La justicia y el legislador, en la mira del presidente Petro
Javier Tamayo Jaramillo
Ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia y tratadista
Como respuesta a mi columna pasada que titulé Entre la socialdemocracia y el populismo neomarxista, un lector furioso me lanzó una diatriba violenta e irracional, porque afirmé que el señor Petro no es un socialdemócrata, pues su discurso y su comportamiento son propios de un neomarxista. Ni un solo argumento en contra de mi opinión. Solo violencia verbal.
Confieso que me preocupan esas reacciones. Es tan peligrosa la violencia física como la verbal. Sin embargo, sigo en la brega de expresar públicamente mis ideas en defensa de la independencia de los poderes públicos y del pluralismo en nuestro Estado social de derecho.
Por ello, observo que, en un discurso reciente desde Caldono (Cauca), el señor Petro expresó, palabras más palabras menos, que, como la actual justicia y el legislador estaban al servicio de los poderosos y en contra de los débiles, ambas ramas del poder debían ser funcionales a la actual revolución que él encabeza (¿presagio de una constituyente?). Autoritarismo antidemocrático puro y duro que, quiérase o no, se identifica con la doctrina del uso alternativo del Derecho[1] que, a su turno, es la esencia del pensamiento neomarxista de Antonio Gramsci[2]. No invento nada; solo doy cuenta de lo que convencionalmente se denomina neomarxismo.
En efecto, Gramsci[3] entendió que la toma del poder por parte del proletariado se lograba, sin violencia, con la captación cultural de todas las fuerzas intelectuales de una nación. En esa forma, aprovechando las ventajas que brinda un Estado de derecho, los intelectuales orgánicos o funcionales afines están llamados a ir penetrando, poco a poco, todas las estructuras sociales e institucionales hasta alcanzar el poder en una operación imperceptible y envolvente sin derramar una gota de sangre.
Esa forma de marxismo la he explicado desde hace más de 20 años, pues el derecho de los jueces que se ha venido instalando en Colombia, a menudo, se apropia de las competencias del Legislativo y del Ejecutivo[4]. Y el adoctrinamiento del sistema educativo, de los periodistas, de los sindicatos, de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia, etc., es un hecho evidente que tranquiliza a los adoctrinados con la falacia de que ello se hace en aras de la socialdemocracia.
Como se ve, lo dicho por Petro no deja dudas de que la eliminación de la división de poderes independientes es uno de sus objetivos. Recuérdese, además, que pronto se elegirán magistrados para la Corte Constitucional, tres de los cuales surgen de termas presentadas por el presidente de la República. Y la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía pueden convertirse en alfiles afines al Ejecutivo. En consecuencia, no entiendo cómo hay quien siga sosteniendo que el presidente Petro es un socialdemócrata. Las cosas son los que son y no como se les llame. No comprendo por qué razón los neomarxistas se enfurecen cuando se les denomina así. Es conveniente que lo acepten orgullosamente, ahora que los vientos soplan a su favor, salvo que sigan ocultando sus intenciones para que la gente no se asuste.
Ahora, es conveniente que los jueces y los legisladores que han sido proclives al mal llamado pensamiento “progresista” vayan teniendo claro que su futuro y su libertad de decidir desaparecerán, pues la idea del Ejecutivo es barrer con los actuales jueces para nombrar o elegir otros que sean anejos a su revolución. Y, si los actuales sobreviven, el creacionismo judicial del que ahora disfrutan desaparecerá, pues la línea ideológica de sus fallos tendrá que ser homogénea y legitimadora del decisionismo del Poder Ejecutivo todopoderoso. Miren para Venezuela, Nicaragua y Cuba. Allá el juez que se salga de la fila del pensamiento revolucionario será defenestrado sin piedad alguna.
De pronto, por fortuna, la incontinencia verbal del señor presidente hará que sus orejas de lobo se asomen, como en este caso, y la clase política y los jueces entiendan que el poder actual no tiene afán y que, cuando ya las condiciones estén dadas, tratará de dar los zarpazos finales que lo instalen indefinidamente en el poder. Las sociedades hacen la historia, pero no saben que la están haciendo. Pero, aunque tarde, lo sabrán.
[1] De Souza María de Lourdes, El uso alternativo del Derecho, Editorial: Universidad Nacional, Bogotá, 2001, pág. 17.
[2] Gramsci Antonio, Los intelectuales y la organización de la cultura, Edicol, 2018, Buenos Aires.
[3] Gramsci Antonio, ob. cit., págs. 115 y s.s.
[4] Tamayo Jaramillo Javier, La decisión judicial, t. I, reimpresión, Editoriales: Universidad Santiago de Cali y Diké, Medellín, 2002, n. 51.
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