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Verbo y Gracia


Masculinos terminados en “a” y femeninos en “o”

¡Gracias por tantas enseñanzas, Fernando Soto Aparicio, y ya nos encontraremos algún martes de eternidad!
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31 de Mayo de 2016

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Fernando Ávila

feravila@cable.net.co

Pregunta: Ya sé que los masculinos terminan en -o y los femeninos en -a, pero ¿hay excepciones?, Lucero Antolínez Z.

Respuesta. Las hay. Son palabras femeninas terminadas en -o la mano, la radio, la foto, la moto, la polio (apócope de ‘poliomielitis’) y la libido (‘impulso sexual’). Y son palabras masculinas terminadas en -a el tema, el problema, el enigma, el drama, el sistema, el recluta, el colega, el pentagrama, el planeta, el día, el cometa, el delta, el tranvía y hasta el granuja, según veo en el libro Redactor de RCN, 2007, escrito por Álvaro Uribe G.

No son masculinas terminadas en -a el águila, el ave, el agua, el hampa, el asta de la bandera, el ama de casa… Estas palabras son tan femeninas como lo demuestra la necesaria compañía de adjetivos de ese género, águila calzada, ave rápida, agua limpia, hampa peligrosa, asta larga, un ama de casa resignada…, pero llevan artículo masculino para evitar la cacofonía que se produce al anteponer a una a tónica el artículo la.

Fernando Soto Aparicio

Fernando Soto Aparicio fue autor de libros de cuento, poesía y novela, recibió cinco doctorados honoris causa y fue embajador de Colombia ante la Unesco. De eso han hablado los reportajes póstumos sobre el prolífico escritor boyacense, fallecido hace unos días. Y de eso seguirán hablando con justeza los libros de historia de la literatura y los profesores de español. Por mi parte, aunque leí alguno de sus libros, como La demonia, en el que me busqué afanosamente, sin encontrarme del todo, lo recuerdo en especial por la amistad que me brindó y por nuestra coincidencia en la Promotora de Medios de Comunicación, Prómec.

En 1978 me vinculé a Prómec, como jefe de redacción de Colprensa, que más adelante se convertiría en la actual agencia de noticias. En ese momento era una agencia de firmas. Uno de los columnistas estrella era Fernando Soto Aparicio, a quien por supuesto nunca tuve que cambiarle una coma, ni me hubiera atrevido a hacerlo. Su columna era para mí una cátedra en el arte de escribir. Más adelante fui director de divulgación de Prómec Televisión, que además de Dialogando producía otros programas, novela diaria incluida, que también escribía FSA.

A partir de la lectura de esos libretos, elaboraba los boletines de prensa y, de paso, aprendía a escribir dramatizados para televisión. Otra cátedra valiosísima con el gran escritor, que en años de crisis me serviría mucho. Escribí el libreto de varios unitarios y los 90 capítulos de la comedia En familia, para Prómec, y años después escribí una serie histórica para Ecos Televisión. Espero no haber defraudado a los televidentes de entonces ni a mi maestro.

Una tarde de martes caminaba por alguna calle de Chapinero alto, y me encontré a FSA que salía de un edificio de apartamentos. Nos saludamos. Le pregunté si vivía ahí, y me dijo que no, que ahí tenía un apartaestudio donde escribía los libretos de la semana. ¿Escribes uno cada día?, le pregunté. No. En un solo día escribo todos, me dijo. ¡Uf! ¡Qué bárbaro! Fue otra lección, una lección de aprovechamiento del tiempo, de diligencia, de laboriosidad, sin que el producto de esa entrega al trabajo disminuyera en ningún momento su calidad. A ese ritmo escribió 4.237 libretos, es decir, unas 200.000 páginas.

Otro martes me topé con él en la Feria del Libro de Bogotá, y le dije con mucho orgullo a mi esposa que me acompañaba “Te presento a Fernando Soto Aparicio, ¡autor de veinticinco libros”. “No, Fernando —me corrigió—, ya voy por los cincuenta”.  “¿Cincuenta libros? ¡Uf! ¡Qué bárbaro!”. Ahora he venido a saber, por las crónicas póstumas publicadas en la prensa, que completó 72 obras, la última de las cuales estaba en imprenta cuando sus amigos y lectores supimos que había muerto la víspera del martes 3 de mayo.

¡Gracias por tantas enseñanzas, Fernando, y ya nos encontraremos algún martes de eternidad!

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