Obras del Pensamiento Político
‘República’ de Platón
03 de Noviembre de 2011
Ana Isabel Rico y Andrés Mejía Vergnaud
Twitter: @AndresMejiaV
Fue Cicerón, el célebre orador, pensador y político romano, quien dio el nombre de Res publica a esta monumental colección de nueve libros, de la cual puede decirse, sin exagerar, que constituye un verdadero compendio de la filosofía de Platón: de su teoría sobre la naturaleza de lo que existe, y también de sus doctrinas acerca de cómo debería organizarse la sociedad. A estas últimas debe República el honor de ser el primer gran tratado sistemático de filosofía política de la historia de la humanidad. Leído hoy, pasados ya dos milenios, pero no como pieza de museo, o porque tenga sólo un interés histórico. Se le busca y se le lee por el hecho de que los debates filosóficos, dada su naturaleza teórica, jamás pierden actualidad. Y menos podría perderla una discusión de tanta riqueza como la de República. No en vano Karl Popper, filósofo del siglo XX, dedicó un volumen de su obra La sociedad abierta y sus enemigos a criticar República de Platón. Y no en vano Alfred North Whitehead, filósofo y matemático también del siglo anterior, dijo que toda la filosofía no es más que una serie de pies de página a Platón.
República fue leída ampliamente en el mundo romano. Siguió siendo un referente durante la Edad Media y el Renacimiento; fue cayendo en el olvido después del siglo XVI, hasta que en el siglo XIX fue resucitada por la traducción del griego al inglés de Benjamin Jowett. Con los acontecimientos sociales y políticos del siglo XX, volvió República a recuperar su lugar como texto clásico de la filosofía política. Y volvió también a estar en el centro de la crítica por cuanto, como veremos, la sociedad dibujada allí por Platón tiene características que la asemejan a los regímenes totalitarios, los cuales fueron azote de la humanidad en el siglo anterior.
Platón expone en República cuál sería el gobierno ideal para las polis (ciudades - Estado) y da cuenta de aspectos tales como la educación que deberían recibir estos ciudadanos, la participación que tendrían en los asuntos de la ciudad, entre otros, proponiendo cosas como, por ejemplo, la expulsión de la ciudad de los indeseables, el veto a los poetas, la limitación a la propiedad privada, que las mujeres sean ‘comunes’ y tengan un rol más activo en su ciudad, asignándoseles tareas en las que gozarían de cierta equidad respecto de los hombres.
Platón hace su exposición guiándose principalmente por los modelos políticos que estaban en boga para la época (aristocracia, oligarquía, democracia y tiranía), y señala las cualidades y falencias que ve en estos. La tiranía y la democracia son las peores formas de gobierno para Platón. Recordemos además que él había sido testigo de la injusta condena y muerte de su maestro Sócrates por orden del gobierno democrático que gobernaba a Atenas en ese momento, y esta amarga experiencia contribuyó a que Platón se formara una pésima opinión de la democracia, entendida esta como demagogia.
Mencionamos ya que en República se trata el tema del gobierno ideal. A este tópico se llega a partir de una sugestiva pregunta: ¿qué es la justicia? Sócrates, personaje principal del diálogo, interroga a Céfalo, anciano respetable, sobre la felicidad que acompaña sus últimos días. Céfalo le responde que habiendo tenido una vida justa y pía, no teme a la muerte y puede considerarse feliz. Sócrates entonces pide a Céfalo que precise si la justicia es ‘dar a cada uno lo que le corresponde’ (devolver el bien con bien y el mal con mal). El objetivo entonces que se persigue en el libro I de República (327a - 354b, de acuerdo con la numeración Stephanus adoptada desde el siglo XVI) es explicar por qué es mejor ser justo antes que injusto. Sócrates es defensor a ultranza de la tesis según la cual es preferible sufrir injusticia, antes que cometerla. Trasímaco, un sofista, defiende la tesis contraria: la justicia es simplemente el derecho del más fuerte y por ello es mejor, siempre que se pueda, ser injusto para sacar provecho. Concluyen Sócrates y sus interlocutores que para poder explicar satisfactoriamente por qué es preferible ser justo, y por qué esta preferencia conduce a una vida feliz, es necesario precisar antes qué es la justicia.
