26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 18 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Cosas y no-cosas

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Maximiliano A. Aramburo C.

Abogado y profesor universitario

maramburo@aramburorestrepo.co

 

El metaverso (un mundo de “no-cosas” en los heideggerianos términos de Byung-Chul Han) hace parte de las fantasías del cine de siempre. The Matrix, la versión que más me gusta, ya supera la veintena de años, unos cuantos menos que Snow Crash, la novela que popularizó términos como “avatar” o, justamente, metaverso. Aunque no hay una única realidad alterna, el nuevo mundo de Zuckerberg comienza a interpelarnos, como en el juego adolescente en el que hay que elegir entre decir una verdad incómoda o atreverse a un reto que imponen otros.

 

En el ámbito de lo jurídico, hay quienes asumen el reto de pensar cómo debe adaptarse el Derecho existente a las transacciones e interacciones “personales” de ese otro mundo. Otros parecen inclinarse por la idea de que en ese otro mundo el derecho positivo no es –¡no puede ser!– una derivación del que hemos estipulado en las sociedades que ya conocíamos, e incluso podríamos preguntarnos si por allí rige también alguna suerte de derecho natural, o si existen los derechos fundamentales. Otros prefieren llamar al desengaño y, con la esperanza puesta en que es una especie de juego, parecen creer que no hace falta ius en el metaverso.

 

Las implicaciones de cada posición (y de otras, que las hay) no son pocas, pero parece claro que la noción filosófica de los “mundos posibles” ha encontrado un reto fenomenal. Sin entrar en el dilema huevo-gallina, resolver la cuestión filosófica implica la jurídica y viceversa. En el plano de la predicción filosófica, Han parece creer que el humano del futuro no hará cosas, sino que hará elecciones y, en el mejor de los casos, tecleará. Justamente en No-cosas sostiene que en el universo informático, del libro electrónico a la minería de datos, de las redes sociales a la inteligencia artificial, estamos hablando de información, y no de cosas, así que en ese tipo de aventuras, metaverso incluido, falta el contexto narrativo, falta el componente en el que se hacen las cosas de las que está hecho el mundo que hasta ahora conocemos y que moldeó al ser humano que ha llegado hasta esta fase de la humanidad.

 

Una de las grandes cuestiones por resolver –debo admitirlo: me perturba– es si hay acción humana en el metaverso. ¿Puede haber, por ejemplo, acto jurídico cuando lo que hay de por medio es únicamente información y no cosas? En uno de los derivados del metaverso de Zuckeberg, denominado Horizon Worlds, ya se denunció el primer caso de abuso sexual, perpetrado en un nivel de “pura” información, traducible en unos y ceros: el llamado derecho penal de acto comienza a verse desafiado frente a los reclamos de quienes, con indignación, piden una intervención de la autoridad, que todavía no existe, para regular estos comportamientos, si antes no aparece una tecnología, entre Minority Report y Robocop, para prevenir el delito. O como pueda llamarse lo que allí ocurra.

 

No sé qué se cuece en ese mundo en términos de gobierno, pero llegará el momento de elegir (¿está pensado ya?) un sistema de administración de ese universo. Quizás haya declaraciones de independencia o elecciones. Me inquieta también el diseño de un sistema (proto)judicial... Tal vez constitucionalistas y filósofos del Derecho –solo por mencionar unos cuantos– se darán un banquete. Pero vuelvo al cine. En The Truman Show, una película de la época de The Matrix, Truman Burbank vive una vida en la que todos fingen, menos él: cuando él cree comprar, otros fingen vender. No puedo dejar de pensar (como hipótesis, al menos) en que, en el metaverso, todos son Truman.

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