Los inesperados efectos de la invasión a Ucrania
Matthias Herdegen
Director de los institutos de Derecho Público y de Derecho Internacional de la Universidad de Bonn (Alemania)
La guerra de agresión de la Federación Rusa contra Ucrania sigue generando efectos muy diferentes a lo que contemplaban los responsables de esta invasión. A nivel normativo, la ayuda conjunta de Occidente a Ucrania consolidó la doctrina de que las reglas de la neutralidad no se oponen al suministro de armas pesadas y sistemas avanzados de defensa al Estado víctima de un ataque armado.
La legitimidad de tal ayuda a la víctima de agresión resulta de la lógica del sistema de seguridad colectiva que establece la Carta de las Naciones Unidas, con la protección de la integridad territorial de los Estados y la legítima defensa. No así, el viejo concepto de neutralidad que obligaba a Estados no beligerantes a abstenerse de ayudar a una de las partes, sin diferenciar entre agresor y agredido.
A esto se suma que Finlandia y Suecia abandonaron su postura histórica de neutralidad. Finlandia acaba de ingresar como miembro número 31 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otán) y Suecia está ad portas de su ingreso, pues sigue a la espera del beneplácito de Hungría y la Turquía del recién reelecto autócrata.
La extensión de la Otán hasta el norte del golfo de Finlandia, ciertamente, no hizo parte del plan estratégico del Kremlin. El último encuentro de Estados europeos en Moldavia alimentó las esperanzas de Ucrania de ingresar tanto a la Otán, como a la Unión Europea (UE), en un futuro no tan lejano. Ingreso que pondría a Ucrania bajo la protección del artículo 5° del Tratado de Washington, en virtud del cual, un ataque armado contra un miembro de la Otán desprende una reacción colectiva para la protección del Estado agredido. Más fuerte aún, la garantía normativa del artículo 42.7°, del Tratado sobre la Unión Europea, que promete al miembro agredido la asistencia de los demás Estados miembros “con todos los medios a su alcance”.
La postura tradicional de la Otán se opone a la admisión de un país involucrado en el momento en un conflicto armado. Frente a una posible terminación de la guerra actual, no existe un consenso dentro de la Otán sobre la accesión de Ucrania y su tan extensa frontera con Rusia. Algunos gobiernos bálticos apoyan tal accesión, otros gobiernos son más cautelosos. Ya se discute un sistema de garantías unilaterales en pro de la seguridad de Ucrania. Mientras la discusión dentro de la Otán se enfoque en el equilibrio de poderes y sensibilidades del imperio ruso con su régimen impredecible, el ingreso de Ucrania a la UE será tema de un largo proceso de convergencia estructural y económica.
La guerra de Ucrania también dio inicio a una dinámica inesperada en otras áreas. La Corte Penal Internacional emitió una orden de captura contra el presidente Putin por su participación en el vil rapto de niños ucranianos. Esa orden es problemática, porque Rusia no es parte del Estatuto de Roma y no reconoce la jurisdicción de la Corte. A diferencia del caso del presidente de Sudán, el derecho de veto de Rusia como miembro permanente del Consejo de Seguridad, protege al Kremlin de una resolución del Consejo en pro de una investigación. En tanto no haya un cambio de régimen en Rusia, es difícil imaginar la ejecución de esa orden.
Finalmente, la UE está contemplando sanciones “secundarias” contra actores no europeos que han ayudado a evadir las sanciones primarias contra Rusia. Es un desarrollo interesante, porque la UE siempre fue muy crítica de sanciones secundarias adoptadas por EE UU. A la luz del derecho internacional, las sanciones secundarias contra extranjeros son legítimas, si la misma sanción tiene un nexo con el territorio del Estado, tal como el ingreso a ese país o el acceso a sus mercados internos.
Dentro de las repercusiones más distantes del conflicto en Ucrania, encontramos una agresiva estrategia de Rusia y China para incrementar su influencia en América Latina. Llama la atención el marcado esfuerzo de China por ampliar su presencia y controlar más infraestructuras estratégicas en América Latina, como el proyectado Puerto Sol de Oriente en el Urabá antioqueño, entre muchos otros. Por otro lado, los países europeos avanzan en una política más activa con países de la región, relacionada con reestructuración de cadenas de suministro de materias primas utilizadas en producción de bienes de relevancia crucial para el sector industrial en la UE.
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