Estadistas de Colombia
Salomón Kalmanovitz
Economista e historiador
En un escrito reciente citaba la definición de estadista que hacía José Ortega y Gasset en su ensayo El espíritu de la letra. Mirabeau o el político. Según él, un estadista se define como el político que se coloca por encima de las divisiones partidistas, que se concentra en la búsqueda del bien común y logra imprimirle un giro constructivo al destino de la Nación.
Según este autor, el estadista debe contar con virtudes magnánimas y estar lejos de conductas pusilánimes, adaptadas a los intereses de los poderes dominantes. El estadista se ocupa de las cuestiones trascendentales de largo plazo y frecuentemente toma decisiones impopulares para lograr cambios necesarios, mientras que los políticos ordinarios se preocupan más de los resultados inmediatos de sus acciones.
En la historia de Colombia moderna encuentro pocos estadistas. Carlos C. Restrepo (1910-1914) es uno de ellos, pues desarrolló una visión de futuro compartido, ya delineada por Rafael Reyes. Restrepo contribuyó a reconciliar a los partidos tradicionales después de tres guerras civiles que propiciaron Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro con su Constitución católica y excluyente. Restrepo invitó a los liberales moderados a participar en su gabinete, adelantó reformas a la Constitución que la hicieron aceptable para todos e inició un largo periodo de paz política y de intenso desarrollo económico que no había conocido el país desde hacía 30 años. Los presidentes conservadores que siguieron ejercieron sus privilegios de partido y solo Pedro Nel Ospina armó un proyecto modernizante al establecer el Banco de la República, la Contraloría General y la Superintendencia Bancaria, pero no puede decirse que contara con un proyecto que integrara a los liberales en el Estado.
No sabría cómo clasificar a Alfonso López Pumarejo, quien logró hacer aprobar importantes reformas que modernizaron el país, como la ley de tierras y la legalización de los sindicatos que encausó las luchas sociales y pacificó las relaciones laborales, pero en medio de una polarización con el Partido Conservador que eventualmente estallaría en la violencia de los años cincuenta. Se podría argumentar que el caudillo conservador Laureano Gómez fue el acicate del conflicto político, para congelar al país en su pasado, mientras López intentaba desactivar el conflicto social, pero conduciendo el país al desarrollo económico con democracia.
Un estadista destacado fue Alberto Lleras Camargo, pues tuvo una visión de futuro compartido que incluía al Partido Conservador y llegó a acuerdos con el mismo gestor del conflicto, Laureano Gómez, para dar lugar a otro periodo de paz política que siguió al de la violencia. No sabría si Carlos Lleras merece el título, porque, aunque también tuvo una gestión modernizante e intentó activar la reforma agraria, no consiguió suficientes apoyos.
Otro estadista fue Virgilio Barco, quien intentó civilizar las costumbres políticas mediante la fórmula gobierno-oposición, que sirvió de preámbulo a la Constitución de 1991, sobre la base de las negociaciones con la insurgencia. Estas iniciativas fueron continuadas por César Gaviria, quien contó con la habilidad de concretarlas.
Creo que hay un contraste grande entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos: el primero recrudeciendo la guerra con la insurgencia, pretendiendo exterminarla, el segundo proyectando un país en paz que nos ha sido esquivo. La paz está a la vuelta de la esquina, pero requiere de un estadista.
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