Hacia una conciencia histórica en el estudio del Derecho
22 de Junio de 2021
Jorge González Jácome
Profesor asociado y Director del Doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes
La historia ocupa un lugar marginal en la formación de los abogados en Colombia. Esto ha contribuido a que no haya una reflexión historiográfica concienzuda sobre el Derecho que nos permita utilizar el estudio del pasado para comprender mejor las complejidades de nuestra disciplina. El recuerdo de muchos estudiantes de sus clases de historia en la facultad está dominado por el aprendizaje memorístico de una retahíla de leyes o constituciones del pasado. Sin una reflexión sobre el para qué sirve la historia en la formación jurídica y qué posibilidades nos abre a los abogados, es posible que sigamos pensando en el estudio del pasado como una serie de datos inconexos sinsentido.
Parte del problema de la marginalidad de la historia en la formación jurídica se debe a que confinamos su estudio a alguna(s) asignatura(s) particular(es), como Historia del Derecho o Historia de las Instituciones, pero cuesta mucho construir una conciencia histórica transversal a las diversas áreas del Derecho. Naturalmente, las dos preguntas que surgen a partir de este diagnóstico son: ¿para qué queremos construir una conciencia histórica? y ¿qué implica emprender tal tarea? En este limitado espacio solo puedo plantear algunas reflexiones preliminares, con muchas dudas, pero que espero contribuyan a un diálogo más profundo y sostenido alrededor de estos temas.
Los historiadores se han hecho la pregunta del para qué de su disciplina. Marc Bloch, en su Apología para la historia o el oficio del historiador (FCE, 1996), recuerda que toda ciencia debe ayudarnos a vivir mejor, a darnos pistas para guiar nuestra acción. La existencia política y social de individuos y colectividades gana mayor claridad cuando se tienen más insumos para pensar los problemas que debemos enfrentar. Cuando hay oscuridad sobre el pasado, en nuestro caso del Derecho, formamos imágenes caricaturescas de nuestros antecesores, simplificando los dilemas éticos y políticos que enfrentaron. La claridad que ofrece una conciencia histórica no lleva a la simplicidad, sino, por el contrario, al reconocimiento de la complejidad.
Un contraejemplo puede contribuir a ilustrar este punto. En la novela La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez, hay una reflexión importante sobre los modos de escribir historia, en particular los que se conocen como teorías de la conspiración. Estas últimas pretenden acudir al pasado para revelar una causa única detrás de la cual hay actores fácilmente identificables que ponen en marcha el destino. Esta forma de conciencia histórica es problemática, porque la impulsa el afán de simplificar y singularizar las problemáticas. La conciencia histórica que defiendo no es la de los protagonistas de dicha novela, obsesionados por el encuentro de una causa única que una vez identificada nos liberará.
El objetivo de la conciencia histórica que planteo es mucho más modesto, pues parte de reconocer que vivimos en un mundo de dudas y que los actores de hoy y de ayer nos enfrentamos a problemáticas sociales, políticas y jurídicas para las cuales no existen, ni existieron, respuestas obvias. Por ende, aproximarse al pasado envuelve el reconocimiento de que el Derecho se ha construido y destruido en un escenario de luchas complejas en los cuales ha habido ganadores y perdedores. Una pregunta que puede acompañar nuestro ejercicio histórico, con el fin de distanciarlo del cinismo y encarrilarlo hacia algún compromiso ético-político, es si encontramos razones suficientes en los actores del pasado para que apoyaran una u otra reforma legal que hizo perder a algunos y ganar a otros.
Una contribución
Uno de los espacios en donde se ha contribuido a la creación de una conciencia histórica de este tipo es el Doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes. Desde su fundación, la intención del programa ha sido la renovación de la literatura jurídica enfrentando preguntas clásicas del Derecho desde nuevas perspectivas. Los estudiantes han explorado el Derecho desde perspectivas diversas, como los estudios de género, la antropología, la sociología y, por supuesto, la historia. Varias tesis doctorales, ahora convertidas en libros clave para la enseñanza del Derecho en el país, han sido importantes para construir una conciencia histórica crítica como la que he sostenido en estas líneas.
La ciencia útil, de Mónica Vásquez (Uniandes-Uninorte, 2015), invita a repensar el pasado del derecho procesal y sus principales doctrinas y reformas, dando una renovada comprensión de las disputas en un campo del Derecho que tradicionalmente se había considerado árido y apolítico. Igualmente, en una obra que ya puede considerarse clásica, La historia de la Corte Suprema de Justicia, de Mario Cajas (Uniandes-Icesi, 2015), se aborda el control constitucional con el fin de desmitificar la idea de que antes de 1991 las disputas constitucionales fueron exclusivamente “formalistas”.
El aporte de estas obras, y de muchas otras que no alcanzo a mencionar y que han salido de dicho doctorado, apuestan por llevar la conciencia histórica a áreas como el derecho procesal y el derecho constitucional para dialogar mejor con los procesos históricos sobre los cuales estamos parados y de los cuales no somos conscientes. La apuesta, entonces, es por una conciencia histórica que contribuya al diálogo y al entendimiento de la complejidad de nuestras situaciones, así como a la discusión política sobre las justificaciones pasadas y presentes de las distribuciones de recursos que siempre dejarán perdedores y ganadores.
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