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Actualizado hace 9 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Mimetismo y engaños

22 de Diciembre de 2016

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Antonio Vélez M.

 

El mimetismo es el arte consumado en el manejo del disfraz. Con el fin de engañar a sus depredadores, los individuos de una especie toman el aspecto exterior de otra, o se confunden fielmente con el medio que ocupan y se hacen invisibles. Es una perfecta mentira biológica. El más común es el mimetismo visual, pero también los hay olfativo y auditivo.

 

El camaleón es famoso por sus virtudes miméticas: cambia el aspecto de su piel de acuerdo con el ambiente que ocupe, y de este modo desaparece de la vista. Hay también automimetismo: una parte del animal modifica su aspecto y se parece a otra menos vulnerable, y así hace que el ataque del enemigo lesione una parte menos vital. Defiende su vida, sacrificando una parte de su cuerpo.

 

La naturaleza se ha mostrado siempre bien creativa. Una especie inofensiva toma el aspecto exterior de una peligrosa (mimetismo batesiano), y así se hace respetable para el predador. Existen dos serpientes de gran parecido: la coral y una réplica de ella, tan parecida que confunde a otros animales, y a nosotros. Y hay plantas carnívoras que producen perfumes para atraer insectos y hacerlos caer en trampas mortales. Las orquídeas usan señuelos visuales, combinados con olfativos, y así engañan doblemente al insecto. Por lo regular atraen a los machos, y para ello toman la forma de la hembra, o producen sustancias que se asemejan a sus feromonas. Un caso notable de mimetismo auditivo lo ofrece la lechuza terrestre. Como anida en cavidades que encuentra en el suelo, los polluelos emiten sonidos como el de la serpiente de cascabel, con lo que alejan a posibles depredadores.

 

En el reino de la cultura, el mimetismo también tiene su contraparte: seudociencias que, con el fin de engañar a los incautos, toman prestado el lenguaje y el tono serio de la ciencia. Tampoco se escapa del mimetismo el lenguaje cotidiano: por medio del eufemismo podemos disfrazar el discurso hasta poder decir verdades crudas sin ninguna crudeza, podemos también irrespetar sin usar términos irrespetuosos y, a veces, incluso, utilizando alabanzas irónicas. Mimetismo lingüístico. En ocasiones, las palabras actúan como velos semitransparentes para tapar verdades inconvenientes, sancionadas por la sociedad: no podemos decir “negro”, ni “discapacitado”, pues son “socialmente incorrectos”, pero decimos “afrodescendiente” y “persona discapacitada”. Damos un rodeo para decir lo mismo pero distinto. Una mentirilla social, socialmente aceptada. El eufemismo se vuelve moneda corriente.

 

Los seres humanos hemos usado infinidad de recursos artificiales para engrandecernos e inflar mentirosamente nuestros egos. En este aspecto somos hiperbólicos. Es una clase de mimetismo, similar al que observamos en el mundo animal: tacones altos, pelucas, rellenos, ropajes aparatosos, tiaras lujosas, títulos nobiliarios, coronas regias, automóviles de lujo, mansiones… Y somos proclives a crecer nuestras historias, a exagerar, a adobarlas con mentiras para aparecer más grandes, más importantes, más inteligentes, con más títulos… Y para aparecer jóvenes y mentir sobre nuestra edad nos sometemos a dolorosas cirugías o a costosos tratamientos. La actriz de televisión Lucille Ball (El show de Lucy la inmortalizó) nos aconseja la mentira para lograr la eterna juventud: debemos “vivir honestamente, comer con lentitud y, ante todo, negarnos los años”.

 

En la política internacional y en muchas instituciones importantes, la diplomacia sirve para esconder verdades, para darles un tono que no suene irrespetuoso; en síntesis, para mentir sin herir. Benjamin Disraeli, primer ministro británico de finales del siglo XIX, explicaba en pocas palabras lo que entendía por diplomacia: “No niego, no contradigo, miento a veces”. Y en las relaciones sociales, la diplomacia se transforma en saber usar la mentira, la llamada mentira piadosa: para no ofender, envolvemos las expresiones en velos muy sutiles y así escondemos la verdad y quedamos bien, y consideramos que esa forma de mentir es buena, aunque deshonesta. Una especie de contradicción. En otras ocasiones inventamos una buena disculpa para no recibir una sanción, o para sacar un beneficio económico, o disfrazamos de honestidad la declaración de renta. Camaleones perfectos.

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