Mirada Global
¿Quién ganó las elecciones en Holanda?
Ya que los medios tradicionales nunca han sido sus aliados, Wilders ha usado astutamente las redes digitales (…) para comunicar su mensaje durante años. Politico, de hecho, llama a Wilders “el hombre que se inventó el Trumpismo.
28 de Abril de 2017
Daniel Raisbeck
Según sus numerosos contrincantes, el político holandés Geert Wilders es un populista de extrema derecha que incita al odio contra los inmigrantes y, sobre todo, contra los musulmanes para obtener votos de xenófobos nacionalistas. Según sus numerosos seguidores, Wilders se atreve a decir la verdad para defender a la sociedad liberal holandesa de una real amenaza islamista.
En el 2004, el asesinato en Ámsterdam en plena luz del día del cineasta Theo van Gogh, pariente del ilustre pintor, sacudió a Holanda. Su verdugo: Mohammed Bouyeri, un musulmán de origen marroquí que, ofendido por un documental de Van Gogh acerca de las mujeres en el islam titulado Sumisión, decidió dispararle al menos ocho veces antes de intentar decapitarlo.
Van Gogh produjo Sumisión junto a Ayaan Hirsi-Ali, una inmigrante somalí crítica del islam que había logrado ser electa al parlamento holandés. Días después del homicidio, las autoridades holandesas arrestaron a dos hombres musulmanes del Norte de África que planeaban asesinar a Hirsi-Ali, en un ataque con granadas. Su otro objetivo: el parlamentario Geert Wilders.
Wilders, escéptico frente al islam desde que vivió en Israel como adolescente, se retiró del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), alegando que el partido liberal tradicional de Holanda era débil frente al islamismo.
En el 2006, Wilders fundó el Partido por la Libertad (PVV). Desde esa plataforma, ha conmocionado a las clases dirigentes con su ataque frontal contra el establecido concepto holandés del poldermodel, según el cual toda decisión política requiere un amplio consenso social.
Como explica la revista Politico, Wilders ha popularizado términos agresivos como “palacios del odio” (haatpaleizen) para referirse a las mezquitas, o el “impuesto a los trapos sobre la cabeza” (kopvoddentaks), su propuesta para fiscalizar el uso del velo. También ha propuesto prohibir el Corán en Holanda, porque, según él, el islam no es una religión, sino “una ideología peligrosa y totalitaria”.
Si su país prohibió Mein Kampf de Adolfo Hitler, argumenta Wilders, debería hacer lo mismo con el texto fundamental de la religión musulmana, y cerrar todas las mezquitas. El año pasado, un juzgado declaró a Wilders culpable de incitar al odio por haber sugerido que quería menos inmigrantes de Marruecos en Holanda. Wilders se defendió públicamente tras la sentencia, la cual catalogó como una afrenta a la libre expresión.
Amenazado incontables veces de muerte, Wilders está bajo supervisión policial 24 horas diarias y su capacidad de hablar en persona con sus compatriotas es limitada. Ya que los medios tradicionales nunca han sido sus aliados, Wilders ha usado astutamente las redes digitales —especialmente Twitter— para comunicar su mensaje durante años. Politico, de hecho, llama a Wilders “el hombre que se inventó el Trumpismo”.
¿No resulta contradictorio que Wilders y su partido proclamen la defensa de la libertad y al mismo tiempo promuevan la prohibición de toda una religión al igual que los impuestos sobre una prenda de vestir? Meses antes de las elecciones de marzo del 2017, un porcentaje significante y posiblemente mayoritario de los holandeses parecía estar de acuerdo con Wilders. Las encuestas pronosticaban que el PVV se convertiría en el partido más grande del parlamento, infundiendo pánico en la clase política.
El 15 de marzo, cuando el partido de Wilders entró en segundo lugar en las elecciones, mejorando su posición previa de tercera fuerza política, la mayoría de medios internacionales declararon que, tras el brexit y la victoria de Donald Trump, el populismo había sido derrotado. Según el diario berlinés Die Welt, el primer ministro Mark Rutte, al asegurar su reelección, fue “el héroe de Europa durante una velada”.
Pero el VVD de Rutte perdió ocho escaños en el parlamento y el Partido del Trabajo (PvdA), su principal socio de coalición, fue decimado al perder 29 curules. Por otro lado, el PVV ganó cinco escaños y el Foro por la Democracia (FvD), un nuevo partido que comparte varias de las tesis de Wilders, obtuvo dos.
Lo menos alentador para Rutte debería ser la manera en que ganó. Faltando pocos días para las elecciones, su gobierno prohibió que ministros del Presidente Erdogan hicieran campaña ante la población turca de Holanda antes del referendo constitucional de abril en Turquía. En enero, Rutte había cambiado su posición previa frente a la inmigración, advirtiéndoles a los extranjeros en Holanda que se comportaran “de manera normal” o que se fueran del país.
Tales medidas fueron interpretadas como un canto de sirena dirigido a posibles votantes de Wilders conscientes de que él no lideraría un gobierno así ganara las elecciones, pues solo una coalición entre grandes partidos puede gobernar en Holanda.
Si Wilders perdió en las urnas porque el principal partido holandés adoptó sus plataformas, es posible que esté ganando.
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