23 de Noviembre de 2024 /
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“Pese a lo que se suele difundir hasta hoy en la mayor parte de clases, Kelsen no nos dio una pirámide”

28 de Octubre de 2024

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“Pese a lo que se suele difundir hasta hoy en la mayor parte de clases, Kelsen no nos dio una pirámide”

En 1934, un año después de dejar su cátedra en la Universidad de Colonia, Hans Kelsen publicó la primera edición de su obra Teoría pura del Derecho. Distante de Europa como causa de la Segunda Guerra Mundial, y ya asentado en EE UU, incluso nacionalizado desde 1945 cuando dijo “La mayor alegría de mi vida fue ser el primer profesor despedido por Hitler”, publicó, en 1960, la segunda edición de esta obra, la cual fue traducida en español en 1979.

Noventa años después de la primera edición en alemán de esta obra y de 45 años de la traducción al español de la segunda edición, Teoría pura del Derecho no pasa inadvertida ni en las aulas ni en las decisiones judiciales. Con diferentes matices, Kelsen y su obra cumbre siguen siendo un referente explícito o implícito en la labor y en la vida jurídica.

En ese contexto, ÁMBITO JURÍDICO conversó con el profesor Édgar Hernán Fuentes-Contreras, de la Universidad de los Andes (Chile), sobre Hans Kelsen y la Teoría pura del Derecho. Fuentes es abogado de la Universidad de Antioquia, magíster en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia y es doctorando en Derecho de la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y en Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla (España). Además, fue coordinador y coautor de la obra Hans Kelsen, una teoría pura del Derecho. 

ÁMBITO JURÍDICO: ¿Por qué sigue tan vigente Kelsen y su obra?                      

Édgar Hernán Fuentes-Contreras: Hay muchas formas de verlo, pero creo que una manera prudente de acercarse a ese punto (e intentando derrumbar ciertas inexactitudes) es que a Kelsen y a su teoría, por un lado, se le identifica (erróneamente) con la defensa que se hizo en los juicios de Núremberg, y, por otro, usando un término del profesor Diego Eduardo López, por las lecturas transformadoras que se han dado alrededor de su obra.

Por supuesto, esto no niega lo impactante de las ideas y de las pretensiones del autor, pero se ha generado un “mito” alrededor de Kelsen y su obra, en algunos casos, desafortunado, especialmente, si uno se quiere tomar en serio al autor.

Á. J.: Por lo que menciona, ¿hay un vínculo de Kelsen con lo sucedido en Alemania y que llevó a la Segunda Guerra Mundial?

É. H. F.-C.: Para nada. A lo que me refiero es que un sector de la doctrina –quizás por desconocimiento– ha dicho que la teoría de Kelsen sirvió para sostener ese régimen y de ahí que se haya identificado la defensa realizada durante los juicios con los postulados kelsenianos. Pero hay que recordar que Kelsen era de origen judío y fue esta razón por la que terminó saliendo de la cátedra que tenía en Colonia y después se va, cuando todo empeora, a EE UU.

Además, existen evidencias de cómo autores que apoyaron el régimen nazi desprestigiaban la teoría kelseniana; lo cual era “normal”, por así decirlo, también en otros ámbitos del saber, tal como hicieron, por ejemplo, dos premios Nobel de física, Philipp Lenard y Johannes Stark, contra teorías como la de Albert Einstein, básicamente por su origen judío.

Ahora bien, tampoco ayudó que cuando se le preguntó a Kelsen años después sobre la legalidad del Derecho surgido durante el III Reich, dijese que era legal; lo único es que las personas olvidan un calificativo usado por el autor “lamentablemente”, lo que demuestra que, pese a su concepto de “legalidad”, no es que estuviese de acuerdo o avalase ese Derecho y menos sus consecuencias.

Á. J.: ¿A qué se refiere cuando habla de las “lecturas transformadoras” de la obra de Kelsen?