En el libro II (357a - 383b), Sócrates y compañía deciden distinguir la justicia de los posibles beneficios que comporta el ser justo (honores, recompensas, buena fama, etc.). Sócrates resalta que la justicia es una cualidad que también puede predicarse de las polis, y si se descubre cómo llega una polis a ser justa o injusta, podrá descubrirse asimismo cómo los hombres son justos o injustos, y se tendrá una definición consistente de lo que es la justicia. La discusión sobre la disposición de un ser humano para ejercer la virtud de la justicia y abstenerse de practicar la injusticia es lo que lleva a postular una analogía entre el alma de los hombres y la ciudad. De esta forma Platón expone por boca de Sócrates en los libros II, III (386a - 417b) y IV (419a - 445e) cómo sería esta ciudad ideal (369b - 427c), el perfil de sus ciudadanos y la educación que sería recomendable recibieran. La educación ideal tendría que ser básicamente gimnasia, música y filosofía; esta sería solo para aquellos cuya naturaleza se muestre como la mejor, pues además tendrán la responsabilidad de gobernar la ciudad y de allí viene el mito del rey - filósofo. La poesía, importante elemento pedagógico para los griegos, no es recomendable para Platón toda vez que en ella se resaltan comportamientos inmorales e inapropiados por parte de los dioses, así que por esta razón Platón expulsa de su ciudad ideal a los poetas y elimina la poesía de su pensum.
En los libros V, VI y VII (449a - 541b) se expone en detalle que el hombre justo es también un hombre bueno y esta bondad debe estar fundada en el conocimiento, así que se hace una investigación sobre qué es el conocimiento. En estos libros se encuentran algunas de las más famosas analogías platónicas, como la analogía de la línea (509d y siguientes, Libro VI), y el mito de la caverna (514a y siguientes, Libro VII). En la primera analogía se desea resaltar que el verdadero conocimiento es aquel que nos permite conocer lo inmutable, lo verdadero, que es aquello que no es conocimiento sensorial. El mito de la caverna, por su parte, puede leerse como un refuerzo de esta tesis y también como una metáfora acerca de la educación humana. Recordemos que en este relato expone Platón que somos como los cautivos de la caverna, presos de nuestra naturaleza apetitiva; si salimos de la caverna, comenzaremos realmente a conocer el mundo, a cultivar la razón, y hay además la obligación moral de retornar a la caverna para instruir a los demás pese a que lo más probable es que quien retorne a la caverna terminará ajusticiado por sus antiguos compañeros que no creerán la verdad y lo verán como un mero agitador. Destacan algunos comentaristas que este triste final para el educador es una clara referencia al juicio, condena y muerte de Sócrates.
En los libros VIII (543a - 569c) y IX (571a - 592b), se expone con argumentos más precisos por qué es preferible ser justo antes que injusto. En el libro X (595a - 621d) se retoma el tema del veto a los poetas y se habla de la inmortalidad del alma (614b y siguientes). No parecen muy conexos entre sí estos dos temas, pero el vínculo está en el papel negativo que juega la poesía en la educación de un ciudadano; una buena educación es garantía del cuidado y cultivo de la virtud que hace buenos ciudadanos. Quien ha cuidado y cultivado lo más preciado que tiene, su propia alma, es un buen hombre y un buen ciudadano; el cuidado del alma, o cuidado de sí, es un ejercicio que nos permite conservar ese elemento divino que habita en los seres humanos y ser felices, cree Platón. De este modo termina República.
Quedará al lector, de quien no dudamos ha quedado con deseos de leer directamente la obra, hacer un juicio sobre la acusación más importante que se hace a ella: la de haber propuesto una sociedad totalitaria, donde los roles de las personas están determinados de manera rígida. Tal vez haya en esto algo de cierto: no en vano, la argumentación política de República parte de haber identificado un cierto concepto de justicia. Reivindicados se sentirían aquellos que, como Isaiah Berlin, creyeron que la postulación de una idea de justicia y la exclusión de todas las demás conduce a la pérdida de la libertad.
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