El mejor banquero de la historia

Juan Carlos Portilla

Profesor de Derecho Financiero Internacional

Maestría en Derecho Internacional de la Universidad de la Sabana

Las sagradas escrituras ofrecen valiosas lecciones sobre el trabajo, el dinero, las finanzas tanto públicas como privadas, el ahorro y la banca. En estos textos, se revela a Dios como el supremo administrador financiero de todos los tiempos, y de inversiones y prosperidad.

La bendición de crear y producir a través del trabajo

En relación con el trabajo, como fuente de riqueza, el libro de Génesis relata que Dios colocó al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo guardara, lo que implica la realización de labores. El trabajo no es una maldición a raíz de la desobediencia de Adán y Eva; en cambio, es una bendición del cielo. El libro de Proverbios respalda esta idea al afirmar que el alma del perezoso anhela, pero no tiene nada; mientras que el alma de los diligentes será enriquecida.

En esta era marcada por la creatividad, la inteligencia artificial y la tecnología, se nos recuerda en el libro de Deuteronomio que Dios, como el supremo Creador, nos ha otorgado la capacidad de crear riqueza. Este recordatorio se encuentra en un versículo que expresa: “Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder de crear riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día”.

Ahorro y finanzas públicas

En relación con el ahorro y las finanzas públicas, recordemos la interpretación de José al faraón de Egipto sobre sus sueños con las 7 vacas y 7 espigas hermosas y las 7 vacas y 7 espigas feas. José explicó: las 7 vacas y espigas hermosas representan 7 años de abundancia. Asimismo, las 7 vacas flacas y 7 espigas marchitas representan 7 años, pero de hambruna. Después José expresó: habrá 7 años de gran abundancia en Egipto, seguidos de 7 años de escasez; la hambruna asolará la tierra y el ciclo se repetirá dos veces. Por lo tanto, aconsejó ahorrar la provisión de los buenos años y preservarla para los 7 años de escasez, evitando la devastación de Egipto. Nuestros ministros de hacienda deberían considerar la posibilidad de destinar una parte de los ingresos fiscales durante periodos de expansión económica a fondos de reserva destinados a contrarrestar las dificultades asociadas con épocas de recesión.

La maldición de la deuda pública y de la corrupción

Dios, a través del rey Salomón en Proverbios, nos enseña que los deudores son esclavos de sus acreedores. La deuda pública de los países latinoamericanos es preocupante. De conformidad con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Venezuela es el país de Latinoamérica con la deuda más alta, con un 307 % en relación con su Producto Bruto Interno (PIB). Colombia no se queda atrás. El FMI dice que la deuda colombiana en relación con el PIB alcanza el 60,6 % de este. Según la ONU, si no se reestructuran las deudas de los países latinoamericanos, aumentará la pobreza en la región. Sin lugar a duda, varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia, parecen estar subyugados a sus acreedores, tal como menciona el rey Salomón en el Libro de los Proverbios.

Para aquellos que valoramos el servicio público y a quienes se les ha conferido la responsabilidad de gestionar los recursos estatales, se encomienda por parte de Dios la honestidad y el rechazo a la corrupción. El rey Salomón expresa en el libro de los Proverbios: “Las riquezas obtenidas con deshonestidad disminuirán, pero aquel que las adquiere con esfuerzo las verá multiplicarse”.

Perder el miedo a invertir y aprender a diversificar

Dios también nos muestra en la Biblia una faceta de inversor prudente y diversificador de la cartera de inversiones para mitigar los riesgos en situaciones de una recesión económica. Dios, en el libro de Eclesiastés, nos aconseja invertir en siete u ocho emprendimientos o sectores, ya que no se puede prever las calamidades que puedan acontecer en la tierra. La parábola de los talentos es una enseñanza de Jesús que se encuentra en el evangelio de Mateo. Jesús relata la historia de un hombre rico que parte de viaje y confía su dinero a sus siervos para que lo hagan crecer (invertir) mientras está ausente.

Al regresar, el hombre evalúa el desempeño de sus siervos según lo que lograron con el dinero confiado. Aquellos que invirtieron y multiplicaron los fondos recibieron recompensas, mientras que el siervo que no hizo nada con lo que se le encomendó fue castigado. Jesús concluye la parábola enseñando que se premiará a quienes hayan sido fieles con lo que se les dio, y se quitará a aquellos que no lo fueron, transfiriendo lo quitado a quien ya tiene abundancia. En esta parábola, Dios nos alienta a gestionar con sabiduría nuestros recursos financieros y a discernir las oportunidades que se nos presentan, como dones divinos. De esta manera, se revela la faceta de Dios como un inversionista que promueve la multiplicación de la riqueza.

El legado de una buena herencia

En el libro de Proverbios, se subraya la relevancia de legar prosperidad en lugar de deudas a las generaciones futuras. Se menciona que un hombre íntegro deja una herencia a sus descendientes, mientras que la riqueza del pecador se acumula para los justos. El libro de Proverbios corrobora esta premisa al afirmar que tanto la propiedad raíz como la riqueza en general son legados que los padres transmiten a sus hijos.

Conclusión

Sin duda, Dios se destaca como el banquero más sobresaliente de la historia, y varios líderes mundiales, parlamentos, ministros de hacienda, directores de bancos centrales, banqueros, empresarios y sindicatos deberían considerar seguir sus enseñanzas acerca del trabajo, el dinero, las finanzas, el ahorro y la banca.

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