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Actualizado hace 25 minutos | ISSN: 2805-6396

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Cultura y Derecho


‘El defensor de la paz’

09 de Febrero de 2017

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Andrés Mejía Vergnaud

andresmejiav@gmail.com

 

“El mejor consejo que me hayan dado en mi vida -decía mi amigo y maestro Asdrúbal Baptista- fue este: dedique siempre algo de tiempo a la lectura de los clásicos”. Ese consejo, recuerdo, lo recibió de Joan Robinson, gran economista, y su tutora doctoral en Cambridge. ¿En qué radica la sabiduría de dicho consejo? En que la lectura de los clásicos nos permite dialogar con los pioneros del pensamiento: con aquellos que extendieron sus fronteras, o aumentaron sus alcances. Y, recordaba yo, hace tiempo que no recomendamos un clásico en este espacio.

 

Procedamos entonces, recomendando la lectura de un texto que data de 1324, y el cual, a mi modo de ver, convierte a su autor en el primer pensador político moderno (o protomoderno, si se quisiera ser más exacto). Se trata de El defensor de la paz, escrito por Marsilio de Padua, y destinado a causar una gran conmoción en la sociedad de la baja Edad Media.

 

A veces la historia puede ser injusta: no es frecuente que a Marsilio de Padua lo recordemos entre los grandes nombres del pensamiento político, junto con Platón, Aristóteles, Locke, Montesquieu u otros nombres más recientes. No envidia, sin embargo, su obra a ninguna de aquellos que hemos citado. Y merece ese especial reconocimiento que debe darse a quienes abren nuevas fronteras, pues, como veremos, en la obra de Marsilio de Padua se cuestionan con fuerza las ideas prevalecientes en la Edad Media, y se abre la puerta a conceptos que, tres y cuatro siglos más tarde, revolucionarían el mundo.

 

Como ocurre a la mayoría de pioneros, sobre todo a quienes tocan los nervios de los poderes establecidos, la obra El defensor de la paz trajo serios problemas a su autor. Marsilio, que había nacido en Padua, probablemente en 1280, había estudiado en la Universidad de París, corazón y emporio de la escolástica. Y allí, en ese universo de Santo Tomás, pensador contra cuyas ideas habría de argüir, llegó a los más altos niveles, siendo incluso rector de la universidad. Pero tuvo que salir de allí cuando la Iglesia montó en cólera tras la lectura de su tratado. Buscó la protección de Luis de Baviera junto con su amigo el también filósofo Johann de Jandun. Aquel príncipe alemán vio con muy buenos ojos las ideas de Marsilio, y ellas seguramente le animaron en su enfrentamiento contra la iglesia.

 

¿Por qué decimos que Marsilio de Padua fue tal vez el primer pensador político moderno?

 

Primero, por su concepción revolucionaria del origen del poder. En una época en la que se sostenía que el poder venía de Dios, y que los gobernantes lo ejercían en virtud de una gracia divina (el derecho divino de los reyes), Marsilio de Padua razonó de esta manera: aquello que concierne a todos y afecta a todos debe ser decidido por todos. Por ello, consideró que el único origen válido del poder era el consentimiento general, expresado en decisiones electivas. Si acaso, Dios se manifestaba en la inspiración y guía de dichas decisiones. Hay otro aspecto esencialmente moderno en esta idea: no solo la propone Marsilio como único posible fundamento del poder, sino que la considera también garantía de mejor gobierno, por cuanto elimina la posibilidad de la sucesión hereditaria, mecanismo por el cual con frecuencia llegaban al poder personas incapaces.

 

Segundo, por su crítica a las aspiraciones políticas de la Iglesia. El enfrentamiento entre el clero y los gobernantes venía ganando intensidad desde hacía tres siglos. Para Marsilio de Padua, es claro que la Iglesia tiene un ámbito de actuación en lo espiritual y a este debe confinarse. Considera, de hecho, que la principal amenaza a la paz pública es la constante pretensión de la Iglesia de intervenir en asuntos políticos. Cosa que Marsilio conecta con la idea anterior, pues ve en los obispos y en el Papa impostores que usurpan aquella soberanía que solo puede nacer en un consenso general. Sostuvo que los sacerdotes no tienen autoridad alguna para impartir castigos, y que el clero debía observar rigurosamente un voto de pobreza.

 

Y en tercer lugar, por sus teorías sobre el Derecho, las cuales anticipan desarrollos modernos y contemporáneos. Para Marsilio de Padua, las teorías sobre el derecho natural son una confusión entre moral y Derecho. Anticipando a Kelsen seis siglos, ve en el Derecho un asunto humano, y ve en la validez formal de la ley su obligatoriedad. Cosa que no le impide concebir nociones de justicia independientes de dicha validez legal.

 

¿Quién es, entonces, el “defensor de la paz”? Es el sabio príncipe, cuyo poder emana de la decisión general, y a quien se le confía la disolución de los conflictos sociales (se ven aquí, pero eso sería materia de otro escrito, anuncios precursores de Hobbes e incluso de la economía neoinstitucional -el Estado como mecanismo de reducción de los costos del conflicto social). 

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