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Informe


En materia de política industrial, los atajos no hacen camino

La desarticulación de los programas que buscan mejorar la competitividad del país genera confusión para el empresario e, incluso, para el propio Estado.
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31 de Octubre de 2013

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Carolina Solano M.

Consultora en Derecho del Comercio Internacional y socia de VS+M Abogados

csolano@vsmlegal.com

El gigantesco déficit de una política industrial y agroindustrial colombiana ha generado la proliferación de un gran número de programas que buscan mejorar la competitividad de los productos y servicios hechos en Colombia, en aras de fomentar las exportaciones nacionales en el marco del proceso de integración de la economía colombiana en el mundo globalizado.

Los programas persiguen este mismo objetivo desde focos ligeramente distintos, unos desde lo regional, otros desde apuestas temáticas, como la innovación, y otros desde lo sectorial. Estas iniciativas son deseables, ya que han sido esfuerzos del Estado por impulsar la industria. Sin embargo, observamos con preocupación que existe una notoria desarticulación entre estos programas, lo que genera duplicidad de esfuerzos, gastos, confusión y contradicciones entre los resultados de cada uno. 

Veamos. Por una parte, Colombia hace varios años creó Proexport, que promociona las exportaciones no tradicionales con potencial en mercados extranjeros, la inversión extranjera directa y el turismo. Por otra parte, desde el 2010, se implementó el Programa de Transformación Productiva (PTP), que busca mejorar la productividad y competitividad sectorial, ayudar a las empresas que pueden beneficiarse de oportunidades surgidas de los acuerdos comerciales, con una oferta exportable más sólida, y facilitar la relación entre el sector público y el privado.

También encontramos a iNNpulsa, que fomenta la innovación y el emprendimiento dinámico, la búsqueda de nuevos vehículos de financiación para los emprendedores y el fortalecimiento de las capacidades regionales. Recientemente, se creó el Centro de Aprovechamiento de los Acuerdos Comerciales, que tiene por misión preparar las empresas para obtener el máximo provecho posible de los acuerdos comerciales en la exportación de bienes y servicios. Así mismo, existe el Sistema Nacional de Competitividad e Innovación del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, que cobija la Comisión Nacional de Competitividad e Innovación y programas como Colombia Prospera y las comisiones y clústers regionales, y que coinciden en buscar la articulación de la oferta y el desarrollo competitivo y empresarial a nivel nacional y departamental.

 

Desarticulación

Pareciera que los dos párrafos anteriores repiten lo mismo una y otra vez con distintos nombres. Esto no solo sucede en el papel, sino en la realidad económica. La desarticulación de estos programas genera confusión para el empresario, que busca apoyo e, incluso, para el propio Estado, que tiene varios interlocutores para hablar entre sí de competitividad, exportaciones y fomento de la industria. Las preguntas esenciales son: ¿Por qué todos están haciendo lo mismo?, ¿cuál de estos programas es mejor?, ¿dónde están las diferencias sustanciales entre uno y otro programa? y ¿a qué programa debe acercarse un empresario que piensa en producir más y mejores productos para exportar?

Todos estos programas son buenos, cuentan con personal altamente capacitado y persiguen objetivos necesarios. Sin embargo, sus resultados no son articulados, porque no están enmarcados dentro una política industrial y agroindustrial que defina el norte. Entonces, no sabemos cuáles son los sectores productivos que hay que impulsar para que atiendan la demanda interna, ni los que deben crecer hacia la satisfacción de la demanda internacional ni los que requieren de inversión extranjera.

En consecuencia, cada programa va por su lado. Por ejemplo, dentro del clúster regional, a petición de los cañicultores, se solicita la imposición de una salvaguardia frente a la importación de azúcar, mientras que el PTP y Proexport proyectaban un estudio para desmontar la franja de precios andina del azúcar para fomentar el sector de confitería.

En síntesis, una política industrial y agroindustrial no puede ser remplazada. Podemos tener buenos programas con las mejores intenciones, pero, en la medida en que no haya un plan general de acción, un cerebro, un norte que los guíe, reinará el desorden, las contradicciones y la desarticulación. Mientras tanto, nuestros limitados recursos pierden la oportunidad de ser asignados más eficientemente y, aún más importante, Colombia pierde tiempo en la carrera de internacionalizarse al mundo globalizado.

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