É. H. F.-C.: Aristóteles decía que “cada uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”. Pues bien, lo que producimos una vez sale a la luz pierde un poco o mucho de nosotros. Entre las reflexiones sobre esto es bastante interesante, también por el contexto, lo que escribe Heidegger en Carta sobre el humanismo. Pero volvamos a Kelsen. Creo que el dilema, y de eso era consciente Kelsen y lo aspiraba de cierta forma, es que la teoría pura iba ser utilizada por distintas visiones. Era una apuesta metodológica y que, por ende, pretendía responder con suficiencia ajena a las visiones que estaban alrededor. Sin embargo, por más “neutral” que pretenda ser al momento de leerse, el lector le da su interpretación: lo asocia con lo que tiene cerca, con lo que conoce, con lo que ha vivido.

Eso transforma y le da vida a la obra. En ese sentido, parafraseando a lo que decía Sábato sobre la literatura puramente latinoamericana, creo, respecto a la obra de Kelsen, aunque no solo de él, que “es legítimo decir que somos sus herederos y a la vez algo diferente”.

Á. j.: ¿Es eso negativo?               

É. H. F.-C.: Depende a lo que hagamos referencia. Si la intención es respetar las ideas del autor, lo es. Si se asume que no es la idea original de Kelsen, sino una adaptación no lo sería tanto, y además sería ético así expresarlo. De cualquier manera, creo que hay que tener cuidado, y no solo con Kelsen, pero en ocasiones queremos solo pararnos en hombros de “gigantes”, y ahí está el principal error; tal como sucede, por ejemplo, en la práctica jurídica cuando se cita una sentencia descontextualizada y solo debido a que el párrafo “me sirve” para mi argumento.

Precisamente, esa descontextualización llevó a Kelsen a diferentes discusiones. Si bien hay toda una historia alrededor de lo acontecido, es muy interesante en esa dirección el llamado debate de Kelsen con el profesor argentino Carlos Cossio.

Á. J.: ¿Se puede decir que el mayor aporte de Kelsen fue su pirámide?

É. H. F.-C.: No. Inclusive, pese a lo que se suele difundir hasta hoy en la mayor parte de los salones de clases, Kelsen no nos dio una pirámide. Es una idea extendida comúnmente y que se instaló en el inconsciente jurídico. En realidad, esa idea gráfica suele atribuirse a Adolf Merkel, discípulo de Kelsen y a quién el propio Kelsen le reconoció su aporte y autoría –eso sí en lectura de su obra–. Kelsen hablaba más bien de sistema escalonado, jerarquizado.

El modo de orientar esa idea y de diseñarla, de hecho, se debe conectar con el conocimiento que tenía Kelsen de la obra de Dante Alighieri. Si revisamos la Divina Comedia se podrá entender mejor esa idea de escalonamiento. Gráficamente, puede ser muy útil la obra de Sandro Botticelli sobre los círculos del infierno, o, mejor, la alegoría de La Divina Comedia y Florencia de Domenico di Michelino, allí se ve ese modelo escalonado. No se puede olvidar que Dante no era un autor desconocido por Kelsen, sino que tenía sobre él una predilección al punto de que su tesis de grado se tituló “Teoría del Estado de Dante Alighieri”.

Á. J.: Se nos quedan otras preguntas, pero no podemos terminar sin consultar, ¿qué autores recomendaría en relación directa con la obra de Kelsen?

É. H. F.-C.: Una pregunta muy difícil. Al final, es algo de predilección y seguro se me pasaran algunos. Pero optaré por nombrar primero a unos referentes con vínculo estrecho con Colombia y que ya no están con nosotros: Benigno Mantilla Pineda, Carlos Gaviria Díaz y Luis Villar Borda.

Ahora de las personas que siguen produciendo magníficos trabajos o los tienen con gran seriedad, en nuestra lengua, sin duda, Juan Antonio García Amado, Óscar Sarlo, Ricardo Guibourg, Óscar Correas. Y si me permite, finalizar con cuatro nombres que no pueden faltar: el profesor chileno Carlos José Errázuriz, el profesor de Argentina Diego Luna y, por Colombia, David Sierra Sorockinas y Gonzalo Ramírez Cleves. De hecho, el trabajo del profesor Ramírez Cleves va más allá de conocer y a difundir a Kelsen, es un trabajo que entusiasma, invita a la rigurosidad, a compartir y, diría yo, a mantener esa idea de crear ciencia jurídica, que bien se puede replicar con otras grandes obras y autores.

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