Lincoln en clave de ‘true crime’

José Wilmar Patiño Ballesteros

El 14 de abril de 1865, Abraham Lincoln asistió al teatro Ford de Washington a presenciar una obra. En plena función, el actor John Wilkes Booth ingresó al palco donde estaba el presidente de EE UU y le disparó, se cometía el primer magnicidio de la historia de ese joven país.

El asesino pidió libertad para el sur, refiriéndose al sector esclavista de la guerra de secesión, también dicen que gritó en latín “sic semper tyrannis” (así siempre con los tiranos) y huyó. Acá comienza la persecución del homicida, 12 días que narra la serie Manhunt: la caza del asesino, de la plataforma Apple. (Lea: Perry Mason para una época oscura)

Lo dramático del suceso es que cinco días después del final de la guerra civil asesinan al presidente y Edwin Stanton, gran amigo de Lincoln y su secretario de Guerra, debe mantener vivo al gobierno electo y cazar a Booth para que no se vuelva un héroe, algo que la serie acierta al relatar en ritmo de true crime, ese género narrativo que abunda en las plataformas en el que se detalla cómo se comete un delito y las razones de los protagonistas. Pero no se queda ahí, también es una trama política y un drama judicial. (Lea: WeCrashed y el emprendimiento salvaje)

Y es que no solo se quería asesinar a Abraham Lincoln, también al vicepresidente Andrew Johnson; al secretario de Estado, William Seward, quien fue gravemente herido, y al general Ulysses Grant, que a última hora no fue al teatro. (Lea: Pirámide estrato seis)

Además de la persecución por toda Norteamérica, los siete capítulos de este audiovisual ofrecen una inmersión en la conspiración para el magnicidio, en el que líderes confederados e inversores de Wall Street hacen parte de un mecanismo que va más allá de la decisión de un lobo solitario de matar al presidente. (Lea: Juicio a la posverdad)

Lo que le ocurre a Booth y su personalidad ocupa gran parte de la serie, pero llama la atención la puesta en escena del que en su momento se denominó “el juicio del siglo” contra los acusados, pues Stanton buscó crear un caso para probar una conspiración que crearía un vacío de poder y derrocaría al gobierno que iba a abolir la esclavitud, de cuya mano de obra dependía la economía del sur. (Lea: Literatura, cine y Derecho para fin de año)

Sorprende como espectador conocer que participaron en la persecución al criminal y en el juicio testigos de raza negra y de minorías, una reivindicación a la constitución de un EE UU más amplio que la idea de unos padres fundadores blancos. (Lea: Justicia a golpe de espada)

Ocho conspiradores fueron juzgados por una comisión militar, entre ellos David Herold, Mary Surratt y Samuel Mudd. La serie se ocupa de detallar sus acciones y motivaciones, siempre animadas por el racismo. (Lea: Derecho sucesoral)

La mezcla de géneros funciona y es fácil ver un relato histórico competente, con una narración ágil, pero también con saltos temporales que dan contexto a las razones políticas del momento. (Lea: Jury Duty o cómo reírse de la justicia)

Es interesante escuchar a los personajes y los temas que se debaten en esta ficción, se pueden identificar resonancias de la situación actual en la sociedad norteamericana, lo cual deja la pregunta sobre si las grietas siguen abiertas o la serie tiene una clara posición política. (Lea: Anatomía de un juicio)