los mejores sueños dialecticos e intelectuales por las albricias de la Academia y con mucho gusto de todos.

 

El doctor Monroy Cabra nació en Chiquinquirá (Boyacá) el 6 de junio de 1940 y su existencia corporal se eclipsó en Miami (EE UU) hace un año (el 19 de diciembre del 2019). Egresado de la Universidad del Rosario, fue el decano de la Facultad de Jurisprudencia y profesor emérito y honorario.

 

Mucha falta nos hace en la Academia Colombiana de Jurisprudencia el jurista desaparecido, hombre de juicio maduro y, en especial, bueno y justo. Y como soy dueño de lo mío, lo llevo siempre en mis recuerdos y repasos, por ello merecerlo. El silencio nos sumerge en la soledad, con su cortejo de amargura y, a pesar de esto, debemos vivir. El silencio -como escribiera un poeta acrisolado-, es un rito. Seguir sus huellas y su ejemplo nos harán mejores cada día.

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