Sobre la encrucijada del Banco de la República
Ana María Olaya Pardo
Directora Economía y Finanzas Internacionales en Universidad de la Sabana
Magistra en Teoría y Política Económica
¿Subir tasas de interés cuando la economía está en desaceleración y se espera una recesión mundial para el próximo año? Desde el 2015, se venía presentando una desaceleración económica en el país, al pasar de un crecimiento del PIB del 4,5 %, en el 2014, al 1,4 %, en el 2017, cuando tocó fondo y, aunque en el 2019 mostraba tendencia hacia la recuperación (3,2 %), surge en noviembre el covid-19, que nos llevó, en el 2020, a un decrecimiento del 7,0 %. El crecimiento del año siguiente fue histórico en Colombia (10,7%), pero es claro que gran parte se debió a la reactivación de la economía después del aterrador paro ocasionado por la pandemia. Para este año, se espera un crecimiento menor y, para el próximo, la desaceleración será aún mayor con expectativas de llegar a convertirse en recesión; las proyecciones más optimistas señalaban un crecimiento alrededor del 3 % para el 2023. Sin embargo, han sido modificadas hacia la baja, llegando hasta el 2,1 %, según las proyecciones del Banco Mundial.
“El objetivo primario de la política monetaria es alcanzar y mantener una tasa de inflación baja y estable, y lograr que el producto crezca alrededor de su tendencia de largo plazo”[1]. La inflación ha venido aumentando (se espera que, en el 2022, llegue alrededor del 11 % o 12 %), como consecuencia de las interrupciones en la cadena de suministro a nivel internacional, la devaluación de la moneda, la crisis energética y las condiciones climáticas en el país.
Estos altos niveles de inflación no solo caracterizan a la economía colombiana actualmente, sino también a las diversas economías en el mundo, razón por la cual los bancos centrales han optado por aumentar las tasas de interés para disminuir la inflación, tal como la Reserva Federal, que viene aplicando una política contraccionista al subir las tasas de interés al 4 %. Esta es una de las causas de la revaluación del dólar a nivel internacional, y en Colombia, la devaluación ha llegado a niveles históricos este año (entre el 24 % y el 26 %), consecuencia de los desequilibrios de la economía mundial, los problemas geopolíticos, los déficits gemelos de la economía colombiana y las expectativas por las medidas propuestas y algunas ya implementadas por el nuevo Gobierno.
Ante estos desequilibrios y acontecimientos nacionales e internacionales, el Banco de la República ha venido aumentando desde finales del año pasado la tasa de intervención de la política monetaria hasta niveles del 11 %. Para todos, es claro que el nivel de precios en Colombia no responde a un crecimiento desbordado de la demanda, sino a una fuerte caída de la oferta. De esta manera, la autoridad monetaria, más que buscar frenar la demanda, busca anclar las expectativas sobre el nivel de inflación a corto y mediano plazo. Sin embargo, al subir tasas de interés desincentiva la inversión, el consumo, el gasto y en general la demanda agregada, situación que no ayuda para nada, teniendo en cuenta las expectativas de recesión para el próximo año, después de seis duros años para la economía colombiana.
Pero, por otro lado, el banco central tiene la presión de la devaluación causada por la salida de capitales, debido a la normalización de la política monetaria en los países desarrollados y con menor riesgo país. Esto me recuerda la situación a finales de la década de los noventa, en la que la crisis financiera asiática generó una abrupta salida de capitales del país y, unido a los desequilibrios que presentaba la economía, una fuerte devaluación imposible de controlar, a pesar de las intervenciones del Banco de la República. En ese momento, la decisión de la Junta fue aumentar tasas de interés a un nivel tan alto que la economía rápidamente llegó a niveles de recesión.
La encrucijada actual del Banco de la República no permite juzgar las decisiones tomadas hasta el momento, ¿estaremos repitiendo la historia? Lo que sí es claro es que esto sucede en una economía donde el aparato productivo ha ido desapareciendo poco a poco, resultado de la globalización, los tratados de libre comercio, la baja productividad y nivel tecnológico; una economía que depende del producto externo para subsistir, una economía que, a pesar de presentar altos niveles de devaluación, las exportaciones no aumentan por falta de producto e incumplimiento en requisitos fitosanitarios.
Aplaudo la idea de la ministra de Agricultura, Cecilia López, de llevar a Colombia a ser el país abastecedor de alimentos al mundo. La población mundial se volcó hacia la producción de productos tecnológicos y servicios, olvidándose de la producción de alimentos. Algo absurdo, cuando es lo primeramente necesario para la subsistencia del ser humano. Es urgente crear un aparato productivo sólido que nos permita producir para satisfacer nuestra demanda y, además, la demanda externa.
[1] https://www.banrep.gov.co/es/objetivos-politica-monetaria
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