La sociedad decente que soñó Gerardo Molina
26 de Agosto de 2020
Mario López Viveros
Director Nacional de Relaciones Internacionales e Institucionales (ORI) de la Universidad Libre
Coordinador de la Cátedra Gerardo Molina de la Universidad Libre
Recordar a Gerardo Molina en su nacimiento convoca a los colombianos a una reflexión sobre lo que significan las emociones políticas.
En el mes de su nacimiento (6 de agosto de 1906), conmemoramos la figura de este jurista íntegro. Molina, movido por su deseo de cambiar al país, promovió en sus escritos y declaraciones un debate nacional que girase en torno a una gran preocupación que las democracias liberales no han podido resolver: el problema de la exclusión. Así mismo, manifestó la necesidad de controlar, en una sociedad decente, las emociones provocadoras utilizadas comúnmente por los políticos, las cuales minan y desestabilizan el principio elemental de la igualdad de las personas.
Para los tiempos que corren, es un imperativo recordar la figura de Gerardo Molina, quien luchó permanentemente contra toda imposición dictatorial o contra patrocinios mal dirigidos que provocasen la exclusión de las minorías.
El compromiso de Gerardo Molina con la igualdad de libertad de los ciudadanos fue asumido, especialmente, por la Universidad Libre, a través de la cátedra que lleva su nombre. Esta cátedra reconoce que la cuestión de las emociones políticas es connatural a los principios de justicia y que es necesario que el país aborde debates permanentes, para que no olvide la tendencia azarosa de provocar la exclusión.
Pero, además de constituirse como referente en la defensa de las libertades y de la igualdad, Gerardo Molina fue un educador. Un educador innovador que trascendió por sus innumerables reformas a la educación y por promover el libre acceso de los ciudadanos a esta. Desde su rectorado en la Universidad Nacional o en la Universidad Libre, promovió la creación de facultades e institutos de educación (de ingeniería, psicología y ciencias económicas, entre otros) y la necesidad de cercanía a la región, impulsando la apertura de extensiones o regionales.
Su estilo, como siempre, exigiendo respeto por la autonomía universitaria, por evitar intromisiones groseras del clericalismo o de los gobiernos, motivó siempre el diálogo tranquilo y certero que le permitió ser reconocido por ser un hombre sereno y tranquilo, pero firme.
Qué mejor momento para rendirle homenaje al Molina educador, que promovió y defendió la reforma universitaria, o al Molina político, que promovió una cultura pública crítica y comprometida con la protección de las expresiones diferentes.
Extraña el país hoy a Gerardo Molina.
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