21 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Cinco desafíos del Derecho en el siglo XXI

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Catalina Botero Marino

Decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes. Especialista en Derecho Constitucional y Derecho Internacional de los DD HH

@cboteromarino

 

Este año la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes cumple 50 años. La creación de la facultad tuvo como propósito el desarrollo de un proyecto educativo capaz de encontrar estrategias novedosas que privilegiaran el desarrollo de competencias analíticas y del pensamiento ético y crítico sobre la enseñanza formalista y memorística del Derecho. Sin embargo, como lo recordé en Alderecho, el novedoso programa semestral, por créditos, flexible e interdisciplinario fue objeto de múltiples críticas. Los métodos alternativos de educación jurídica eran motivo de comentarios sarcásticos sobre el rol de profesores y estudiantes en el aula. La apertura de la primera clínica jurídica del país como apoyo a la enseñanza práctica y en desarrollo de la responsabilidad social de la universidad era vista con sospecha. El propósito de contar con una planta robusta de profesores de tiempo completo se recibía con incredulidad. No obstante, el audaz experimento -como lo denominó Eduardo Cifuentes- tuvo éxito. La pregunta que nos corresponde formular ahora es qué debemos hacer para tener éxito en los próximos 50 años. Para responder esta pregunta, hemos lanzado un proyecto interuniversitario que busca explorar las mejores prácticas académicas para hacer frente a las necesidades de la enseñanza del Derecho en el siglo XXI. 

 

Aparte de la conversación sobre las estrategias pedagógicas que debemos emplear profesores del siglo XX en cursos con nativos digitales y sobre las formas de afrontar los retos clásicos -y no por ello menos difíciles- que presenta la enseñanza jurídica, me parece importante mencionar cinco desafíos ineludibles del estudio del Derecho en la actualidad.

 

En primer lugar, el Derecho afronta una fuerte tensión entre la globalización y los renovados ímpetus nacionalistas -o soberanistas- de algunos Estados. Los difíciles problemas jurídicos que surgen de esta tensión en todas las áreas del Derecho, desde el Derecho Comercial y Financiero hasta los derechos humanos, no son pocos.

 

En segundo lugar y estrechamente ligado con lo anterior, hoy son mucho más fuertes los conflictos entre el multiculturalismo y la tentación homogeneizadora. Y no porque dichos conflictos no existieran antes, sino porque fenómenos como las migraciones y el reconocimiento de importantes grupos étnicos o raciales tradicionalmente invisibilizados los han agudizado.

 

En tercer lugar, el surgimiento de nuevas tecnologías ha impactado sustancialmente no solo la manera de ejercer el Derecho en todas las áreas de la profesión jurídica, sino, incluso, su propio objeto. La inteligencia artificial, por ejemplo, afecta de manera fundamental las formas de comprender y regular la responsabilidad civil o penal. Por eso se vuelve indispensable el estudio interdisciplinario de este tipo de fenómenos.

 

Un cuarto asunto que debe ocupar de nuevo un lugar central en las facultades de Derecho es el referido a la democracia constitucional como sistema de articulación de los derechos de las mayorías y de las minorías. En la última década ha resurgido con fuerza en muchos países la idea de que las mayorías tienen derecho a imponer sus creencias políticas -e incluso religiosas- a toda la población. Esta tesis suele ser formulada a través de emotivos discursos populistas que cuestionan la legitimidad de los límites impuestos a las mayorías o, más exactamente, a los políticos que dicen representaras. En esa medida, es urgente volver a retomar, con renovado vigor, discusiones referidas a los derechos de las minorías y a la legitimidad de los órganos contramayoritarios que operan no solo en el ámbito nacional, sino internacional.

 

Finalmente, el ejercicio de la profesión jurídica afronta un serio problema ético y las universidades debemos asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde. Tenemos que asegurarnos de que la reflexión ética permee transversalmente toda la enseñanza del Derecho y no se limite a un solitario curso al final de la carrera.

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