Ucrania, Rusia, Colombia y otros países: mujeres y niñas migrantes

Beatriz Eugenia Luna de Aliaga
Abogada de la Universidad del Rosario
Magistra en Derecho Constitucional y Doctoranda en Derecho

Imágenes desoladoras de mujeres, niñas, niños, adolescentes y hombres en Ucrania; seres humanos angustiados y forzados a migrar debido a la grave situación de conflicto internacional entre su país y Rusia. Medios de comunicación, reporteros y otros informan de miles de personas que buscan llegar a una frontera para huir de la barbarie; familias que migraron juntas o separadas; viviendas de poblaciones civiles atacadas por misiles y otros armamentos; construcciones subterráneas que sirven de refugio, incluso para bebés recién nacidos que tuvieron que ser llevados desde las unidades de cuidados intensivos; personas pidiendo ayuda y protección en oración; personas heridas y fallecidas, en fin, un gran caos que es difícil de comprender en pleno siglo XXI. Además, para entenderlo, se requieren análisis geopolíticos, sociojurídicos y económicos, más la realidad mundial de la pandemia del covid-19, unido a lo informado por las Naciones Unidas relativo al desplazamiento interno en Ucrania, generado por conflictos desde el año 2014.

Al recordar los diversos fundamentos del Derecho Internacional Humanitario (DIH), especialmente alguna cartilla explicativa del Comité Internacional de la Cruz Roja, se encuentra que intenta “humanizar la guerra”. Así mismo, este campo del Derecho se divide en el Derecho de Ginebra y en el Derecho de La Haya, concentrándose el primero en la protección de personas y bienes, mientras que el segundo en los métodos de guerra. Unos de los principios del DIH son proteger a la población civil y el no atacar a bienes como viviendas, hospitales, escuelas y similares, lo cual realmente permite reprochar los ataques de Rusia sobre Ucrania.

Prestando atención al mismo DIH y, en general, visto desde una óptica de humanidad, en una guerra todos pierden: pérdidas de valiosas vidas humanas, personas heridas, familias destruidas y, en fin, naciones resquebrajadas en sus aspectos espirituales, morales, sicológicos, médicos, jurídicos, económicos, culturales y políticos.

En este contexto, es prudente conocer, analizar y atender de manera particular la situación tanto de las mujeres, como de las niñas migrantes forzadas. Lo anterior teniendo presente sus realidades y necesidades especiales en materia de protección y atención en sus trayectos migratorios desde sus lugares de origen, abarcando también los de tránsito y destino. Todo esto porque, lamentablemente, las mujeres y niñas migrantes se ven expuestas y, muchas veces, han sido víctimas de peligros y vulneraciones específicas por su género, tales como agresiones y abusos sexuales, discriminación, acoso, malos tratos, xenofobia, trata de personas, desapariciones y matrimonios forzados, entre otros. Estas situaciones son similares a las que han tenido que sufrir miles de mujeres y niñas migrantes en Colombia, en países de Centroamérica y otros.

La realidad que viven actualmente las personas en Ucrania y los países vecinos requiere que se continúe con las prontas acciones de otros Estados, los organismos internacionales, la comunidad internacional y, en general, el mundo entero, para proteger la vida y la integridad de todos los seres humanos en el corto, mediano y largo plazo. En especial, respecto a las mujeres y niñas migrantes, se necesitan medidas y políticas públicas efectivas con enfoques particulares.