Mujer, creadora de vida y pensamiento
Ese es el aporte de la mujer: su forma de sentir, concebir y transformar el mundo a través de la vida y el pensamiento.
10 de Marzo de 2025
De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; (…) el arado y la espada, (son) extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Jorge Luis Borges
Luz Jimena Duque Botero
Abogada de la Universidad Santiago de Cali, con maestría en Derecho Público de la Universidad Externado de Colombia
La magia de los libros, sin duda, radica en conservar las voces del pasado con vocación de permanencia, mantener vivo el recuerdo pese a los inevitables cambios consustanciales a la vida, pues, como señala Heráclito, “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Los libros tienen el poder de testimoniar en cada página una peculiar manera de ver y entender el mundo. Contienen los “ecos de voces apagadas” por el sobrepaso de los siglos.
La palabra “texto” en español proviene del latín textus, que significa tejer o entrelazar. Irene Vallejo, filósofa y escritora española, señala que “las mujeres fueron las narradoras por antonomasia en los primeros momentos de la oralidad y al mismo tiempo que tejían, se contaban cuentos, sus emociones, sus historias, y por eso utilizaban las metáforas de la costura, del telar”. No obstante, parte de esta historia ha sido borrada y la voz femenina sometida a una sordina, incluso desde los tiempos anteriores a Homero. Por ejemplo, Vallejo nos enseña sobre Enheduanna, una sacerdotisa acadia que hace unos 4.300 años ya escribía poesía religiosa y narraba cómo en su proceso de inspiración recibía la visita de la diosa Inanna, que la llenaba de luz y le permitía dar nacimiento a sus palabras. Hoy son pocos quienes recuerdan o han leído a Enheduanna.
A mi juicio, comprender la visión femenina implica sumergirnos en su pensamiento a través de sus propios escritos. Las mujeres hemos sido narradoras, científicas, artistas, creadoras de vida y de pensamiento. Nuestras obras, en todas sus formas, han sido testimonio de ideas, sentimientos, luchas y convicciones. En los libros encontramos tejido el pensamiento femenino, dando a luz no solo a nuevas generaciones, sino también a ideas que han cambiado el mundo.
Son innumerables los aportes de mujeres creadoras. Marie Curie –cuya contribución en el campo de la radiactividad continúa siendo invaluable– fue la primera persona en ganar dos Premios Nobel. Ella, a pesar haber nacido en 1867, cuando la mujer aún se encontraba relegada de las ciencias, continúo su lucha y pasó a la historia como la “madre de la física moderna”. Aspasia de Mileto fue pionera en obstetricia; Nettie Stevens descubrió los cromosomas X; Gertrude B. Elion desarrolló fármacos para la leucemia, la gota y el VIH/sida y ganó, en 1988, el Premio Nobel de Medicina o Fisiología; Rosalind Franklin fue pionera en descubrir la estructura del ADN, entre muchas otras.
La visión femenina ha traducido su especial sensibilidad y compromiso con la vida a través de las líneas de Virginia Woolf y su lucha feminista, expuesta en obras como Una habitación propia. Otras voces igualmente imprescindibles son las de Clarice Lispector (La ciudad sitiada); Hannah Arendt (La libertad de ser libres); Simone de Beauvoir (La mujer rota); Ana María Matute (Los hijos muertos); Shirley Jackson (Siempre hemos vivido en el castillo).
En Colombia, han hecho un extraordinario aporte a las letras Soledad Acosta de Samper, Laura Restrepo, Fanny Buitrago, María Mercedes Carranza, Marvel Moreno, Albalucía Ángel, Dora Castellanos, Melba Escobar, Helena Araujo, Ángela Becerra, Cruz María Murillo Zapata, María Ospina Pizano, Sara Jaramillo Klinkert, Pilar Quintana, Amira de la Rosa, Rosario Villajos y muchas más.
Destaco especialmente a Piedad Bonett, por su capacidad de explorar las emociones humanas con una profundidad conmovedora. Su obra, que transita entre la poesía, la novela y el ensayo, ha abordado temas como la pérdida, el dolor y la memoria con una sensibilidad única. En Lo que no tiene nombre, transforma el duelo tras el suicidio de su hijo Daniel en un testimonio literario, en un acto de resistencia contra el olvido. Así, su maternidad se extiende más allá de la vida misma, pues a través de la escritura convierte su dolor en legado, en palabras que perduran. Bonett nos muestra que la creación no se limita a la biología: las mujeres dan a luz pensamientos, historias y conocimientos que transforman el mundo.
Para una mujer, sus hijos y sus libros son su legado, la más bella expresión de su ser, o, al estilo de Borges, la extensión de su memoria e imaginación. Ese es el aporte de la mujer: su forma de sentir, concebir y transformar el mundo a través de la vida y el pensamiento
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