Protesta: las calles, escenario político
Juan Manuel Charry Urueña
Abogado constitucionalista. Presidente del Instituto Libertad y Progreso
jcharry@charrymosquera.com.co; @jmcharry
Manifestaciones en Honk Kong contra la extradición y el régimen chino; en Venezuela contra el régimen de Nicolás Maduro; en Francia, los chalecos amarillos, contra el precio de los combustibles y la injusticia fiscal; en Chile contra las alzas del transporte público, las pensiones y la desigualdad; en Bolivia contra el resultado de las elecciones presidenciales y la permanencia de Evo Morales en la Presidencia, y en distintos lugares del mundo por diversas razones, muestran que las calles son nuevos escenarios políticos con nuevos actores.
Es conocida la frase de Clausewitz, según la cual “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Se podría decir que la política tiene diversos escenarios: el parlamento y el gobierno, su escenario formal y natural; los medios de comunicación y las redes sociales; la plaza pública, para las concentraciones; las calles, para las marchas, y el campo de batalla, en principio fuera de las ciudades.
También son distintos los actores: los políticos y los partidos, para ser elegidos al parlamento y al gobierno; los directores de medios, columnistas y periodistas, para formar la opinión pública; los tuiteros y youtubers en las redes; los sindicatos y los estudiantes, para concentraciones y marchas, y los guerrilleros y los militares, en la confrontación armada.
Zygmunt Bauman señaló la transformación del mundo contemporáneo de instituciones rígidas a flexibles, de sólidas a líquidas, con lo cual los límites se diluyen, los lugares se confunden y los actores tienen múltiples caras. La política transita por las calles y los medios de comunicación, los combatientes se convierten en congresistas, las figuras públicas en políticas, y los políticos en antipolíticos. Los propietarios de los medios de comunicación ya no son los partidos políticos, sino los grupos económicos. Los programas políticos ya no responden a las ideologías, sino a las encuetas, a los sondeos y al marketing político.
Así las cosas, las calles han adquirido una mayor dimensión, pueden ser el escenario de decisiones minoritarias, trascendentales y expeditas. Pueden sitiar a un gobierno, como en Chile, o contribuir a hacer dimitir a un presidente, como en Bolivia. Son el equivalente a una confrontación de baja intensidad, con pocos muertos y daños menores, una especie de espacio transitorio para la rebelión y la insurgencia. Son también la muestra del fracaso de los políticos, de los partidos, de la democracia representativa, de la participación ciudadana y de las instituciones formales, que se muestran corruptas, ineficientes e incapaces de tramitar y solucionar los grandes malestares de la sociedad.
En Colombia, las Farc, mediante el acuerdo con el gobierno de la época, quisieron dar a las calles una nueva dimensión jurídica, la de un nuevo derecho fundamental: la protesta social, donde continuaría el conflicto social, no resuelto en el acuerdo, ya no en el campo, sino en las ciudades. Lo cierto es que la Constitución garantiza los derechos de reunión, manifestación y locomoción, siempre que sean pacíficos y no atenten contra los derechos de los demás. Los paros no están protegidos por la Constitución ni por la ley.
Hoy, los organizadores del “paro nacional” mostrarán si se trata del ejercicio legítimo de los derechos de reunión y manifestación o si, por contrario, acuden a una nueva forma de insurgencia líquida, camuflada en organizaciones sociales, que pretende el desorden y el vandalismo, en una nueva forma de lucha ideológica.
Agradeceré comentarios: jcharry@charrymosquera.com.co
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