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Actualizado hace 13 horas | ISSN: 2805-6396

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El otro choque generacional en las facultades de Derecho (II)

28 de Enero de 2015

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Carlos Mario Molina Betancur

Director Ejecutivo

Asociación Colombiana de Facultades de Derecho (Acofade)

 

Siempre se ha pensado que son los jóvenes profesores, diplomados y bilingües, quienes están transformando el Derecho en Colombia. Sin embargo, no solamente los nuevos juristas son los que están produciendo el cambio, pues los estudiantes de las facultades de Derecho también están propiciando transformaciones significativas en el aprendizaje y la enseñanza de una disciplina jurídica, que se encuentra actualmente amenazada por la globalización y la tecnología.

 

Sin que muchos lo noten, ese cambio lo está propiciando más rápidamente el choque generacional que se ha producido entre los “primíparos” estudiantes y los novatos profesores de facultad.

 

Lo anterior lo explica más fácilmente, en primer lugar, la distancia temporal que separa en edad a los jóvenes adolescentes de los preparados profesores, la cual puede alcanzar, en algunos casos, fácilmente los 30 años de diferencia, es decir, casi tres generaciones. Muchos estudiantes de facultades de Derecho se han enfrentado a estos profesores, porque los consideran pasados de moda, no resisten estar sentados varias horas escuchando sus discursos y ya no saben tomar nota con lapicero.

 

A estos exigentes estudiantes les irrita que sus profesores sigan llamado a lista, que no permitan utilizar audífonos o teléfonos en clase y, menos, que les prohíban consultar computadores y medios electrónicos. Para estos inquietos estudiantes, es muy difícil obedecer sin opinar, no poder entrar tarde a clase o salir de ella intempestivamente, si un mensaje o llamada urgente se presentan.

 

Para ellos, las severas prohibiciones de los profesores son ilógicas, y en ellas encuentran, a veces, una grave violación a los derechos fundamentales, como la libertad expresión, la libre locomoción y hasta el derecho a pensar de otra forma. En muchos casos, han interpuesto tutelas para poder vestirse diferente, para expresarse como lo desean y/o para modificar el reglamento que les imponen.

 

Disciplina y respeto

De su lado, los profesores no cesan de protestar por la falta de disciplina, de respeto con los mayores y de la marcada falta de atención en clase. Los respetados maestros exigen que los estudiantes tengan en cuenta su edad y estatus de enseñantes, que dejen de hacer más de una actividad al mismo tiempo y que los escuchen y obedezcan cuando ellos hablan.

 

Muchos de estos profesores han renunciado a sus cátedras por la falta de respeto, por enfrentamientos constantes con sus estudiantes, por el lenguaje obsceno que utilizan los discípulos o por el bajo nivel que traen de secundaria. Aseguran que no soportan más el desorden, el desaseo y la falta de atención de las directivas, por las constantes quejas que ellos presentan.

 

Los irritados maestros también han interpuesto tutelas para proteger sus derechos fundamentales: por violaciones a su integridad personal, a su intimidad o a su estatus laboral, al momento de haber sido sancionados o cambiados de clase bajo la presión de los estudiantes.

 

Problema comunicacional

Pero el choque generacional va más allá de los enfrentamientos personales entre alumnos y docentes. Este se explica, en segundo lugar, por el grave problema comunicacional que existe entre ambas partes. Los estudiantes no entienden cómo, en la era de la tecnología, un profesor no permite que los teléfonos y portátiles funcionen en clase, que no puedan enviar sus trabajos por correo electrónico o que no puedan comunicarse rápidamente con el enseñante por fuera de clase.

 

Para muchos estudiantes, la comunicación es difícil con los profesores, no solamente porque no son fácilmente accesibles por medios electrónicos, sino porque, como muchos dicen, “¿qué voy a hablar yo con ese ‘man’, que no tiene ni Facebook?”. Del otro lado, los educadores dicen no poderse comunicar con los estudiantes que utilizan un lenguaje vulgar e incomprensible. Según ellos, los nuevos alumnos hablan rápido y muy duro, hacen varias cosas al mismo tiempo y quieren estar conectados a sus teléfonos y computadores en medio de sus clases.

 

Para los enojados profesores, es imposible comunicarse con estudiantes que no saben leer ni escribir correctamente, que son altaneros e irrespetuosos y que, además, hablan con la boca llena o masticando chicle. En su concepto, es imposible dar clase con alumnos que escuchan música, chatean por computador, comen o beben haciendo ruido, hablan por teléfono, acarician a sus mascotas o alimentan a sus recién nacidos. Además, para los respetuosos educadores, “cómo poder comunicarse con estos ‘salvajes’ que no saben decir ni buenos días”.

 

Nuevas competencias

Como si fuera poco, esta tensión tiene, en tercer lugar, una brecha difícilmente reconciliable: las nuevas competencias de la educación jurídica. Mientras que los estudiantes sueñan con practicar todo lo que aprenden teóricamente, algunos profesores prefieren la retórica y el aprendizaje de códigos y normas. Al mismo tiempo que los primeros desean participar en concursos y discusiones de oratoria, ciertos profesores prefieren la escritura y las evaluaciones generales.

 

Así mismo, mientras que muchos estudiantes quieren hacer varios programas simultáneamente, sus profesores prefieren que se concentren al menos en sus clases, por considerarlas generalmente las más importantes del pensum. Y mientras que los nuevos alumnos prefieren las dobles titulaciones y las pasantías en otras instituciones, los profesores refutan las homologaciones y las equivalencias.

 

Visiones diferentes

Por último, el choque generacional entre profesores y alumnos se evidencia claramente por la forma en que ambos ven el mundo. Por un lado, los primeros están pendientes de la actualidad y del mundo que los rodea, a la par que los estudiantes viven en la red virtual, conectados con el mundo externo, en la búsqueda de contactos y novedades que les llega permanentemente.

 

Los profesores interpretan el mundo unidireccionalmente, basado en el respeto y el lenguaje personal, mientras que los estudiantes funcionan de forma multimodal, se comunican virtualmente de forma multilateral y han perdido el interés por los códigos y las normas de conducta establecidas. Además, los profesores, que tienen en ocasiones más de dos generaciones de distancia con los alumnos, practican códigos verbales, y los estudiantes, en cambio, practican códigos visuales.

 

Nos encontramos, entonces, en presencia de un choque generacional importante entre expertos profesores formados por la retórica e intrépidos aprendices nacidos en la era de la tecnología, lo que genera un enfrentamiento cultural y un cambio trascendental en la educación jurídica, sobre todo en la forma de ver y aprehender el nuevo mundo y las nuevas generaciones de abogados.

 

Debemos reflexionar seriamente sobre la mejor manera de conciliar experiencia y novedad, ya que de ello depende, en gran parte, nuestro futuro inmediato en un mundo altamente globalizado y competitivo. Las nuevas competencias de aprendizaje y la amplia movilidad internacional de los estudiantes nos darán la respuesta.

 

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