27 de Septiembre de 2024 /
Actualizado hace 12 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Columnistas

El corazón de la derecha norteamericana

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Salomón Kalmanovitz

Economista e historiador

 

EE UU constituye la economía más desarrollada del mundo, pero es también el país más religioso de todos. La separación Iglesia - Estado no ha impedido que las muy diversas congregaciones estén exentas de impuestos y que hayan acumulado enormes recursos con qué avanzar en sus campañas de evangelización. La educación laica solo es aprovechada por la población urbana y no alcanza a las familias de los trabajadores blancos pobres que han visto reducir sus ingresos durante los últimos 40 años. La religiosidad es especialmente intensa en las regiones más pobres de la Unión.

 

Según Arlie Hochschild, en Strangers in Their Own Land, los Estados republicanos y los que votan por su facción más derechista, el Tea Party, son más pobres, cuentan con más madres adolescentes, peor nivel de salud, más obesidad y menor cobertura escolar. La expectativa de vida en ellos es cinco años más corta que la de los Estados demócratas. Además, están más expuestos a la polución y, sin embargo, son los más fervientes seguidores de las políticas conservadoras que impiden que se conserve el medioambiente. Louisiana, el segundo Estado más pobre de la Unión y el más opuesto al centralismo de Washington, recibe subsidios que equivalen al 44 % de su presupuesto destinado a fines sociales e, incluso, los activistas de la derecha reciben subsidios federales. Sin embargo, es un fortín del extremismo derechista que ha bloqueado el presupuesto federal en varias ocasiones. Tiene la tasa más alta de muertes por arma de fuego, la más alta población encarcelada y tiene una de las menores coberturas educativas, porque no recauda suficientes impuestos locales para pagar por ella.

 

Los republicanos han estado cortejando a estas poblaciones desde hace más de 30 años, endureciendo y radicalizando sus posiciones. La pugnacidad de los republicanos ha dejado sin magistrados a muchos de las cortes federales. Ha bloqueado en varias ocasiones el financiamiento del presupuesto federal, paralizando el gobierno.

 

Se crearon así las condiciones para que un promotor de reality shows se quedara con la candidatura republicana, desbancando a los religiosos, a la derecha más moderada y a los políticos profesionales del partido. Aprovechando que los sindicatos se han debilitado con la desindustrialización vivida en el corredor herrumbrado del nordeste, Trump atrajo a la clase trabajadora blanca que se siente amenazada por los inmigrantes latinos y del resto del mundo, que ha perdido empleos que se han ido a México o a la China; también explotó el deterioro de las regiones mineras que están siendo desplazado por las importaciones o la sustitución del carbón por combustibles más limpios, más las industrias tradicionales que no han sobrevivido al cambio tecnológico.

 

El discurso de Trump se basó en un marxismo de la extrema derecha que llama a la lucha contra Wall Street, contra la globalización y al desconocimiento de la institucionalidad liberal. Pero detrás del discurso subversivo, hay una coalición con los supremacistas blancos del Ku Klux Klan y con el Partido Nazi Americano, a la vez que logra el apoyo de los republicanos tradicionales y del Tea Party.

 

El nuevo presidente de EE UU está dispuesto a romper los equilibrios macroeconómicos de su país, reducirá impuestos a los ricos, arrasará con la independencia de la Reserva Federal y volará en pedazos las relaciones con México y Cuba, y en fin, con el resto del mundo.

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