Entre la socialdemocracia y el populismo neomarxista
Javier Tamayo Jaramillo
Ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia y tratadista
En varias oportunidades he manifestado mi renuncia a todo tipo de poder y de partido y mi adhesión utópica a las ideas de la socialdemocracia. Por ello, sostengo que, en el Estado social, dentro de las posibilidades jurídicas y fácticas reales, se debe garantizar un Estado de bienestar, si, al mismo tiempo, se respeta su convivencia con el Estado de derecho, es decir, con el principio de legalidad, la división de poderes, las libertades públicas y la libre empresa, siempre y cuando los grupos económicos no controlen la soberanía externa e interna y que el derecho de los jueces no cambie las normas vigentes por otras convenientes a su ideología.
Es indispensable, entonces, que esas dos facetas del Estado social de derecho se realicen equilibradamente, sin sacrificar una en beneficio de la otra. De nada sirve un Estado de bienestar absoluto, si es a costa del Estado de derecho; ni el Estado de derecho, a espaldas del Estado de bienestar. Por eso, rechazo toda ideología populista y autoritaria, entre ellas la neomarxista, que desconozca el Estado de derecho para lograr el Estado social.
Reconozco que muchos fallos de la Corte Constitucional son protectores de los derechos fundamentales. Pero rechazo que la corporación, para lograr el Estado social, invada las competencias del Poder Legislativo y cambie una norma por otra, pues eso atenta contra el Estado de derecho y la división de poderes.
Sin embargo, varios lectores y amigos me han preguntado cómo puedo ser yo socialdemócrata, si soy tan crítico de Petro, socialdemócrata por excelencia. A ver: en la vida práctica, el autollamado progresismo latinoamericano está encerrado en su propio relato, que solo predica la construcción de un Estado de bienestar, llevándose de frente el Estado de derecho. Para ellos, el Estado de derecho no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir una ideología populista, de partido único que instaure el Estado de bienestar, y lo consigue acudiendo a la relación amigo-enemigo, lo que siempre ha terminado con la citación a una asamblea constituyente en la que el Estado de derecho tradicional de corte pluralista se extingue, porque así lo pide el pueblo, atrapado por la demagogia. Luego vienen la violencia, la pobreza, la represión y la perpetuación en el poder. ¡Ah!, y la sumisión de los progres a esa infamia política que los enriquece como si fueran una casta superior. O el exterminio o asilo de intelectuales que predicaban un Estado de bienestar dentro de un Estado pluralista de derecho.
Estamos en el borde de esa situación. Petro, dentro de su soberbia, es autoritario y, en su formación marxista, a cada momento, trata de cooptar los otros dos poderes, lo cual ha conseguido parcialmente. Sus apoyos políticos están conformados, entre otros, por la escoria de los partidos tradicionales y por los componentes de su propio partido, cuya primera línea generó violencia, muerte y pobreza, cuando un ministro del Gobierno anterior presentó un proyecto de reforma tributaria mucho menos empobrecedor que el presentado por Petro al Parlamento, ya aprobado sin que esos vándalos ni el alcalde de Medellín digan una sola palabra. Aunque para conservar su imagen, Petro no participó personalmente en el vandalismo del año pasado, lo cierto es que públicamente alentaba el movimiento sin importarle el costo de semejante violencia. Pregunto: ¿Puede ser socialdemócrata un personaje con esas formas de acción política, dentro de las cuales siempre ha predicado la citación a una asamblea constituyente que, bien sabemos, conduce al exterminio del Estados social de derecho? ¿Puede serlo sin que olvidemos su adhesión al pensamiento chavista? Definitivamente, Petro no es un socialdemócrata.
Ahora, las ideas que defiendo como socialdemócrata no se inspiran en el acontecer político de nuestro país, pues acá estamos acéfalos intelectualmente y en poder de la corrupción. Mi posición se afinca en los resultados políticos que ha tenido la socialdemocracia en los países occidentales, y en el pensamiento de verdaderos colosos que hoy predican el respeto a la ley y a la división de poderes: Habermas, Alexy, Dworkin, Duncan Kennedy, Bobbio, entre muchos otros. Además, he publicado un tratado sobre este tema, titulado La decisión judicial. El que quiera saber por qué yo soy socialdemócrata y Petro no puede leer dicha obra, argumentada hasta la saciedad, así como mis periódicas columnas en ÁMBITO JURÍDICO. Mi acción política se reduce a mi pluma y a mi lucha por la libertad.
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