El mercado laboral en Colombia: 2013 al 2023, en medio de los debates sobre la reforma laboral
12 de Junio de 2024
Juliana Morad Acero
Directora del Departamento de Derecho Laboral y del Observatorio de Derecho Laboral
Mauricio Salazar Sáenz
Director de Empleo y Seguridad Social del Observatorio Fiscal
Inician los debates sobre la reforma laboral y es fundamental considerar algunos datos relevantes para priorizar lo importante y evitar medidas que podrían ser perjudiciales. El mercado laboral en Colombia ha experimentado una serie de cambios significativos en los últimos 10 años, reflejando tanto las oportunidades como los desafíos que enfrenta el país.
El reciente informe de los observatorios Laboral y Fiscal de la Pontificia Universidad Javeriana ofrece una visión detallada de estas transformaciones y sugiere políticas concretas para abordar los problemas existentes y fomentar la creación de empleo. A continuación, se resumen los hallazgos más relevantes del informe y se proponen políticas efectivas para mejorar el panorama laboral en Colombia.
(i) Uno de los aspectos más destacados del informe es el envejecimiento de la población colombiana, sin un incremento proporcional en la población pensionada. Este envejecimiento se acompaña de una disminución en la proporción de estudiantes en relación con la población total, lo cual no se debe a una reducción en la escolarización de niños y adolescentes, sino a una menor cantidad de jóvenes en comparación con el aumento de adultos mayores. Este fenómeno plantea desafíos importantes, subrayando la necesidad de repensar los esquemas pensionales y de abordar los retos que enfrentan las instituciones educativas en este nuevo contexto demográfico.
(ii) Aumento de los “ninis”. La no participación laboral ha crecido considerablemente, especialmente entre los jóvenes. Cada vez hay más “ninis” (jóvenes que ni estudian ni trabajan). Es esencial implementar políticas que faciliten la inclusión de estos jóvenes en el mercado laboral y mejorar los programas educativos para hacerlos más relevantes y alineados con las necesidades del mercado.
(iii) Crecimiento en la formalidad laboral. En los últimos 10 años, hemos logrado un crecimiento significativo en la formalidad laboral, en parte gracias a políticas que han reducido costos parafiscales y de seguridad social. Es vital evitar mayores costos que podrían afectar negativamente estos logros. Cualquier incremento en los costos laborales debe ser evaluado cuidadosamente para no revertir el progreso alcanzado.
(iv) Foco en el sindicalismo. El sindicalismo es un fenómeno predominante en grandes empresas, que son la excepción en nuestro país. Sin embargo, una gran parte de la reforma se concentra en este aspecto, cuando hay necesidades más urgentes y ajustadas a nuestra realidad. La mayoría de las empresas en nuestro país son pequeñas y medianas, y sus necesidades deben ser priorizadas. A continuación, se observa el nivel de sindicalización dependiendo del número de trabajadores por empresa:
(v) Salarios y costos laborales. En 10 años, los salarios han disminuido y se han concentrado en el salario mínimo. Esto nos obliga a analizar críticamente las subidas desproporcionadas del salario mínimo, que superan ampliamente el promedio salarial de la economía y aumentan los costos laborales, especialmente en un país donde el 60 % de las empresas tienen hasta cinco trabajadores. Es crucial además fomentar el crecimiento empresarial para luego mejorar salarios.
Como se observa a continuación, los ingresos laborales tanto en la formalidad como en la informalidad, han caído en relación con el salario mínimo.
Y a continuación se observa que la proporción de personas que ganan exactamente el salario mínimo ha aumentado considerablemente, indicando una compresión de los salarios alrededor de este nivel, ya que ha disminuido la proporción de quienes ganan más del mínimo, pero menos de tres salarios mínimos.
(vi) Desconexión entre educación e ingresos. En 10 años somos más educados, pero ganamos menos. Esto indica que la educación no se está traduciendo en mayores ingresos, lo cual requiere un análisis profundo sobre la calidad y relevancia de la educación en relación con el mercado laboral.
