Verbo y Gracia
El porro
Se busca que la palabra porro quede registrada en el Diccionario de la lengua española como ‘ritmo musical mestizo de los costa atlántica colombiana’. Ojalá la Academia los oiga.
09 de Junio de 2016
Fernando Ávila
Si usted busca en el Diccionario de la lengua española, 2014, la palabra porro, encuentra ‘cigarrillo de marihuana’, pero usted sabe que porro es también lo que tocaba Lucho Bermúdez, cantaba Matilde Díaz y bailaba toda Colombia en el no tan lejano siglo XX.
“La múcura está en el suelo…” es un porro que cantamos todos los colombianos de radiola en los años 50 y 60. Los mismos que coreamos a Matilde Díaz en “Tierra de placeres, de luz y alegría, de lindas mujeres, Carmen, tierra mía” y al Loco Quintero o la Sonora Matancera en “Llevo en mi mochilón café y panela, y to mi corazón pa Micaela”. Eso es porro.
Y déjeme decirle que “Ahí viene la negra Celina, sí, la más cumbiambera”, que no solo han interpretado profesionales de la música como Aníbal Velásquez y Rodolfo Aicardi, sino aficionados como Aura Cristina Geithner, también es porro.
Y Santa Marta (la que tiene tren, pero no tiene tranvía), Las pilanderas (“Señora Juana María, / mire que me coge el día, / arrégleme el pantalón…”), Palmira señorial (“Este porrito suave cantaré / a la mujer más linda que amo yo”) y San San San Fernando (“…es el club más popular / de esta tierra soberana…”).
Salsipuedes (“…tierra de ilusión / donde el amor nunca se muere”), Momposina (“…ven a mi ranchito / Momposina, ven para quererte”), Colombia tierra querida (“…himno de fe y armonía / cantemos, cantemos todos, llenos de paz y alegría”), La casa de Fernando (“Domingo al atardecer…”), Pachito e che (“Pues sí señores que esta es la verdad / que hay un señor con talento y razón…”) son otras composiciones cantadas por varias generaciones en ritmo de porro.
Quizá el más internacional de los porros es Se va el caimán, compuesto por José María Peñaranda, a partir de la leyenda del mirón que gracias a un embrujo se convertía en caimán para observar a las muchachas que se bañaban en el río, y que un buen día no pudo tomarse el “contra”, y quedó caimán para siempre. Este porro quedó en bandas sonoras cinematográficas y fue grabado por la Billos Caracas, entre otras orquestas internacionales.
El porro es un ritmo costeño, ligado a las corralejas, ancestro del vallenato y característico de Córdoba, Sucre y sur de Bolívar, donde cada escuela es un conservatorio. Cada municipio tiene al menos una banda clásica, compuesta por 16 músicos, que tocan vientos europeos y percusión africana y les cantan al campo, al ganado, al río, al amor. El porro se baila por tandas que duran lo que aguanten prendidas las velas de un paquete, que la mujer lleva en la mano derecha y a veces pone sobre la cabeza.
En San Pelayo, Córdoba, se celebra cada año el Festival Nacional del Porro. Al alba tocan al unísono mil músicos integrantes de las varias bandas que acuden al evento. Las agujas de los sismógrafos se alteran y los corazones se agitan con el sonido de la orquesta más grande del mundo. Vienen turistas de EE UU y de Francia, país donde una banda de porro, La Belle Image, difunde esta música por escenarios europeos.
Adriana Lucía y Martina la Peligrosa enseñan qué es el porro en el largometraje Porro hecho en Colombia, estrenado en Nueva York en el 2014. Ese mismo año, el Festival Iberoamericano de Bogotá, en su 14a edición, se inauguró con el musical María Barilla, a partir de un clásico del género, que contó con la participación de estrellas de la televisión y bailadoras y músicos autóctonos.
William Antonio Salleg Taboada y Rahomir Benítez Tuirán, del Grupo de Comunicaciones El Meridiano, de Montería, adelantan una campaña en pro de este ritmo. Su empeño se concreta inicialmente en el libro Tributo al porro, recién editado, en el que cuentan a todo color esta historia y piden a la Academia solemnemente que la palabra porro quede registrada en el Diccionario de la lengua española como ‘ritmo musical mestizo de los costa atlántica colombiana’. Ojalá la Academia los oiga.
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