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Actualizado hace 9 horas | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y….


Apodos

12 de Mayo de 2016

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Antonio Vélez M.

 

 

Los apodos, sobrenombres, motes o alias son en cierta forma resúmenes compactos de aquellos aspectos de la persona que encajan o concuerdan de alguna manera con los del nombre elegido; en cierta forma, definen a la persona con gran economía de palabras. Suelen emplearse por amistad y afecto, o ser despectivos. Si además son jocosos, o ingeniosos y creativos, prosperan hasta convertirse en un segundo nombre, y se eternizan, lo que los convierte, sin buscarlo, en un reconocimiento al acto creativo. Por lo regular, los apodos contienen humor, agudeza e ingenio. Emparentados con los apodos están los hipocorísticos, especies de apodos, pero fijos, de tal modo que a cualquier Francisco le decimos “Pacho”, y a un José, “Chepe”.

 

Ponerse apodos cariñosos es una práctica común entre las parejas, lo que ayuda a reforzar el vínculo. Son comunes Gordita, Negra…, aunque por lo regular no concuerdan con la realidad. Sin embargo, en los momentos de enojo, las parejas olvidan el apodo y recurren al nombre de pila. En las comedias se usa este recurso: doña Florinda (El Chavo del 8), cuando está furiosa, llama a Federico, no a Quico.

 

El alias de una persona famosa llega a ser universalmente conocido. Es el caso de El Greco, pintor nacido en Grecia (de allí el apodo), aunque su carrera artística la llevó a cabo en España, y el de El Manco de Lepanto, alias de Miguel de Cervantes Saavedra. Dionisio el Exiguo (‘Dionisio el Enano’ o ‘el Pequeño’) fue un monje erudito a quien debemos los  cálculos para determinar la fecha de la pascua. En Colombia, el escritor Antonio Restrepo, conocido como Ñito, fue un luchador por la libertad de pensamiento, muy amigo de Juan de Dios Uribe, escritor y periodista, más conocido como El Indio Uribe. Y no existe un colombiano que no entienda de quien se habla cuando se menciona a Gabo.

 

Al actor Dean Martin, debido a su conocida afición al alcohol, sus amigos lo apodaron Drink Martin. Felipe Muñoz, alias El Tibio, ha sido el único mexicano que ha ganado una medalla de oro en natación, hazaña que realizó en la prueba de 200 metros estilo pecho, durante los olímpicos de 1968. El apodo se debe a que su padre es nativo de Aguascalientes, y su madre, de una aldea llamada Río Frío. Y en el mundo del fútbol no hay que explicarle a nadie de quiénes se trata cuando hablamos de Pelé o del Tino.

 

En un pueblito colombiano -refiere alguien-, vivía don José, mal vestido pero muy apreciado por su erudición enciclopédica, especie de Google casero, de tal modo que cualquier inquietud que surgiese, de inmediato se la consultaban. Entonces no faltó el jocoso quien, dada la sabiduría demostrada por don José, lo bautizó con el sobrenombre de Mi Dios en rústica. En otro pueblo, cuentan, don Francisco Téllez era un gran admirador del poeta Ricardo Neftalí Reyes, más conocido como Pablo Neruda. La admiración hizo que don Francisco bautizara a su primogénito con el nombre de Ricardo Neftalí, generando esta afortunada combinación: Ricardo Neftalí Téllez. Un compañero de escuela muy burlón y cruel aprovechó la ocasión y lo apodó Pablo Menuda.

 

En los colegios, los apodos son el pan de cada día, para diversión de los estudiantes. Es muy común que los profesores tengan su apodo, sobrenombre burlón que circula por todo el colegio, a espaldas, claro está, de la víctima. Se cuenta que a un profesor de origen alemán, de nalgas abundantes, los estudiantes lo bautizaron Fondillón (por Von Dillón).

 

Los animales no han escapado al ingenio humano. Es famoso el caso de Nim Chimpsky, un chimpancé entrenado para comunicarse por medio de signos, bautizado así en honor al lingüista Noam Chomsky, quien se mostraba escéptico con los avances lingüísticos de los simios. Y después de pensarlo mucho, al caballo de don Quijote lo apodaron Rocinante, “… nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo”. Los gatos tampoco se han quedado por fuera: a uno de ellos, su dueño, jocoso y desocupado, lo bautizó Gatoreid. Y hasta las fincas han recibido sobrenombres: una situada por los lados de Santafé de Antioquia, propiedad de varios hermanos, la apodaron, egoístamente, El otro domingo vos.

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