Todos los niveles educativos están ganando menos en relación con el salario mínimo, a pesar del aumento general en el nivel educativo de la población.
(vii) Aprovechamiento del bono demográfico. Nuestra población está envejeciendo y estamos viviendo nuestro bono demográfico, una situación en la que la proporción de personas en edades productivas crece respecto a la de personas en edades potencialmente inactivas (menores de 15 y mayores de 60 años). Este bono demográfico representa una oportunidad para el desarrollo. Debemos preguntar: ¿Qué estamos haciendo para aprovecharlo? ¿Cómo estamos potenciando la productividad?
(viii) Brecha salarial de género. Las mujeres, a pesar de ser más educadas, continúan ganando menos que los hombres en todas las edades, tanto en la formalidad como en la informalidad. Es crucial cuestionar aquellas políticas que, aunque bien intencionadas, podrían aumentar los costos para las mujeres y exacerbar estas brechas.
(viii) La no participación en el mercado remunerado del país sigue siendo mayor en mujeres, en parte debido a la mayor carga de cuidado que asumen, lo que limita su participación. De hecho, en los últimos 10 años, las mujeres siguen dedicando, en promedio, 21 horas semanales al trabajo no remunerado en sus hogares, mientras que los hombres se dedican solo ocho horas por semana.
(ix) Bogotá se mantiene como la ciudad con la mejor relación entre formalidad e ingreso, mientras que Cundinamarca ha superado a Antioquia en esta categoría. Sin embargo, regiones como Nariño, Sucre y La Guajira continúan enfrentando serios desafíos en términos de formalidad e ingreso. Adicionalmente, hay más territorios concentrados en las menores tasas de ingresos y formalidad que hace 10 años.
Las disparidades regionales persisten, con las principales ciudades soportando mejor el aumento del salario mínimo, mientras que los territorios menos urbanizados experimentan un crecimiento salarial menor. Esto incentiva la migración interna y deteriora la calidad de vida en las zonas rurales.
En conclusión, el mercado laboral en Colombia ha experimentado una serie de transformaciones significativas en la última década, lo cual plantea tanto oportunidades como desafíos, sobre todo, en un contexto en el que se discute una reforma laboral.
Uno de los aspectos más destacados es el envejecimiento de la población colombiana, sin un incremento proporcional en la población pensionada. Este fenómeno, junto con la disminución en la proporción de estudiantes, plantea importantes desafíos para los esquemas pensionales y las instituciones educativas. Además, ha habido un preocupante aumento en la proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan, lo cual resalta la necesidad de políticas que faciliten su inclusión en el mercado laboral.
En términos de formalidad laboral, se ha observado un crecimiento significativo gracias a políticas que han reducido costos parafiscales y de seguridad social. Es crucial, por tanto, evitar mayores costos que puedan revertir estos logros. También se destaca que el foco en el sindicalismo puede estar desalineado con la realidad del país, donde la mayoría de las empresas son pequeñas y medianas y sus necesidades deben ser priorizadas.
Los salarios han disminuido y se han concentrado en el salario mínimo, lo cual obliga a un análisis crítico de las subidas desproporcionadas del salario mínimo y su impacto en los costos laborales.
A pesar del aumento en el nivel educativo de la población, los ingresos no han mejorado, lo que indica una desconexión entre la educación y los ingresos. Esto resalta la necesidad de revisar la calidad y relevancia de la educación en relación con el mercado laboral, así como la capacidad de las empresas para ofrecer salarios que cada vez se alejan más del salario promedio de la economía, que actualmente está por debajo del salario mínimo.
Finalmente, el informe también subraya la importancia de aprovechar el bono demográfico y promover políticas que incentiven el crecimiento económico y la productividad con un enfoque de género y territorial. Las disparidades regionales y de género persisten, con mujeres ganando menos que los hombres a pesar de ser más educadas, y regiones menos urbanizadas enfrentando mayores desafíos en términos de ingresos y formalidad.
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