Litigio, puro y duro: ¿siempre es necesario?
El abogado que más sabe no es aquel que en todos los casos decide ir a juicio por demostrar que es un “guerrero”.
15 de Abril de 2025
Miguel González Sánchez
Abogado litigante, especialista en Derecho Penal y conjuez
Los abogados penalistas por naturaleza somos guerreros que asistimos a los estrados judiciales a dar luchas que otros no dan, a defender personas que han cometido delitos que para la mayoría de la sociedad resultan repudiables, a defender con firmeza la causa de nuestro cliente procurando siempre la conservación del Estado social de derecho. Ello en muchas ocasiones nos implica enemistades, disidentes, rechazo, entre otras circunstancias, pero lo cierto es que eso poco importa, la trascendencia de nuestra labor es superior a cualquiera de las situaciones antes dichas.
Pese a esa vocación de firmeza, no se puede desconocer que en algunos casos existen causas donde la prueba recaudada resulta determinante, esto es, que se puede acreditar plenamente ante un juez de la Republica la responsabilidad penal de quien se encuentra investigado. Es por ello que, si bien siempre debemos estar dispuesto a luchar por la causa de forma incansable, en ocasiones tenemos que ser lo suficientemente flexibles e inteligentes para entender en qué casos una salida alternativa, vía aceptación de cargos, preacuerdo o principio de oportunidad, puede resultar la mejor estrategia, sin que esto signifique necesariamente una “perdida”.
Diferente al mensaje que muchos venden, esta puede resultar siendo una decisión sabia. No resulta lo mismo recibir una condena con una rebaja del 50 %, con la posibilidad de acceder a algún tipo de beneficio, a recibir el 100 % de la condena, resultando obligatorio pagarla en un establecimiento carcelario y sometiéndose al desgaste personal, familiar y económico que genera un proceso penal. Ahora, todo eso se debe sopesar de acuerdo con el delito, circunstancia de tiempo, modo, lugar y las decisiones de los órganos de cierre frente a la viabilidad del asunto.
Para la muestra, en EE UU las figuras de los plea guilty –declaración de culpabilidad– y los plea bargaining –declaración de culpabilidad basada en la negociación– tienen suma trascendencia en su esquema procesal, porque el 95 % de los casos penales terminan por ese medio[1], mientras que, en el sistema colombiano, no llegamos al 30 %. De esto, valga señalar, también se han encargado los órganos de cierre, quienes, mediante decisiones desbordadas, prohíben la celebración de acuerdos en casos donde esta es la mejor salida.
Lo cierto es que la finalidad de esta reflexión es generar un llamado: el abogado que más sabe no es aquel que en todos los casos decide ir a juicio por demostrar que es un “guerrero”. El gran abogado es aquel que reflexiona, analiza el asunto con objetividad y antepone el ego frente a los intereses del cliente, que al final es el único que importa. Esto lo digo porque lastimosamente estamos en un ambiente en el que se ha vendido la idea de que todos los casos se deben llevar a pleito mediante litigio puro y duro, cuando existen algunos en los que la mejor salida es una buena negociación, sin que eso nos haga buenos o malos abogados.
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[1] Cerón, 2014, pág. 94.
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