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Río arriba

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Juan Camilo Serrano Valenzuela

Abogado y asesor tributario

jcserranov@jcsvabogados.com

Tal parece que, como en muchos otros asuntos, terminan pagando justos por pecadores, especialmente en la administración pública, en donde los altos funcionarios del Gobierno, además de ostentar enormes responsabilidades, se someten a las condiciones de constituirse en “fusibles” del gobernante de turno, pues acallan críticas sometiendo a ministros y poderosos ejecutivos de la administración, a la destitución o retiro como si fueran los culpables de malos resultados o críticas generalizadas que no les son imputables.

Lo sucedido con el director de la Dian los últimos días, aparentemente no se trató de la estrategia del funcionario fusible, sino de un castigo a quien había mantenido un bajo perfil, como corresponde a funcionarios de alta capacidad técnica, en cargos que exigen esa preparación, seriedad y prudencia, por la importancia estratégica de la función de dirigir el control y la recaudación tributaria que, como se observa claramente en los resultados del último año, son francamente desastrosos.

El director saliente, víctima de una gestión mediática muy poco efectiva de su antecesor, pagó los pecados ajenos, con la excusa de resultados casi desastrosos, tanto en los errados cálculos de recaudos esperados, sustentados en ingenuas ilusiones, en disposiciones declaradas inconstitucionales las unas, o mal diseñadas, otras, lo que generó para el 2024 una reducción histórica del recaudo tributario respecto del año anterior, casi del 4,3%, y respecto de las metas iniciales que llegó casi al 84 %, lo que implica un faltante, respecto de lo esperado en la meta presentada al Congreso para la aprobación del presupuesto de 2024, de algo más de 45 billones de pesos.

El doctor Villabona, a quien se le critica la defensa del proyecto de reforma tributaria, o ley de financiación fallida, principalmente por lo liviano de sus argumentos respecto de la satanización del régimen simple, hay que reconocerle conocimiento, serenidad y capacidad técnica, independientemente de sus convicciones, y la responsabilidad con que asumiera una función que, aunque no sea especialmente útil para ejercer el efecto fusible, si se constituye en una de las más importantes responsabilidades en el sector económico, con mayor relevancia, incluso, que algunos ministerios cuyas funciones se observan, en ocasiones, un poco irrelevantes para la dignidad y exposición del cargo.

Pero lo que viene es más importante que los cambios de fusibles en el Gobierno Nacional, pues nos enfrentamos a un presupuesto desfinanciado por recursos cuya fuente es inexistente como consecuencia de la negativa en la aprobación de la ley propuesta para obtenerla, y por el error repetido en los cálculos de recaudo proyectado, que se observa tan grande o mayor que el del año 2024.

Seguramente el anuncio no oficial de la utilización de la inteligencia artificial (IA) para el desarrollo de programas de control tributario, cuyos resultados serán, desde los abusos de la administración interpretando comportamientos de contribuyentes, como si los hubiera orientado la IA, hasta la sobrecarga de procesos de discusión administrativa y contenciosa, y no propiamente del incremento en los ingresos tributarios tan necesarios para el Gobierno Nacional.

Por otra parte, los cambios en la dirección de la Dian, que seguramente vendrán más adelante cuando los recaudos no logren suplir las aspiraciones del Ejecutivo, podrán tranquilizar los arrebatos del gobernante, siempre buscando el ahogado río arriba, sin considerar las verdaderas causas que han originado los bajos recaudos tributarios del año anterior.

En materia de recaudación, es necesario establecer los elementos que generan el pago de los impuestos, asuntos que han sido claramente despreciados por la administración actual, tales como la confianza, el riesgo subjetivo y, principalmente, la cultura tributaria construida en nuestro país durante muchos años, y destruida con mucha eficiencia en tiempos de priorización de redes sociales, mediante amenazas incumplidas, ausencia de rigor técnico en las investigaciones y una muy superficial presencia de la administración en materia de investigación tributaria.

Vale la pena repensar en las enseñanzas del arzobispo surafricano Desmond Tutu, cuando invitaba a buscar las causas de resultados que nos incomodan, antes que reaccionar impulsivamente en detrimento de quien bien nos ha servido: “Llega un punto en el que tenemos que dejar de sacar gente del río. Necesitamos ir aguas arriba y descubrir por qué están cayendo”.

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