28 de Febrero de 2025 /
Actualizado hace 19 minutes | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Las nuevas visiones de la Casa Blanca y el orden mundial

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Matthias Herdegen
Profesor de Derecho Constitucional e Internacional en la Universidad de Bonn (Alemania)

El nuevo presidente de EE UU, Donald Trump, no solamente está en camino de causar controversias con rivales y adversarios de EE UU. También incita choques con aliados cercanos, como el reciente llamado que hiciera su vicepresidente en Múnich a los países europeos a encargarse de su propia seguridad frente a la amenaza rusa.

Muchos están escandalizados por la combinación de una política de intereses ofensivos con una falta de consideración por los fundamentos jurídicos del orden internacional. Aunque algunas de sus propuestas merecen una mirada más atenta porque no carecen totalmente de un trasfondo plausible, esa plausibilidad no justifica una violación del derecho internacional.

La Casa Blanca dirige la mirada al canal de Panamá, porque se preocupa ante la influencia China en esta zona. Es cierto que China busca un predominio cada vez mayor sobre los puertos y otras muchas infraestructuras también en América Latina. Al ceder el canal, EE UU se reservó el derecho a defender la neutralidad y la seguridad del canal, pero ni la una ni la otra están actualmente en peligro.

Con las restricciones comerciales anunciadas contra China, Trump sigue una línea de continuidad, aunque no solo con su primera administración, ya que el gobierno Biden también declaró una rivalidad estratégica con el “imperio chino”, pues China vuelve a sus pretensiones antiguas de figurar como el centro del mundo. El nuevo proteccionismo hacia los socios comerciales de Norteamérica y Europa representa un cambio radical. Algunos de los aranceles anunciados ahora por Trump salen del corredor permisible de las reglas de la Organización Mundial de Comercio y poseen un carácter discriminatorio, en detrimento de la seguridad de EE UU, que no está amenazado por las controvertidas importaciones. Pero las condiciones de producción injustas (dumping) en China, por ejemplo, sí son un problema real.

En última instancia, sin embargo, los aranceles masivos a la importación golpearían a la industria y a los consumidores en el propio EE UU, especialmente si otros socios comerciales recurrieran a medidas de represalia. Pero para los países más pequeños, los drásticos aumentos en los aranceles a las importaciones golpean de lleno a sectores importantes de la economía. Así lo demuestra la grotesca disputa sobre la readmisión de inmigrantes que ha desatado el gobierno colombiano. Tales provocaciones de su vecino del norte en materia migratoria o en otros temas como el narcotráfico o de pactos con dictaduras podrían tener un alto precio, no tanto para el Gobierno, sino en mayor grado para los ciudadanos, las empresas afectadas y la economía.

Las demandas de Trump para la anexión de Groenlandia muestran una actitud bastante arrogante hacia la soberanía territorial de otros Estados. Es, sin embargo, interesante que históricamente hasta el siglo XIX hubo intentos por extender la soberanía americana a esta isla. EE UU estableció bases militares en Groenlandia durante la Segunda Guerra Mundial para evitar que el país cayera en manos del Reich alemán.

La nueva administración estadounidense parece estar negociando directamente con el Kremlin para poner fin a la agresión contra Ucrania y hacer concesiones territoriales a Rusia. La renuncia anunciada por el presidente americano a las fronteras de 2014 contrasta con la prohibición de anexión y la integridad territorial de Ucrania, que la Asamblea General ha invocado enfáticamente. En esto, Ucrania tiene la última palabra sobre posibles cesiones de territorio a cambio de paz. Un tratado de paz para Ucrania reaviva el viejo problema de un acuerdo concluido bajo las armas y las bombas del enemigo.

El bloqueo de la ayuda estadounidense al desarrollo por parte de la Usaid también amenaza con tener consecuencias dramáticas en América Latina y en otras partes del globo. Aunque algunos objetivos de la ayuda al desarrollo hasta ahora prestada por EE UU y sus socios europeos son bastante controvertidas, no se entiende cómo los intereses occidentales para la reducción de la pobreza y la ayuda médica se están poniendo en peligro. Aquí también se está dando un nuevo espacio a otros actores como China.

EE UU corre el riesgo de perder mucha confianza debido a la imprevisibilidad de su presidente. Por otro lado, esta también impide que los autócratas, narco-dictadores y opresores del mundo sigan adormeciéndose en una sensación de seguridad y contando, además, con que sus acciones estarán siempre libres de sanciones. Al final, esto podría, incluso, apuntalar la estabilidad del tambaleante orden internacional. Bajo una administración Trump, tal vez no se habrían producido ni el ataque a Ucrania ni el atentado terrorista de Hamás contra Israel. 

Pero Occidente y su potencia líder necesitan una nueva y mejor combinación de política de intereses realista y compromiso con el orden del derecho internacional, que ellos mismos ayudaron a crear. Esta es la única manera de asegurar la credibilidad del Occidente en el mundo y la confianza entre sus socios. 

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